David Broncano con Manuela Carmena en la copa de Navidad del Ayuntamiento de Madrid de 2018
Antes de que su fichaje reventara el consejo de administración de RTVE, mucho antes de que se convirtiera en el cómico de referencia de los jóvenes, antes incluso de que las revistas del corazón lo sacaran en sus páginas con actrices o tenistas, al principio de todo, el nombre de David Broncano ya se coló en un despacho oficial. Era julio de 2010, y el embajador español en Paraguay, Miguel Ángel Cortizo Nieto, tuvo que pedir disculpas «muy indignado» por lo que habían hecho «unos descerebrados».
En realidad, era uno: David Broncano, un chaval nacido en 1984 en Santiago de Compostela y criado en Orcera, una pequeña localidad jienense donde creció junto a su hermano Daniel y sus padres, Javier e Isabel (profesora de matemáticas y directora del colegio donde estudiaron). Por entonces, verano de 2010, la selección española de fútbol se jugaba hacer historia en el Mundial. En esas, en ‘UAU!’ (Cuatro), el programa presentado por Santi Millán que duró apenas un suspiro, David Broncano apareció disfrazado de niña. De niña paraguaya. De niña paraguaya pobre apadrinada por el presentador español: «Tengo seis años y llevo desde los cinco trabajando en un vertedero», decía Broncano, ataviado con una peluca, cejas gigantes, nariz de goma y la camiseta de Paraguay, la selección contra la que iba a jugar España al día siguiente. «Ahora los españoles nos quieren ganar.
¿Es que acaso no tuvieron suficiente? Vinieron aquí a quitarnos el oro y las patatas. Y a mi bisabuela la violó Hernán Cortés… Mi familia ha tenido que vender la llama y el manatí sólo para que yo pueda tener una camiseta de la selección paraguaya de fútbol». Fue denunciado y le montaron un escrache en lo que por entonces era la red social de moda, Facebook: «Contra la xenofobia de David Broncano», llamaron a una web.
Un ejemplo: cuando Broncano ya era el referente de los hombres milenial con ‘La vida moderna’, el programa que lo catapultó mucho antes de que ‘La resistencia’ lo hiciera «estrella de Youtube», las cómicas de ‘Deforme semanal’ lanzaron una campaña contra el humor «machirulo y rancio» de ‘La vida moderna’. Lejos de hacerle daño, acabó arreglando el «beef» y años después las invitaría a su programa de Movistar para preguntarles eso por lo que muchos lo conocen a través de Twitter:
¿cuánto dinero tienes y cuánto sexo has practicado este último mes? Esas mismas preguntas se las hizo a María Teresa Campos, con la que acabó teniendo una buena amistad pese a la diferencia de edad, y a Bertín Osborne, del que el humorista alguna vez utilizó ‘Yo debí enamorarme de tu madre’ para hacer mofa y que, sin embargo, acabaron tan amigos que Bertín le regaló una yegua en 2022.
Antes de llegar a sus últimos años, ya parte del ‘star system’ mediático, hay que viajar a sus orígenes en la televisión. Fue en 2008 y, de nuevo, con un chiste por el que hoy alguno le pediría la cancelación. Solo había grabado dos monólogos y su gran ‘punch line’ era una fantasía: «Quiero tener un mayordomo enano nepalí». David Navarro, veterano cómico que por entonces coordinaba a los monologuistas de Paramount, la cadena temática que fue cantera de todos los que hoy siguen en activo, apostó por aquel chaval que era capaz de inventar personajes y dibujar escenas…
Un séquito de amigos
David Broncano encontró padrino rapidísimo, alguien con quien tuvo un «bromance» súbito y al que años después, ya consagrado, le devolvió más de un favor, como legarle en Movistar el programa ‘Locomundo’. Es Héctor de Miguel, conocido como ‘Quequé’. En 2008 el salmantino dio el salto de ‘partenaire’ a presentador con ‘Estas no son las noticias’, en Cuatro, y apostó por aquel jovencísimo David Broncano. El programa fracasó pero salió un círculo de amigos que nunca abandonaron al jienense. Se juntó a ilustres nombres como Javier Coronas o Dani Rovira. Años después se uniría Ignatius Farray, con quien también ha compartido docenas de comidas en las terrazas de las traseras de Gran Vía. Y Javier Cansado, Iggy Rubin, Jorge Ponce, Javier del Pino, Leiva, Ricardo Castella, Arturo Valls…
Con muchos de ellos también ha compartido tardes en las pistas de pádel y, sobre todo, de tenis, deporte que practica todo lo que puede y donde encontró a su «dios», Roger Federer. Esa es otra de sus señas de identidad, la vida sana. No bebe –nunca lo ha hecho, presume– ni ha fumado jamás, ni siquiera cuando iba a la Xenón, la discoteca del pueblo, con su hermano Daniel, clarinetista y recién nombrado director de la orquesta sinfónica de Tenerife. Hay genética ahí.
De Broncano siempre se ha dicho que es el más rápido de los cómicos, un autodenominado «pachacho» –«payaso», en su propia dicción– con la chispa siempre a punto de prender, el remate en la boca dispuesto a ser lanzado para culminar cualquier conversación con gracia. Vive rápido, duerme poco y a deshoras y come mal. Lo ha contado en los 1.000 episodios de ‘La vida moderna’. También su pasión por los coches de lujo, su dominio de la informática, su buen piso en la Torre de Madrid, la «flipadez» que tanto le han reprochado sus amigos y que le llevó incluso a apuntarse a un programa experimental de la Nasa. Ama la tecnología como el friki que ha sido y que la fama no le ha rebajado.
Y nunca ha necesitado a la prensa. Apenas dos entrevistas en profundidad en su carrera y un puñado de promociones en las que estaba más que a disgusto. En los ‘photocall’ es un pez fuera del agua, aferrado a su botellín de agua.