La primera impresión que le dio Álex echó bastante para atrás a Anyely. Sin embargo, al conocerlo mejor cambió todo

Desde el primer segundo en que cruzó la puerta del restaurante más famoso de la televisión, Anyely, una joven cantante cubana afincada en Barcelona, supo que esa noche no sería una cita cualquiera.
Lo que no imaginaba era que un simple par de chanclas podía desatar una tormenta emocional digna de una telenovela.
“Cuando lo vi entrar, pensé: vale, tiene presencia, se ve seguro, ¡me gusta! Pero cuando miré hacia abajo y vi las chanclas… no me lo podía creer”, confesó entre risas nerviosas a las cámaras, aún sin saber que aquella primera impresión iba a transformarse por completo.
Ella, de 21 años, una mujer que se define como “sensual, diva y de alto valor”, llegó a First Dates buscando algo más que una cena televisiva.
Quería un compañero de vida, alguien capaz de mirar más allá del brillo, del maquillaje y del personaje. “Estoy cansada de los hombres que se intimidan conmigo”, dijo antes de la cita. “Quiero alguien que me vea como una persona, no como un trofeo”.
Palabras que sonaron sinceras, pero que contrastaban con la expresión de desconcierto que se le dibujó al ver a su cita aparecer en ropa veraniega y calzado de playa.
Álex, de 24 años, agente de marketing y modelo ocasional, parecía ajeno a la tormenta de pensamientos que se desataba en la mente de Anyely. Sonriente, confiado y con una energía desenfadada, se acercó a la barra dispuesto a conquistarla con su carisma.
Pero la cantante lo miró de arriba abajo y sentenció para sí misma: “Primera cita… y con chanclas. No sé si reír o salir corriendo.”
El choque inicial fue inevitable. Ella, impecablemente arreglada, con un vestido que parecía pensado para una alfombra roja. Él, informal, cómodo, casi como si se hubiera bajado del paseo marítimo directo al restaurante.
“Su sonrisa fue un poco… cómo decirlo… ¡cierra la boca!”, comentó entre risas con el equipo del programa, aunque detrás de esa frase se escondía una mezcla de decepción y sorpresa.

Sin embargo, la magia de First Dates suele esconder giros inesperados. Lo que comenzó con una mirada crítica se convirtió, poco a poco, en una conversación fluida, divertida y llena de complicidad.
Álex, lejos de tomarse las críticas a mal, supo ganarse su atención con humor y naturalidad. “Vale, prometo no volver a ponerme chanclas si me das una segunda cita”, bromeó, provocando la primera carcajada sincera de la noche.
A medida que avanzaba la velada, Anyely comenzó a descubrir en Álex algo que no esperaba: autenticidad. “Es muy raro encontrar a alguien tan relajado, tan seguro de sí mismo”, reconoció después.
Entre plato y plato, fueron soltando las defensas, y la conversación, que empezó con un tono de evaluación, terminó siendo una charla honesta sobre sueños, metas y relaciones pasadas.
La cantante no pudo resistirse a sacar su lado artístico y, en un momento de espontaneidad, deleitó al restaurante con una interpretación improvisada que dejó a todos sin palabras.
Álex, visiblemente impresionado, la miró con admiración. “Tienes una energía brutal”, le dijo. Ella sonrió, y por primera vez, bajó la guardia. “No esperaba que me lo dijeras tú, el chico de las chanclas”, contestó, entre coqueta y divertida.
El ambiente se fue suavizando hasta el punto de que los gestos hablaban más que las palabras. Una mirada cómplice, una risa compartida, un leve roce de manos.
Lo que había empezado con escepticismo se transformó en química palpable. “Sinceramente, pensé que esto iba a ser un desastre”, admitió Anyely. “Pero me ha sorprendido. Mucho.”

El momento de la decisión final llegó con la tensión propia de quien no sabe si el otro siente lo mismo. Álex, seguro pero sin perder su encanto, fue el primero en hablar. “Yo sí tendría una segunda cita contigo”, dijo, mirándola fijamente.
“Creo que tenemos cosas en común, y me gustaría seguir conociéndote. Esta cena se me ha hecho corta.”
Ella, que al principio de la noche había puesto mentalmente una gran cruz sobre él, se quedó en silencio unos segundos.
Luego sonrió con esa mezcla de ternura y picardía que la caracteriza. “Es una persona carismática, caballero… tiene una personalidad chévere”, reconoció. “Y sí, también tendría una segunda cita. Porque una cena no es suficiente para saber quién eres realmente.”
El equipo de First Dates respiró aliviado. Nadie esperaba ese final feliz después de aquel “¡cierra la boca!” inicial.
Pero así es el amor —o al menos, la química televisiva—, capaz de transformar un prejuicio en atracción, una burla en curiosidad, una noche incómoda en una historia para recordar.
La escena final, con ambos riendo al salir del restaurante, deja la puerta abierta a lo que podría ser algo más que una coincidencia televisiva. “Creo que tenemos que hablar más”, dijo Álex. “Pero sin chanclas, por favor”, replicó ella entre carcajadas.
Detrás del humor y del glamour, lo que First Dates volvió a demostrar una vez más es que las primeras impresiones engañan.
Y que a veces, los prejuicios —esas pequeñas trampas que todos llevamos encima— pueden hacer que pasemos por alto a alguien con quien podríamos conectar de verdad.

La historia de Anyely y Álex ha resonado entre los espectadores no solo por el momento cómico de las chanclas, sino porque retrata una realidad universal: todos hemos juzgado a alguien antes de conocerlo.
Pero también todos hemos sentido ese giro inesperado cuando descubrimos que la persona que menos esperábamos tiene algo que nos engancha.
Quizás no sea amor aún, pero hay algo innegable entre ellos: la curiosidad. Y esa chispa, cuando se enciende, puede con todo.
Mientras el público debate en redes si la relación prosperará o si las chanclas fueron un acto de sabotaje romántico, lo cierto es que la cita dejó una enseñanza clara: el estilo puede impresionar, pero la actitud conquista.
En un mundo donde todos buscan aparentar perfección, ver a una “diva” bajando la guardia frente a un chico sencillo, riendo y disfrutando sin filtros, es un recordatorio de que lo auténtico todavía tiene poder.
Quizás el amor, o algo parecido, comience con un error de vestuario. O con una sonrisa imperfecta. Pero siempre, siempre, con dos personas dispuestas a mirar más allá de lo superficial.
Y si algo nos ha enseñado First Dates, es que las historias más inesperadas son las que más nos atrapan… incluso cuando empiezan con unas chanclas en el lugar equivocado.
