El mejor amigo de Carlo Acutis reveló lo que le dijo 2 semanas antes de morir… y se cumplió 🥚

Hola, mi nombre es Marco Belini y tengo 28 años.

 

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Hoy te contaré una historia que cambiará tu perspectiva sobre la vida y la muerte.

Hace 13 años, mi mejor amigo, Carlo Acutis, me miró a los ojos y me dijo algo que nunca olvidaré.

“Marco, voy a morir el 12 de octubre de 2006, pero ese día tu madre va a vivir”.

En ese momento, pensé que estaba bromeando.

Carlo siempre decía cosas extrañas y profundas para su edad.

Pero cuando llegó el 12 de octubre de 2006, todo cambió.

Vi el cuerpo de Carlo en un ataúd blanco y mi madre entró a mi habitación llorando con los resultados de su última tomografía.

Ese día no solo perdí a mi mejor amigo, sino que descubrí que Carlo no era un chico normal.

Lo que voy a revelarte ahora es algo que he guardado en silencio por miedo a que me llamaran loco.

Carlo me mostró cosas que ningún ser humano debería poder ver.

Si estás viendo este video, no es casualidad.

Carlo me dijo que alguien como tú lo vería.

 

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Me dijo que alguien que necesita escuchar esto lo encontraría en el momento perfecto.

¿Estás listo para saber la verdad?

Era septiembre de 2006 y el verano italiano estaba terminando.

Las hojas de los árboles comenzaban a tomar ese color dorado que anuncia el otoño.

Carlo y yo teníamos 15 años y éramos inseparables desde que él se mudó al apartamento de al lado.

Compartíamos videojuegos, secretos y sueños de adolescentes.

Sin embargo, algo en Carlo había cambiado.

Sus ojos, que siempre brillaban con alegría, ahora tenían una profundidad diferente.

Era como si viera cosas que el resto no podía ver.

Durante los recreos, mientras todos jugábamos al fútbol, Carlo se quedaba mirando el cielo con una expresión indescriptible.

Le pregunté si estaba bien y él solo sonreía, diciendo que estaba exactamente donde Dios quería que estuviera.

No entendía lo que quería decir en ese momento.

El 28 de septiembre de 2006, exactamente 14 días antes de su muerte, Carlo me llamó a su habitación.

Recuerdo cada detalle de ese momento.

Su computadora estaba encendida, mostrando su sitio web sobre milagros eucarísticos.

La luz del atardecer entraba por la ventana, creando sombras en las paredes llenas de pósters de santos y superhéroes.

Carlo me pidió que no le dijera a nadie lo que iba a contarme.

Me senté en su cama, pensando que iba a confesarme algo sobre una chica.

Nunca imaginé lo que estaba a punto de escuchar.

 

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Carlo se sentó a mi lado, respiró profundamente y finalmente dijo: “Voy a morir dentro de dos semanas”.

El 12 de octubre.

Quedé paralizado.

El tiempo se detuvo y podía escuchar el tic-tac del reloj en la pared.

Primero pensé que estaba bromeando, pero su expresión era tan seria que supe que decía la verdad.

Mis manos comenzaron a temblar y sentí que la habitación daba vueltas.

“¿Estás enfermo? ¿Has ido al doctor?”, le pregunté.

Carlo sonrió con esa calma que siempre tenía.

“Sí, tengo leucemia”, dijo.

Pero no era sobre su enfermedad, era sobre lo que iba a pasar.

Con una mano en mi hombro, me dijo que el día que él muriera, mi madre iba a ser sanada.

El cáncer que tenía en los pulmones iba a desaparecer.

“Dios me lo mostró en oración”, afirmó con certeza.

No podía creer lo que estaba escuchando.

No sabía que mi madre tenía cáncer; ella nunca me lo había dicho.

Carlo sabía cosas que nadie le había contado.

Sentí que el piso se abría bajo mis pies.

“¿Cómo sabes eso de mi mamá?”, logré susurrar.

“Lo vi en una visión”, respondió.

 

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Me contó que había visto a mi madre en una cama de hospital, llorando, pero luego sonriendo, completamente sana.

No podía creerlo, pero algo dentro de mí sabía que estaba diciendo la verdad.

Los días siguientes fueron extraños.

Cada mañana me despertaba pensando que todo había sido un sueño, pero luego veía a Carlo en la escuela, más débil cada día.

El 10 de octubre, dos días antes de la fecha que había predicho, Carlo fue hospitalizado.

La leucemia había progresado rápidamente.

Fui a visitarlo y, a pesar de su debilidad, su espíritu seguía intacto.

Me dijo que todo iba a estar bien y que no tuviera miedo.

El 12 de octubre amaneció gris en Milán.

Recibí una llamada de la madre de Carlo.

No necesitó decir nada; su llanto me hizo saber que Carlo había partido.

A las 7:15 a.m., mi madre irrumpió en mi habitación con un papel en las manos.

“Marco, no lo vas a creer”, dijo entre lágrimas.

Los resultados de su tomografía mostraban que el tumor había desaparecido.

Los doctores no podían explicarlo.

En ese momento, supe que mi vida había cambiado para siempre.

No era el mismo Marco que jugaba videojuegos; había sido testigo del poder de Dios.

Carlo Acutis no solo predijo su muerte, sino también la sanación de mi madre.

Él me dio un propósito y una misión.

El funeral de Carlo fue el 15 de octubre de 2006, y la atmósfera era diferente.

No había tristeza, sino una paz que todos sentían.

 

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Mi madre, completamente sana, estaba a mi lado.

Durante la ceremonia, el padre Yuspe habló sobre la vida de Carlo y sus virtudes heroicas.

Reveló que Carlo había confesado que su muerte tendría un propósito.

Después del funeral, muchas sanaciones comenzaron a documentarse.

La noticia se esparció rápidamente y los médicos no podían explicar lo que había sucedido.

Una semana después del funeral, recibí un paquete de la madre de Carlo.

Dentro había una carta y un rosario que Carlo siempre llevaba consigo.

La carta contenía palabras que Carlo me había confiado.

Me pidió que contara al mundo lo que había revelado.

Desde entonces, he compartido su historia, esperando inspirar a otros a buscar la fe.

Carlo Acutis no era perfecto, pero eligió ser santo.

Decidió que Jesús sería el centro de su vida.

Hoy, quiero que entiendas que la santidad está al alcance de todos.

 

 

No necesitas ser especial; solo necesitas decir sí a Dios.

Carlo me enseñó que el sufrimiento tiene un propósito.

Este testimonio es para ti, para recordarte que los milagros son reales y que Dios sigue actuando.

Si sientes que este mensaje es para ti, no dudes en buscar a Dios.

La historia de Carlo Acutis continúa inspirando a muchos, y su legado vive en cada uno de nosotros.

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