En octubre de 2006, dos semanas antes de su trágica partida, Carlo Acutis compartió una inquietante revelación con su mejor amiga, Alessandra Moretti.

Alessandra, quien había sido su confidente durante más de una década, recuerda esas palabras como un eco que reverbera en su alma.
“Un día vas a sentir que todo se te cae por dentro”, le dijo Carlo con una mirada profunda, como si pudiera ver más allá de lo evidente.
Aquel día, mientras el viento otoñal soplaba en Milán, Alessandra no podía imaginar el peso de la profecía que estaba a punto de cumplirse.
“Vas a sentirte vacía, aunque por fuera sigas sonriendo”, continuó Carlo, dejando a Alessandra con una sensación de inquietud.
La joven, en su inocencia, se rió nerviosamente, sin entender la gravedad de sus palabras.
“¿Cómo podía hablarme así?”, se preguntó, sin saber que esas frases se convertirían en su realidad.
Mientras el tiempo avanzaba, Carlo comenzó a enfermar de manera fulminante.
Primero, un cansancio extraño, luego un dolor en los huesos que lo debilitó rápidamente.
Su madre, con la intuición de una madre, lo llevó al hospital, donde el diagnóstico fue devastador: leucemia agresiva.
La vida de Alessandra se transformó en un caos de pasillos de hospital y oraciones que parecían no ser suficientes.
“Carlo nunca tuvo miedo”, recuerda Alessandra, “como si ya lo supiera, como si la muerte no fuera una amenaza para él”.
En medio de su dolor, las palabras de Carlo resonaban en su mente.
“Te vas a ver bien por fuera, pero por dentro te vas a sentir rota”.
La verdad de esas palabras comenzó a manifestarse cuando Carlo falleció, dejando un vacío inmenso en su vida.
“Yo lloré durante semanas, aferrándome a su recuerdo”, confiesa Alessandra, quien sintió que su mundo se desmoronaba.
Con el paso del tiempo, su fe comenzó a desvanecerse.
“Me fui alejando de Dios lentamente, como quien retrocede sin saberlo”, dice con tristeza.

Alessandra vivió una doble vida espiritual, aparentando tener fe mientras por dentro se sentía vacía.
“Era como una marioneta espiritual, una sombra de lo que había sido”, reflexiona.
Las advertencias de Carlo no la abandonaban, pero ella se negaba a escucharlas.
“¿Cómo podía admitir que la mejor amiga de San Carlos Acutis se había convertido en una cristiana vacía?”, se cuestiona.
Sin embargo, el punto de quiebre llegó durante una misa en la que no sintió nada.
“Fue como si estuviera viendo un gesto más, una rutina sin sentido”, recuerda con dolor.
Al llegar a casa, lloró como no lo había hecho desde la muerte de Carlo.
“Pero incluso en ese llanto había algo falso, algo torcido”, admite.
Fue entonces cuando comenzó a soñar con Carlo, no como un recuerdo, sino como una presencia real.

“Me decía, ‘Ale, regresa'”, y esos sueños no dejaban de repetirse.
Una noche, mientras revisaba correos, el ambiente cambió y sintió una presencia cálida.
“Era como si la habitación se llenara de luz”, relata, recordando el momento en que la pulsera de Carlo comenzó a desprender un olor a incienso.
“Me arrodillé en el suelo, con la pulsera en la mano, y lloré como nunca antes”, dice Alessandra.
En ese instante, sintió que Dios estaba ahí, que no la había dejado caer sola.
“Fue una intervención divina, una promesa cumplida”, asegura.
Días después, asistió a una misa en Asís, donde el sacerdote pidió especialmente por quienes llevan una doble vida espiritual.
“Sentí que alguien había pronunciado mi nombre en voz alta”, recuerda, emocionada.

Alessandra se dio cuenta de que Carlo no solo había sido su amigo, sino su intercesor desde el cielo.
“Él me había advertido y ahora estaba aquí, acompañándome en mi regreso”, dice con gratitud.
La historia de Alessandra y Carlo es un testimonio de amor, fe y redención.
“Si esta historia llegó a tus oídos, no fue casualidad”, afirma con convicción.
Hoy, Alessandra comparte su experiencia con la esperanza de que otros encuentren la fuerza para volver a Dios.
“Él no te abandona, no cierra la puerta aunque tú hayas dejado de tocarla”, dice con fe renovada.
La vida de Carlo Acutis sigue inspirando a muchos, y su legado perdura en cada corazón que busca la verdad.
“San Carlo, ruega por nosotros”, concluye Alessandra, recordando que la fe no se basa en sentir, sino en volver.