💔 Vivian, la mejor amiga de Valeria Márquez, rompe en llanto y le pide perdón públicamente… ¡nadie esperaba esto!
A través de un video publicado en redes sociales que rápidamente se volvió viral, Vivian, conocida por todos como la confidente más cercana de Valeria Márquez, apareció visiblemente afectada, con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas.

Durante más de siete minutos, habló sin cortes, sin guion y sin filtros.
Lo que comenzó como un homenaje a su amiga terminó convirtiéndose en una confesión dolorosa y brutalmente honesta.
“Valeria, donde estés, te pido perdón.
Porque pude hacer más, porque lo vi venir… y no hice nada”, comenzó diciendo con un nudo en la garganta.
Vivian relató que durante los últimos meses de vida de Valeria, su comportamiento había cambiado de forma drástica.
Se mostraba más retraída, nerviosa, evitaba ciertos temas y, lo más inquietante, tenía miedo de estar sola.

“Me decía que sentía que alguien la seguía, que la vigilaban.
Yo pensé que eran cosas de su imaginación, estrés por la universidad… y la ignoré.
Me fallé como amiga y le fallé a ella”, admitió entre sollozos.
La confesión resonó como un grito de desesperación que nadie esperaba de quien todos consideraban un pilar emocional para la víctima.
Pero lo más estremecedor llegó después.
Vivian reconoció que Valeria le había confiado detalles comprometedores sobre su relación con su pareja, incluyendo episodios de violencia verbal, manipulación psicológica y amenazas veladas.
“Una vez me mostró un mensaje que decía ‘Si no eres mía, no serás de nadie’.
Me asusté, pero ella me dijo que todo estaba bien, que eran solo palabras.
Yo debí insistir, debí gritarle que lo denunciara, debí arrastrarla a una comisaría si era necesario… pero me quedé callada”, relató entre lágrimas.
La joven también confesó que, tras el asesinato, fue consumida por la culpa.
“No pude mirarle a los ojos a su madre.
Sentí que era tan culpable como el que la mató, por haber visto señales claras y haberme hecho la ciega.
Me escondí, me aislé, incluso pensé en irme del país.
Pero no puedo huir de esta culpa.
Por eso hoy hablo, porque ya no puedo seguir callando algo que me consume por dentro”.
Su mensaje fue directo, crudo y profundamente humano.
La reacción del público no se hizo esperar.
En menos de 24 horas, el video superó los dos millones de reproducciones y provocó un aluvión de comentarios divididos.
Algunos la aplaudieron por su valentía al enfrentar su responsabilidad emocional, mientras otros la cuestionaron duramente, acusándola de ser cómplice por omisión.
“Esto no la hace inocente, pero al menos tiene el valor que muchos no tuvieron”, escribió un usuario.
Otro comentó: “Perdón que llega tarde, pero que puede salvar otras vidas”.
Colectivos feministas también se pronunciaron, señalando que el caso de Vivian es reflejo de una sociedad que no ha aprendido a identificar los signos de abuso a tiempo.
“Vivian no es culpable, es otra víctima de un sistema que nos enseña a callar y a no intervenir.
Lo que hizo hoy es importantísimo: es una forma de justicia emocional que también necesita visibilidad”, declaró una vocera de una ONG de derechos humanos.
Además, tras esta confesión, las autoridades han decidido revisar nuevas pruebas, ya que Vivian mencionó detalles que no habían sido incluidos en su declaración inicial.
“Ahora quiero colaborar con todo lo que sé.
No quiero que la muerte de Valeria quede impune.
No voy a descansar hasta que se haga justicia, aunque me cueste la paz para siempre”, dijo hacia el final del video.
El nombre de Valeria Márquez ya está grabado en la memoria colectiva como un símbolo de injusticia, pero ahora también comienza a ser el motor de una conversación urgente sobre la responsabilidad afectiva, el silencio cómplice y la importancia de actuar a tiempo.
Vivian, con su pedido de perdón, ha reabierto heridas, sí, pero también ha encendido una chispa de conciencia que podría evitar futuras tragedias.
Y aunque el perdón no traerá de vuelta a Valeria, sus palabras pueden ser el primer paso para que otras no callen, para que otras vivan.
Porque a veces, el silencio mata más que las balas.