💸¡Te Vas a Arrepentir de Querer un McLaren! Yeferson Cossio Revela el COSTO REAL de Mantener Uno en Colombia
Yeferson Cossio, una de las figuras más polémicas y vistas del entretenimiento digital colombiano, no tiene miedo de mostrar su vida sin filtros.

Esta vez, su objetivo no fue hacer una broma pesada ni adoptar un animal exótico: fue contar, con cifras reales y sin maquillaje, lo que significa tener un McLaren en Colombia.
Muchos sueñan con tener uno, pocos saben lo que implica.
Él lo vive en carne propia, y lo que revela puede hacerte pensar dos veces antes de querer seguir ese estilo de vida.
Para empezar, solo traer un McLaren a Colombia ya representa una travesía burocrática y económica abrumadora.
Los impuestos de importación, los aranceles, el transporte internacional y los trámites de nacionalización pueden elevar el precio original del auto hasta el doble.
Lo que en otros países cuesta medio millón de dólares, aquí fácilmente puede llegar a los mil millones de pesos colombianos.
Y eso es solo para verlo estacionado en tu garaje.
Pero el verdadero golpe viene después.
Cossio confesó que el mantenimiento mensual de su McLaren no baja de los millones de pesos.

Solo el seguro, obligatorio y con primas absurdamente altas debido al valor del auto, ya representa una carga constante.
Sumado a eso, están los mantenimientos preventivos, que no se hacen en cualquier taller de esquina: cada revisión debe hacerse en centros especializados, con piezas importadas y técnicos certificados.
Una simple calibración o cambio de aceite puede costar más que el sueldo mensual de un trabajador promedio.
Y no hablemos de los neumáticos.
Un juego de llantas para McLaren puede superar los 15 millones de pesos, y no duran lo que uno esperaría.
En un país con carreteras llenas de baches, clima impredecible y tráfico agresivo, el desgaste es brutal.
Y si por mala suerte hay un accidente menor, el precio de los repuestos es directamente proporcional al sufrimiento del dueño.
Una sola pieza puede tardar semanas en llegar y costar más que una motocicleta nueva.
Además, Cossio contó que hay gastos “invisibles” que nadie considera: la vigilancia extra, el espacio seguro para guardarlo, los sistemas de alarma, las rutas planeadas para evitar zonas de riesgo.
No es solo tener un carro bonito, es vivir con el estrés constante de proteger una inversión que parece gritar “asáltame” cada vez que sale a la calle.
Y eso sin contar el gasto en combustible.
Un McLaren no funciona con gasolina corriente.

Necesita lo mejor, lo más caro, y lo consume como si tuviera sed insaciable.
Un tanque lleno puede costar varios cientos de miles de pesos… y se vacía en un par de días si se usa con frecuencia.
A pesar de todo, Cossio no se queja.
Aclara que no compró el auto para presumir, sino porque ama los autos deportivos y quería darse un gusto.
Pero también advierte que muchas personas idealizan este estilo de vida sin entender el precio real que conlleva.
“No es solo tener plata para comprarlo”, dijo, “es tener plata para mantenerlo, arreglarlo y hasta para no usarlo cuando toca”.
Su testimonio se volvió viral porque desmitifica esa imagen perfecta del influencer millonario que solo vive de lujos.
Detrás de cada foto del McLaren en Instagram hay decenas de pagos, problemas logísticos, dolores de cabeza y decisiones difíciles.
Es lujo, sí… pero también es una carga.
Yeferson fue claro: si no tienes una fuente de ingresos constante, diversificada y sólida, no tienes nada que hacer con un carro de este nivel.
“Es como tener un hijo caprichoso que come millones todos los meses y que, si te descuidas, te mete en problemas”.

En un país donde el salario mínimo ronda el millón de pesos, escuchar que un solo mantenimiento del McLaren puede costar diez veces eso es simplemente escandaloso.
Pero así es la realidad que muchos desconocen.
Tener un McLaren no es solo símbolo de riqueza.
Es símbolo de compromiso, de gastos descomunales, y de una vida donde todo, absolutamente todo, gira en torno a mantener esa joya rodante en perfecto estado.
Así que la próxima vez que veas a alguien paseando en uno de estos autos, no pienses solo en el glamour.
Piensa también en los millones que se van en cada kilómetro.
Porque, como bien lo mostró Yeferson Cossio, en Colombia, el lujo no solo se paga… se sangra.