El Gobierno de Suecia desmiente las acusaciones de abuso de Greta Thunberg y Ada Colau durante la detención de la activista en Israel, señalando que no se han encontrado evidencias que corroboren sus relatos.
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En un giro inesperado de los acontecimientos, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia ha desmentido categóricamente las afirmaciones
realizadas por la activista medioambiental Greta Thunberg y la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en relación con supuestos abusos durante la detención de Thunberg en Israel.
Este episodio ha generado un intenso debate en las redes sociales y en los medios de comunicación, poniendo en tela de juicio la credibilidad de las denuncias realizadas por ambas figuras públicas.
La controversia comenzó cuando Thunberg, tras su detención, afirmó haber sido víctima de un trato inhumano, alegando que fue golpeada, pateada y humillada, además de ser privada de agua potable durante cinco días.
Estas declaraciones han resonado en un mundo que ya está polarizado en torno a la cuestión palestina e israelí.
Ada Colau, apoyando a Thunberg, describió el trato recibido como “indignante”, comparando su experiencia con la de otros activistas que han enfrentado la represión en contextos similares.

Sin embargo, el Gobierno sueco ha salido al paso de estas acusaciones, señalando que, tras realizar visitas consulares y una investigación exhaustiva, no se ha podido corroborar ninguna de las afirmaciones de Thunberg.
Según los informes internos, aunque la activista mencionó haber experimentado un trato rudo, no se encontraron evidencias de agresiones físicas ni insultos.
Esta disparidad entre la versión de Thunberg y la documentación oficial ha suscitado una serie de interrogantes sobre la veracidad de sus afirmaciones.
“Estamos tomando este asunto con la seriedad que merece”, declaró Svante Lilliehöök, asesor del ministro de Exteriores sueco. “No existe interés alguno en ocultar información relevante”, agregó, enfatizando que el Ministerio se encuentra comprometido en esclarecer los hechos.
La situación se complica aún más con la participación de Colau, quien ha reiterado su apoyo a Thunberg en medios españoles, describiendo su experiencia como una violación clara de los derechos humanos.

Los correos internos del Ministerio sueco han revelado que los diplomáticos que visitaron a los detenidos no corroboraron las acusaciones de Thunberg, lo que ha llevado a muchos a cuestionar la credibilidad de ambas activistas.
En este contexto, el Gobierno sueco ha calificado las afirmaciones de Thunberg y Colau como “inexactas” y “sin fundamento”, recordando que el procedimiento aplicado durante la detención fue el habitual para este tipo de casos.
La discrepancia entre las versiones de Thunberg y Colau y los informes oficiales ha dejado a la vista una clara contradicción.
Mientras que las activistas han presentado relatos que, según el Gobierno sueco, no se ajustan a la realidad, se plantea la posibilidad de que ambas figuras hayan exagerado los hechos con el fin de generar un impacto mediático.
Esto ha llevado a muchos a preguntarse si el activismo puede cruzar la línea entre la denuncia legítima y la distorsión de la realidad.
En medio de este escándalo, las reacciones han sido diversas.
Algunos han defendido a Thunberg y Colau, argumentando que su valentía al hablar sobre sus experiencias debería ser valorada, mientras que otros han criticado la falta de pruebas verificables que respalden sus acusaciones.
La polarización de opiniones es evidente, y el debate sobre la veracidad de los relatos de las activistas sigue en auge.

La situación también ha puesto de relieve la complejidad de la relación entre activismo y política.
Thunberg y Colau, al ser figuras prominentes en sus respectivos campos, han atraído la atención de los medios y del público, lo que podría haber influido en la manera en que se han presentado sus relatos.
En un mundo donde la información se difunde rápidamente, la capacidad de discernir entre hechos y narrativas se vuelve crucial.
Mientras tanto, el Gobierno sueco continúa su investigación, buscando aclarar las discrepancias y determinar la verdad detrás de estas acusaciones.
La situación plantea preguntas importantes sobre la responsabilidad de los activistas al comunicar sus experiencias y sobre el papel de los gobiernos en la protección de los derechos humanos.
En conclusión, el desmentido oficial del Gobierno de Suecia deja en evidencia una serie de contradicciones que desafían la credibilidad de las acusaciones de Greta Thunberg y Ada Colau.
A medida que se desarrolla esta historia, el público se enfrenta a la difícil tarea de evaluar la veracidad de los relatos presentados y considerar las implicaciones más amplias de este conflicto.
Este episodio no solo pone en cuestión las experiencias individuales de las activistas, sino que también refleja la tensión entre la verdad y la narrativa en el ámbito del activismo político.
La historia está lejos de concluir, y el interés por conocer la verdad detrás de estas acusaciones seguirá captando la atención de muchos.