Joan Manuel Serrat, icónico cantautor catalán, recibió el Premio Princesa de Asturias de las Artes en una ceremonia emotiva celebrada en el Teatro Campoamor de Oviedo.

En un discurso poético y profundo, Serrat compartió su visión sobre el mundo actual y reflexionó sobre los valores que han marcado su vida y carrera.
Acompañado de su esposa, hijas y amigos cercanos como Ana Belén y Víctor Manuel, el artista de 80 años se dirigió al público con una mezcla de gratitud y crítica social.
Serrat, quien dejó los escenarios en 2022, sorprendió al interpretar una de sus canciones más queridas, “Aquellas pequeñas cosas”, acompañado por un violín que resonó en el histórico teatro.

La canción, un homenaje a los momentos simples de la vida, evocó aplausos y emocionó a la audiencia.
La interpretación fue más que un acto musical: se sintió como una declaración de principios, en un momento en que Serrat destacó la importancia de los valores humanos frente a un mundo cada vez más dominado por el mercado y la ambición.
En su discurso, Serrat recordó sus humildes orígenes y los valores que le inculcó su familia durante su infancia en la posguerra. “Vengo de una familia humilde que me dio lo mejor que podrán hallar en mí”, expresó con nostalgia y gratitud.
Serrat describió cómo aquellos primeros sueños e ideales lo llevaron a convertirse en el hombre que es hoy, “un hombre partidario de la vida”, dedicado a su oficio de cantar y escribir canciones.

El jurado, al otorgarle el galardón, destacó el compromiso social y cultural del artista.
En su intervención, Serrat respondió a este reconocimiento delineando su filosofía de vida: “Prefiero los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y el instinto a la urbanidad.
Soy un animal social y racional que necesita del hombre más allá de la tribu. Creo en la tolerancia.
Creo en el respeto al derecho ajeno y en el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente”.
A pesar de su mensaje esperanzador, Serrat no evitó hablar de su desilusión frente a la sociedad actual. “Tal vez por eso no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario”, expresó.

Criticó la realidad en la que los valores democráticos y morales han sido reemplazados por “la avidez del mercado” y lamentó la falta de respuestas firmes y unánimes ante las injusticias.
“No me conformo al ver los sueños varados en la otra orilla del río”, afirmó Serrat con evidente pesar, aludiendo a aquellos ideales que, según él, aún no han podido cumplirse.
El discurso concluyó con una reflexión personal y un agradecimiento a las personas que han sido fundamentales en su vida.
Serrat expresó su deseo de ser recordado como “un buen hombre, justo y agradecido”, y dedicó palabras sinceras a su familia, especialmente a sus nietos, a quienes describió como su “mayor orgullo”.
También agradeció a sus seguidores, a quienes dijo: “Gracias a los que han hecho suyas mis canciones y a todos los que desde los cuatro puntos cardinales se alegran conmigo al ver mi nombre unido a la rotunda lista de galardonados con este premio”.
Con esta intervención, Serrat reafirmó su legado no solo como artista, sino como un referente de los valores cívicos y éticos que ha defendido durante su carrera.
En un mundo cambiante, su voz sigue resonando como símbolo de compromiso y humanidad, un recordatorio de que, aunque los tiempos cambien, ciertos principios deben perdurar.