😱 Miguel Uribe Turbay escapó de la muerte y revela el secreto: “Fue la mano de Dios”
Miguel Uribe Turbay no es ajeno a la presión, al escrutinio público ni a los desafíos políticos de alto voltaje.
Pero esta vez no fue un debate en el Senado ni una polémica en redes lo que lo puso en el centro de atención.
Fue la vida misma.
O mejor dicho, la casi pérdida de ella.
Durante un viaje privado a una región montañosa del centro del país, Miguel Uribe vivió lo que él mismo calificó como “el momento más aterrador y milagroso” de su existencia.
Todo ocurrió durante un recorrido por una zona rural donde se desarrollaban actividades comunitarias.
El clima era inestable y, contra toda recomendación, se decidió continuar el trayecto por carretera en medio de fuertes lluvias.
La camioneta en la que viajaba —junto a tres colaboradores— perdió el control al cruzar un puente estrecho y terminó derrapando hacia una pendiente con una caída de más de 40 metros.
Fue cuestión de segundos.
Los gritos, el golpe, el giro del vehículo en el aire… y luego, el silencio.
El vehículo quedó hecho pedazos, semienterrado entre piedras y lodo.
Los testigos de la comunidad cercana corrieron desesperados creyendo que nadie habría sobrevivido.
Pero cuando llegaron al lugar, lo increíble ocurrió: Miguel Uribe estaba de pie, cubierto de barro, sangrando por el brazo, pero consciente.
Sus primeras palabras, según quienes lo auxiliaron, fueron: “Dios me protegió.
Esto fue un milagro”.
Los médicos que lo atendieron después confirmaron que, dadas las condiciones del accidente, lo más probable era una muerte instantánea.
“Las lesiones que presenta son mínimas considerando la magnitud del impacto”, aseguró el jefe de urgencias del hospital local.
Dos de los acompañantes sufrieron heridas leves, y uno más fue intervenido quirúrgicamente, pero está fuera de peligro.
¿Casualidad? ¿Destino? Para Miguel Uribe, no hay duda: fue una intervención divina.
En una declaración pública emitida al día siguiente del accidente, el político expresó con la voz aún entrecortada: “Estoy aquí para decirles que Dios existe.
Yo no debía estar vivo.
Vi la muerte frente a mí y sentí que alguien me sostenía.
No es retórica, no es una frase bonita.
Es lo que sentí, lo que viví.
Dios me sostuvo”.
Las redes sociales estallaron.
El video de su declaración se volvió viral en minutos.
Creyentes y no creyentes compartieron el momento, generando un aluvión de comentarios.
Muchos lo llamaron “testimonio de fe”, otros lo criticaron por “utilizar la espiritualidad para hacer política”, pero lo cierto es que el país entero volvió la mirada hacia él con una mezcla de asombro, respeto y curiosidad.
Desde su recuperación, Miguel Uribe ha prometido que su vida cambiará.
Que ya no solo luchará por reformas o políticas públicas, sino por fomentar valores espirituales y humanos dentro del discurso público.
“No me importa si se burlan, yo vi la mano de Dios y quiero que otros lo sepan”, dijo en una entrevista televisiva posterior.
Incluso figuras del espectáculo y religiosos de distintas denominaciones se han pronunciado al respecto.
Algunos sacerdotes han calificado su experiencia como “un claro ejemplo de la gracia divina”, mientras otros opinan que “es un llamado para recordar que la vida es un suspiro y que todos necesitamos algo más grande que nosotros mismos”.
Lo más llamativo es que Miguel Uribe, conocido por su tono racional, técnico y cerebral en política, ahora habla con el corazón abierto, sin filtro y sin miedo.
Asegura que esta experiencia lo ha transformado por dentro, que ha redefinido sus prioridades y que siente una misión diferente en la vida.
“Hoy no soy el mismo.
Hoy soy un sobreviviente con propósito”, afirmó en sus redes, junto a una imagen de sus zapatos embarrados y el lugar del accidente.
Mientras muchos buscan explicaciones técnicas, él insiste en una sola cosa: “Estoy vivo porque Dios lo quiso así”.
Y aunque no todos crean en milagros, la historia de Miguel Uribe Turbay es ya parte de una narrativa nacional que, por esta vez, no habla de muerte… sino de fe, de vida y de lo que algunos llaman destino, y otros simplemente, un milagro.
