“¿No estoy a tu nivel?”: Tekashi69 responde, desafía y pone millones sobre la mesa
El choque fue frontal, ruidoso y público, como todo lo que involucra a Tekashi 6ix9ine.

Bastó una frase de Anuel AA —“no está a mi nivel”— para que se desatara una tormenta mediática que volvió a encender el drama en el género urbano.
Pero lo que parecía un simple desaire terminó convirtiéndose en una humillación calculada, un reto millonario y una guerra de egos transmitida en tiempo real ante millones de seguidores.
Todo comenzó cuando Anuel, en una entrevista reciente, marcó distancia y dejó claro que no veía a Tekashi como un igual artístico.
La frase corrió como pólvora por redes sociales y, como era de esperarse, llegó rápido a oídos del rapero neoyorquino.
Lejos de ignorarla, Tekashi respondió con su arma favorita: el escándalo.
En un live explosivo, con tono burlón y gestos exagerados, negó estar “por debajo” y lanzó un desafío que dejó a todos boquiabiertos.

Tekashi no solo se defendió; atacó.
Dijo que los números no mienten, que su nombre sigue generando conversación global y que, guste o no, él sabe convertir polémica en dinero.
Pero el golpe más fuerte vino después: retó a Anuel a regalar 5 millones de dólares a sus fans o a causas benéficas.
“Si tú estás a otro nivel, demuéstralo”, disparó.
El mensaje fue claro: medir estatus no por palabras, sino por acciones.
La humillación fue quirúrgica.
Tekashi insinuó que quien realmente teme “no estar al nivel” es quien evita el reto.
Lo acusó de hablar desde la comodidad y de subestimar el impacto real que tiene el ruido digital en la industria actual.
Entre risas y provocaciones, dejó caer una idea incómoda: hoy, la relevancia no se decide solo en estudios de grabación, sino en la capacidad de dominar la conversación.
La reacción del público fue inmediata y dividida.
Un sector celebró la audacia del reto y la manera en que Tekashi convirtió una crítica en un golpe mediático.
Otro, fiel a Anuel, defendió que la trayectoria, los álbumes y la consistencia pesan más que cualquier show en redes.
El debate se instaló: ¿qué significa “estar a nivel” en 2025? ¿Talento, legado, números, influencia o poder económico?
Mientras tanto, Anuel optó por el silencio.
No hubo respuesta directa al reto millonario.
Ese silencio, lejos de apagar el fuego, lo avivó.
Para Tekashi, fue combustible puro.
Volvió a aparecer, subiendo apuestas verbales, recordando que el reto sigue en pie y que la ausencia de respuesta “dice más que mil canciones”.
Cada historia, cada clip, multiplicó las vistas y empujó el tema a tendencias.
En el trasfondo, la disputa reveló una fractura generacional y estratégica dentro del género.
Anuel representa el camino clásico: discos, giras, una narrativa de calle y constancia.
Tekashi encarna la era del impacto inmediato, donde el personaje es tan importante como la música.
Dos formas de entender el éxito chocando en público, sin filtros ni intermediarios.
También hubo quienes señalaron la ironía del reto: convertir la filantropía en arma de provocación.
Para algunos, una jugada cínica; para otros, una oportunidad real de hacer el bien bajo los reflectores.
Lo cierto es que la cifra —5 millones de dólares— elevó el listón y obligó a mirar más allá del insulto inicial.
El desafío dejó de ser solo un beef; se transformó en una prueba simbólica de poder.
Con cada hora que pasaba sin respuesta, Tekashi ganaba terreno en la narrativa.
No porque tuviera razón, sino porque entendió la lógica del momento: quien controla el ritmo controla la atención.
Y en la economía de la atención, eso vale oro.
Anuel, en cambio, apostó por no legitimar el circo.

Una estrategia que puede proteger el legado, pero que cede el escenario.
Al final, más allá de quién “gane”, el episodio confirmó algo que el público ya intuía: el género urbano sigue siendo un campo de batalla donde la música, el ego y el espectáculo se entrelazan.
Tekashi convirtió una frase en un evento.
Anuel dejó claro que no piensa bailar al son de la provocación.
Y los fans, como siempre, quedaron en medio, alimentando el fuego con cada click.

La pregunta que flota es simple y cruel: si el reto nunca se acepta, ¿quién pierde? Tal vez nadie.
Tal vez ambos ganan visibilidad.
O tal vez el verdadero perdedor sea el silencio, incapaz de competir con el ruido.
Por ahora, el desafío sigue abierto, los 5 millones siguen siendo un símbolo y la humillación —real o percibida— ya hizo su trabajo: mantener al mundo mirando.