😢 “‘No me dejen morir’: el drama oculto detrás del dolor de la mamá de Maju Mantilla”
Maju Mantilla siempre habló de su madre como su mayor inspiración.

Fue ella quien la apoyó desde sus primeros certámenes de belleza, quien la impulsó a soñar más allá de las fronteras de Trujillo, quien la abrazó cuando la fama llegó acompañada de críticas y responsabilidades.
Pero detrás de esa relación de amor incondicional, había también años de sacrificio, silencios y una enfermedad que fue avanzando sin piedad.
Según allegados, la salud de la madre de Maju comenzó a deteriorarse meses antes de su partida.
Las hospitalizaciones se hicieron más frecuentes, los tratamientos más intensos, y el dolor más visible.
En casa, la angustia se mezclaba con la esperanza.
Ella, una mujer fuerte y devota, nunca perdió la fe, pero su cuerpo ya no respondía igual.

“Solo quiero vivir un poco más, ver a mis nietos crecer”, habría dicho entre lágrimas en una de sus últimas conversaciones.
Lo más devastador fue su súplica final.
Testigos cercanos aseguran que, en medio del cansancio y el miedo, pronunció una frase que desgarró el corazón de quienes estaban a su lado: “No me dejen morir.
” Era un clamor de amor, de miedo y de apego a la vida.
No fue un reclamo, fue una petición desesperada.
Aquella escena quedó grabada en la memoria de Maju, que, según fuentes cercanas, no ha logrado superar ese momento.
Mientras tanto, el entorno mediático comenzó a llenarse de rumores sobre el distanciamiento con Gustavo, su esposo.

Algunos programas insinuaron que él no estuvo presente en los momentos más difíciles, lo que generó críticas y especulaciones.
Sin embargo, nadie sabía realmente lo que ocurría dentro del hogar.
Maju se mantuvo firme, reservada, evitando que el dolor familiar se convirtiera en espectáculo.
Pero el silencio, a veces, habla más que mil palabras.
Se dice que durante los días más duros, Maju se dividía entre su trabajo en televisión y las visitas constantes al hospital.
Dormía poco, comía apenas y se aferraba a la esperanza.
“Mamá es fuerte, va a salir de esta”, repetía, aunque su mirada traicionaba el miedo.
Cuando la noticia de la muerte se hizo pública, las redes se llenaron de mensajes de condolencia, pero nadie imaginaba el verdadero infierno que había vivido.
Fuentes cercanas a la familia aseguran que Gustavo intentó acompañarla, pero la relación ya pasaba por un momento delicado.
La distancia emocional se hizo evidente, y Maju, cargando con el dolor de una pérdida inminente, se sintió más sola que nunca.
“Ella se refugió en sus hijos, en el recuerdo de su madre y en su fe”, comentó una amiga íntima.
Los últimos días de la madre de Maju fueron una mezcla de resignación y esperanza.
A pesar del sufrimiento, sonreía cuando veía a su hija entrar a la habitación.
Le pedía que no llorara, que siguiera adelante.
“Tú eres fuerte, Maju.

No me falles”, le habría dicho poco antes de partir.
Esas palabras, aunque llenas de amor, se convirtieron también en una carga emocional que Maju lleva hasta hoy.
El impacto de su muerte fue devastador.
Durante semanas, Maju evitó aparecer en público.
Su ausencia en programas y eventos llamó la atención de la prensa, pero pocos comprendían la profundidad de su duelo.
Cuando finalmente volvió a las cámaras, lo hizo con una sonrisa serena, aunque sus ojos contaban otra historia.
“Mi madre fue mi ejemplo de vida”, declaró en una entrevista tiempo después.
“No hay día que no piense en ella.
Hay momentos en los que todavía escucho su voz.
” Fue la confesión de una hija que, pese a la fortaleza que muestra, sigue marcada por aquel último pedido de ayuda que no pudo cambiar el destino.
El tema de Gustavo volvió a aparecer entre los titulares.
Algunos lo criticaron duramente, otros lo defendieron.
Maju, fiel a su estilo, nunca habló mal de él.
“Las personas viven sus duelos de manera distinta”, fue lo único que dijo, cortando de raíz cualquier intento de polémica.
Pero quienes la conocen bien aseguran que esa etapa de su vida marcó un antes y un después, no solo como figura pública, sino como mujer.
Hoy, la ex Miss Mundo intenta seguir adelante, honrando la memoria de su madre en cada paso.
Participa en obras benéficas, dedica tiempo a su familia y evita los escándalos.
Pero quienes la observan con atención saben que detrás de cada sonrisa hay una herida que aún no cicatriza.
Una herida que lleva el eco de una súplica, de una despedida y de una pregunta que aún retumba: ¿dónde estaba Gustavo cuando ella más lo necesitaba?
Quizás nunca se sepa toda la verdad.
Lo único cierto es que aquella mujer que alguna vez fue el pilar de Maju se fue con la esperanza de que su hija siguiera brillando, incluso en medio del dolor.
Y Maju, entre lágrimas y silencio, lo ha cumplido.
Porque aunque el tiempo pase, el amor de una madre no muere.
Simplemente se transforma en fuerza… en recuerdo… y en esa voz que, aún desde el más allá, sigue susurrando: “No me dejes morir.
”