Este miércoles 21 de mayo, la televisión pública ha marcado un nuevo récord negativo de audiencia que ha dejado a todos sorprendidos.
Con apenas un 5,2% de cuota y solo 347,000 espectadores, la familia de la tele ha caído a niveles nunca antes vistos desde su llegada.
Este dato es el más bajo registrado hasta ahora y supera incluso la crisis que llevó a la cancelación del programa de Jordi González, “La Plaza”, en 2023.
La caída ha sido tan dramática que muchos se preguntan si existe algún escalón más hacia el fracaso, porque parece que ya lo han pisado.
Pero, ¿qué está pasando realmente en la televisión pública para que la audiencia huya de esta manera?
La respuesta tiene mucho que ver con la polémica en torno a Melody, la artista que ha sido víctima de un linchamiento mediático dentro del propio canal público.
Melody, conocida por su talento y su educación al responder a la prensa, ha sido humillada y ridiculizada en programas que deberían proteger a sus propios talentos.
Este trato injusto ha provocado que la audiencia se aleje, cansada de presenciar ataques constantes hacia una artista que solo ha elevado el nombre de España en Eurovisión.
De hecho, Melody logró el mejor dato de audiencia para la televisión pública en meses durante su participación en Eurovisión, algo que parece haberse olvidado rápidamente.
Kiko Matamoros, una figura polémica del medio, no dudó en insultar a Melody públicamente, lo que solo ha contribuido a la caída en picada de los números de audiencia.
Sus palabras reflejan una falta de respeto alarmante y un desconocimiento del valor artístico y profesional que Melody representa.
Además, la situación se complica porque Melody ha estado enfrentando problemas detrás de cámaras que pocos conocen.
Se ha filtrado que la cantante no estaba contenta con la organización del festival musical, ni con las decisiones tomadas sobre su actuación.
Por ejemplo, no pudo elegir a sus bailarines y la versión de la canción que interpretó no era la que más le gustaba ni con la que se sentía cómoda.
Incluso, semanas antes de su participación, Melody expresó a su entorno su arrepentimiento por haber ganado el Venidor Fest, el certamen que le abrió las puertas a Eurovisión.
Estos datos revelan un malestar profundo y una presión que seguramente afectó su desempeño, aunque el público no lo percibió en el escenario.
A pesar de todo, Melody dio lo mejor de sí y logró cautivar a la audiencia con su talento y profesionalismo, demostrando una fortaleza admirable.
Sin embargo, la televisión pública no ha sabido cuidar ni proteger a esta artista, sino que ha permitido que la política y las tensiones internas afecten su imagen y carrera.
Incluso se habla de posibles sanciones a Melody por romper el contrato con RTVE, algo que muchos consideran injusto dadas las circunstancias.
La cantante ya ha triplicado su caché desde su participación en Eurovisión, lo que demuestra que su valor artístico está reconocido fuera del canal público.
Por si fuera poco, Melody ha evitado atender a los medios de RTVE, prefiriendo hablar con otras cadenas, lo que evidencia la fractura entre la artista y la corporación.
Este distanciamiento solo ha aumentado la polémica y ha dejado en evidencia la mala gestión y el trato desigual que se da a los talentos dentro de la televisión pública.
Los comentarios polémicos de los presentadores Tony Aguilar y Julia Varela, quienes hicieron alusiones políticas durante la retransmisión, tampoco ayudaron a mejorar la imagen del canal.
Estas declaraciones generaron rechazo y pusieron en entredicho la imparcialidad y profesionalismo de RTVE en un evento cultural tan importante.
Mientras tanto, la audiencia sigue disminuyendo y la credibilidad del canal público está en entredicho.
Muchos espectadores exigen una disculpa pública y un cambio de actitud hacia los artistas que representan a España en el extranjero.
La situación de Melody es solo la punta del iceberg de un problema mayor que afecta a la televisión pública desde hace tiempo.
La falta de respeto, la politización y la mala gestión han generado un ambiente tóxico que aleja a la audiencia y perjudica la calidad de los programas.
Es momento de reflexionar y tomar medidas para recuperar la confianza del público y apoyar a los artistas que llevan el nombre de España más allá de sus fronteras.
La historia de Melody debería ser un llamado de atención para RTVE y para todos los que trabajan en la televisión pública.
Porque detrás de cada artista hay una persona que merece respeto, apoyo y reconocimiento, no humillaciones ni desprecios.
El futuro de la televisión pública depende de cómo manejen esta crisis y de su capacidad para aprender de los errores cometidos.
Solo así podrán recuperar la audiencia perdida y volver a ser un referente cultural y artístico en España.
¿Crees que la televisión pública logrará superar esta crisis? ¿O seguirá cayendo en picado mientras ignora a sus propios talentos?
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