🌹 “No podía verla sufrir más”: el testimonio más doloroso de Maju Mantilla sobre la enfermedad que se llevó a su mamá 🙏
“Ver sufrir a mi mamá fue como morir un poco cada día.

” Con esa frase, Maju Mantilla inició su estremecedora confesión, una historia que nadie imaginaba escuchar de quien siempre fue símbolo de alegría y fortaleza.
Durante años, su madre luchó contra una enfermedad implacable, de esas que roban el cuerpo poco a poco, pero nunca el espíritu.
“Mi mamá era una guerrera.
Nunca se rindió, aunque sabía que el final se acercaba.
Me enseñó a tener fe incluso cuando todo parecía perdido.

En su testimonio, Maju relató los días más difíciles: los hospitales, las oraciones interminables, las noches sin dormir.
“La veía cerrar los ojos del cansancio y aún así me sonreía.
Me decía que todo estaría bien, aunque sabía que no lo estaría.
” Asegura que cada minuto fue una mezcla de esperanza y miedo, de rezos y lágrimas escondidas.
“Yo no quería que ella me viera llorar.
No quería que pensara que me estaba despidiendo.
Pero dentro de mí, ya sentía el vacío.
La enfermedad, que durante mucho tiempo mantuvieron en reserva, fue más cruel de lo que cualquiera pudo imaginar.
“Había días en que el dolor era insoportable, pero ella seguía agradeciendo a Dios por un nuevo amanecer.
Decía: ‘Mientras pueda ver el sol, todavía estoy viva.
’ Esa frase nunca la olvidaré.

Maju Mantilla recordó el momento en que comprendió que debía dejarla ir.
“Fue la noche más dura de mi vida.
Le tomé la mano y le dije que podía descansar.
Que no tenía que luchar más por mí.
Y aunque fue lo más doloroso que he dicho en mi vida, fue también un acto de amor.
” Según contó, minutos después, su madre se fue en paz, rodeada de su familia, con el rostro sereno.
“No hubo gritos, no hubo miedo.
Solo silencio.
Un silencio que todavía me acompaña cada día.
”
Durante la entrevista, Maju no pudo contener las lágrimas al recordar los últimos días juntas.
“Ella me pidió una sola cosa: que no me rindiera.
Que siguiera trabajando, riendo, viviendo.
Y eso trato de hacer, aunque hay momentos en los que todo me recuerda a ella.
Tras su pérdida, la exreina de belleza se sumió en un duelo profundo.
Se alejó por un tiempo de las cámaras, evitó las entrevistas y se refugió en su familia y en la fe.
“Fue como si el mundo se apagara.
No tenía fuerzas para nada.
Pero entendí que ella no querría verme así.
Que su amor sigue aquí, en cada palabra, en cada recuerdo.
En su mensaje, Maju también habló de la fortaleza que encontró en sus hijos.
“Ellos me devolvieron la vida.
Cuando me abrazan, siento que mi mamá está conmigo, en sus risas, en su ternura.
Me recuerdan que la vida sigue, que el amor no muere.
”
Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo.
Miles de personas compartieron su testimonio, acompañándolo con palabras de admiración y solidaridad.
“Gracias por hablar con tanta sinceridad, por mostrarnos que el dolor también puede ser amor”, escribió una seguidora.
Otros expresaron su empatía recordando a sus propios seres queridos perdidos por enfermedades similares.
Lo que más impactó del relato de Maju fue su serenidad al hablar de la muerte.
“Ya no le tengo miedo”, confesó.
“Porque entendí que la muerte no es un final, sino un cambio.
Mi mamá no se fue.
Solo está en otro lugar, más tranquilo, sin dolor.
” Esa fe, dice, fue lo que la salvó del abismo del sufrimiento.
“Hubo noches en que me sentía rota, en que no podía respirar del dolor.
Pero me aferré a Dios y a las palabras que ella me dejó: ‘Todo pasa, hijita.
Todo pasa.
’”
A medida que avanzaba la conversación, la exreina mostró una fortaleza que conmovió incluso a los presentadores.
“Perder a una madre es perder el norte”, dijo con voz temblorosa.
“Pero también es descubrir que su amor vive en ti.
Cada vez que enfrento algo difícil, escucho su voz dentro de mí diciendo: ‘Tú puedes, Maju.
’”
Su historia no es solo la de una pérdida, sino la de una promesa cumplida.
“Le prometí que la honraría siendo feliz.
Que seguiría ayudando a otros, sonriendo, viviendo.
Porque eso es lo que ella hubiera querido.
” Y aunque el dolor no desaparece, asegura que ha aprendido a convivir con él.
“El duelo no se supera, se aprende a caminar con él.
Hay días en que siento que no puedo más, y entonces miro al cielo y le hablo.
Le digo que la extraño.
Y, de alguna forma, siento que me escucha.
”
Al final, entre lágrimas y con una sonrisa triste, Maju dejó un mensaje para todos los que atraviesan una pérdida.
“No hay palabras que alivien la ausencia, pero hay amor.
Y el amor no muere.
Mi mamá sigue aquí, en mí, en mi voz, en cada amanecer.
”
Esa frase, tan simple y tan verdadera, resonó con una fuerza que hizo que todo el país guardara silencio.
Porque detrás del brillo y la fama, Maju Mantilla nos recordó algo profundamente humano: que no hay título, éxito o belleza que pueda aliviar la pérdida de una madre.
Solo el amor, ese que sobrevive incluso a la muerte, puede sostenernos en la oscuridad.
Y así, su historia no solo conmovió a miles, sino que también se convirtió en un homenaje eterno.
Un testimonio de fe, fortaleza y amor incondicional.
Porque aunque su madre ya no está, la huella que dejó en su hija sigue brillando —más viva que nunca— en cada palabra que Maju pronuncia con el corazón.