Jane Goodall, la reconocida primatóloga y defensora del medio ambiente, ha fallecido a los 91 años, dejando un legado histórico en la comprensión de los chimpancés y la conservación del planeta.

El mundo de la ciencia, la conservación y la defensa de los animales llora la pérdida de Jane Goodall, quien falleció a los 91 años dejando un legado imborrable en la comprensión de los chimpancés y la protección del planeta.
La noticia se confirmó temprano esta mañana, y rápidamente organizaciones, científicos y ciudadanos de todo el mundo compartieron su dolor y homenaje en redes sociales.
“Jane no solo nos enseñó a estudiar, sino a sentir, a conectar con la naturaleza como nunca antes lo habíamos hecho”, comentó emocionada Teresa Morales, bióloga y colaboradora de la Fundación Goodall.
“Era capaz de mirar a un chimpancé y ver un reflejo de humanidad; eso es algo que pocas personas han logrado”.
Goodall inició su carrera científica en 1960 cuando viajó a Gombe, en Tanzania, con apenas 26 años, sin título universitario en primatología, pero con una pasión desbordante por los animales.
Allí revolucionó la ciencia al observar comportamientos que hasta entonces se creían exclusivos de los humanos: uso de herramientas, complejas interacciones sociales y expresiones emocionales en los chimpancés.

En una entrevista grabada en 2015, Jane reflexionaba:
—La ciencia no es solo datos y gráficas. Es observar con paciencia, aprender del otro y respetar su mundo.
Cada chimpancé tiene su historia, su carácter, su voz —decía mientras sonreía recordando a su primer grupo de Gombe.
Su voz también se alzó más allá de los laboratorios y las selvas. Goodall dedicó gran parte de su vida a la educación y la concienciación ambiental.
Fundó el Instituto Jane Goodall, que hoy trabaja en más de 30 países promoviendo la conservación y el bienestar animal, así como programas educativos para niños y jóvenes.
“Ella nos enseñó que cada pequeño gesto cuenta”, afirmó Miguel Santoro, director del programa de jóvenes conservacionistas de la fundación. “No se trataba solo de salvar chimpancés, sino de cambiar la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno”.
Durante décadas, Goodall recorrió el mundo dando charlas y talleres, siempre con un mensaje claro: la supervivencia del planeta depende de nuestra capacidad para respetar a todas las formas de vida.
Su carisma y humildad le permitieron influir en líderes, científicos y ciudadanos por igual.

En la mañana del anuncio, la comunidad científica se volcó en homenajes. La Dra. Alicia Ramírez, primatóloga, recordó:
—Cuando conocí a Jane, me dijo: “Nunca subestimes el poder de una persona para hacer la diferencia”.
Y vaya que lo hizo. Cambió la manera en que entendemos a los chimpancés y nos recordó que la empatía es un ingrediente esencial de la ciencia.
Además de su contribución a la primatología, Goodall fue una pionera en la defensa de los derechos de los animales y la sostenibilidad ambiental, alertando durante décadas sobre la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.
Su discurso era firme pero esperanzador: “Cada acción cuenta. No es demasiado tarde para cambiar nuestro rumbo si actuamos juntos”.
Su fallecimiento ha generado también un torrente de recuerdos personales y anécdotas de quienes trabajaron a su lado.
James Mahoney, quien colaboró con Goodall durante 20 años, recordó con emoción:
—Nunca olvidaré su risa.
Era contagiosa. Y siempre decía que los chimpancés nos enseñan a ser humanos. Esa es la mayor lección que nos deja: la empatía y el respeto por la vida.
La Reina Isabel II había recibido en varias ocasiones a Jane, reconociendo su trabajo con premios internacionales y distinciones por su labor científica y humanitaria.
Sin embargo, la propia Jane siempre se mantuvo alejada de los focos, enfocada en la acción directa y en la educación de las nuevas generaciones.

Mientras el mundo llora, la Fundación Jane Goodall ha anunciado que continuará con su legado, impulsando proyectos de conservación, educación y bienestar animal.
“El espíritu de Jane vive en cada programa, en cada chimpancé protegido y en cada joven que aprende a cuidar el planeta”, afirmaron desde la organización.
Con su muerte, Jane Goodall deja un vacío enorme, pero también un camino iluminado: la prueba de que la pasión, la observación y la compasión pueden cambiar la ciencia y la conciencia global.
Su historia, sus descubrimientos y sus enseñanzas permanecerán por siempre, recordándonos que escuchar y respetar la vida nos hace más humanos.
—“No hay mayor regalo que despertar el amor por la naturaleza en el corazón de otros”, solía decir Jane. Hoy, el mundo recuerda esa lección con tristeza, pero también con gratitud eterna.
Su legado, como ella misma afirmaba, seguirá vivo en los bosques de Gombe, en cada proyecto de conservación y en cada mente joven que quiera cambiar el mundo, demostrando que un solo ser humano puede transformar para siempre nuestra relación con la vida.
