Este uruguayo, nacido con un talento único para la música, se convirtió en un ícono junto a su banda Los Iracundos.
Sin embargo, detrás del brillo del escenario se escondía una historia de dolor, traiciones y un final desgarrador que marcó a sus seguidores.
Desde temprana edad, Eduardo descubrió su pasión por el canto.
Durante su adolescencia, desatendió los estudios para dedicarse a la composición musical, pese a las advertencias de sus maestros sobre la inestabilidad económica del arte.
Decidido a seguir su sueño, en 1958 fundó la banda Los Blue Kings, que luego cambiaría su nombre a Los Iracundos en 1963.
El ascenso de la banda fue meteórico.
Con un contrato firmado con el sello RCA Víctor, Los Iracundos realizaron giras internacionales y grabaron más de 30 álbumes.
Durante esta etapa de gloria, Eduardo conoció a quien sería el amor de su vida, contrayendo matrimonio en 1966.
Sin embargo, no todo fue felicidad.
En 1969, la banda sufrió dos graves accidentes de tránsito en Argentina.
Solo un mes después, otro accidente afectó a tres miembros del grupo, entre ellos Eduardo, quien resultó herido en el tórax.
A pesar de las adversidades, continuaron grabando y conquistando corazones con éxitos como La lluvia terminó.
La lealtad de Eduardo a su banda fue inquebrantable.
A pesar de recibir una oferta millonaria en Estados Unidos, decidió quedarse con Los Iracundos, priorizando la amistad por encima del dinero.
Pero el destino le tenía preparada una amarga lección: algunos miembros del grupo comenzaron a exigir parte de los derechos de autor de las canciones, aunque no habían participado en su composición.
Las disputas internas llegaron a un punto crítico en 1986, cuando los conflictos por los derechos de autor y el uso del nombre de la banda provocaron la separación del grupo.
Hugo Burgueño, uno de los miembros, se apropió del nombre de Los Iracundos en Argentina y comenzó a cobrar regalías que no le correspondían.
Ese mismo año, Eduardo fue diagnosticado con un cáncer terminal en los ganglios linfáticos.
Su salud se deterioró rápidamente, dejándolo postrado en una silla de ruedas y obligándolo a someterse a una operación de columna vertebral.
A pesar de su debilitado estado, encontró fuerzas para componer una última canción, Apróntate a vivir, una emotiva despedida dedicada a su familia y a quien ocuparía su lugar en la banda.
El 3 de abril de 1988, Eduardo realizó su última presentación en Paraguay.
Menos de un año después, el 1 de febrero de 1989, falleció a los 43 años, dejando un legado imborrable en la música romántica.
Tras su muerte, las traiciones no cesaron.
Hugo Burgueño intentó comprarle a la viuda de Eduardo los derechos de todas sus canciones a un precio irrisorio, pero ella rechazó la propuesta.
A pesar de los esfuerzos por despojarlo de su legado, Eduardo Franco sigue siendo recordado como un artista íntegro que dio todo por su pasión y su banda.
La historia de Eduardo Franco es un recordatorio de que detrás del éxito muchas veces se esconden luchas internas y sacrificios personales.
Su legado musical continúa vivo, y su voz, cargada de emoción y nostalgia, sigue conquistando corazones en todo el mundo.