Sonny Rollins, uno de los saxofonistas más icónicos e influyentes en la historia del jazz, ha dejado una huella imborrable en el mundo de la música.
Conocido por su impresionante habilidad técnica, improvisaciones apasionantes y un sonido inconfundible, Rollins ha sido una figura clave en la evolución del jazz moderno.
Nacido como Theodore Walter Rollins el 7 de septiembre de 1930 en Harlem, Nueva York, Rollins creció en un ambiente impregnado de música.
Durante los años 50, una de las décadas más creativas en la historia del jazz, Rollins tocó junto a leyendas como Miles Davis, Charlie Parker, Thelonious Monk y Max Roach, consolidándose rápidamente como un talento excepcional.
Uno de los momentos más notables de su carrera fue la grabación del álbum Saxophone Colossus en 1956, que incluye algunas de sus composiciones más memorables como “St.
Thomas” y “Blue 7”. Este álbum no solo confirmó su estatus como uno de los grandes del jazz, sino que también destacó su estilo distintivo, caracterizado por largas y complejas líneas melódicas y una capacidad única para desarrollar sus improvisaciones.
A lo largo de su carrera, Rollins siempre ha sido un innovador.
En 1959, en uno de los actos más audaces de su vida, decidió retirarse temporalmente de la escena musical para perfeccionar su arte en soledad.
Durante este periodo, solía practicar su saxofón en el puente Williamsburg de Nueva York, donde pasaba horas buscando nuevos sonidos y técnicas.
Este “retiro” culminó con su regreso triunfal en 1962 con el álbum The Bridge, que es considerado una obra maestra.
La longevidad de su carrera es otro testimonio de su grandeza. Rollins continuó tocando, grabando y actuando en vivo durante más de seis décadas, siempre buscando nuevas formas de expresarse a través de su música.
Su influencia se extiende más allá del jazz, inspirando a generaciones de músicos de diferentes géneros.
Hoy, a sus más de 90 años, aunque retirado de los escenarios debido a problemas de salud, el legado de Sonny Rollins sigue vivo.
Es un verdadero coloso del jazz, cuyo impacto perdura en cada nota que dejó y en cada saxofonista que sigue sus pasos.
Con su enfoque creativo y su pasión inquebrantable, Rollins ha asegurado su lugar entre los inmortales del jazz, recordándonos que la música, en sus manos, siempre fue un puente hacia la grandeza.