Las clases en el coro ArteSí con menores vulnerables ayudaron a una niña con un trastorno del lenguaje a sobreponerse a su diagnóstico y cantar con normalidad
Madrid — Durante seis años, Alicia no pudo pronunciar ni una palabra. Su vida transcurrió entre gestos, miradas y sonidos apenas comprensibles, hasta que un día la música abrió una ventana a un mundo que hasta entonces le había estado vedado.
La entrada de Alicia en el coro ArteSí, un proyecto dedicado a menores vulnerables con distintas dificultades, marcó un antes y un después en su vida.
Allí, por primera vez, comenzó a cantar con claridad y a expresar emociones a través de la voz: “No voy a callar nunca”, dijo Alicia con una sonrisa que reflejaba años de silencios contenidos.
El trastorno del lenguaje que afectaba a Alicia, según especialistas, es una condición que dificulta la adquisición y el desarrollo normal de las habilidades comunicativas.
Los niños con este diagnóstico a menudo enfrentan barreras significativas en su interacción con otros, lo que puede repercutir en su autoestima, aprendizaje y relaciones sociales.
En el caso de Alicia, su familia había intentado distintos tratamientos convencionales, incluyendo terapia del lenguaje y ejercicios de articulación, pero los resultados eran limitados hasta que la música se convirtió en una herramienta terapéutica.

El coro ArteSí, ubicado en Madrid, se especializa en integrar a menores vulnerables mediante la práctica coral, combinando el desarrollo artístico con objetivos educativos y sociales.
Los directores del proyecto explican que cantar no solo mejora la respiración, la entonación y la memoria, sino que también facilita la coordinación neurológica y la expresión verbal en niños con dificultades comunicativas. “La música actúa como un catalizador del lenguaje.
Cuando un niño canta, su cerebro procesa el ritmo, la melodía y las palabras de una manera integrada, lo que puede desbloquear habilidades que permanecen latentes en terapias tradicionales”, explicó Carmen Muñoz, directora pedagógica de ArteSí.
El proceso para Alicia comenzó con ejercicios de respiración y vocalización.
Inicialmente, se mostraba tímida y reacia a emitir sonidos, pero con el acompañamiento constante de los educadores del coro y la motivación del grupo, empezó a producir notas individuales, que luego se convirtieron en frases completas.
“Recuerdo la primera vez que Alicia entonó una canción completa. Fue un momento de euforia. Toda la sala se llenó de emoción, y ella no podía dejar de sonreír. Ese día comprendimos que estábamos ante un cambio profundo”, relató Muñoz.

La experiencia de Alicia refleja hallazgos de estudios recientes sobre musicoterapia y desarrollo del lenguaje. Investigaciones indican que la música activa múltiples áreas del cerebro, incluyendo regiones vinculadas al lenguaje, la memoria y las emociones.
La repetición de melodías y letras permite que los niños con trastornos del lenguaje fortalezcan conexiones neuronales, mejorando la articulación, la comprensión y la fluidez verbal.
Además, la dimensión social del canto colectivo fomenta la interacción, la confianza y la autoestima.
“Al principio, no podía decir ni mi nombre en voz alta. Ahora canto con mis amigos y puedo contar historias.
La música me ayudó a encontrar mi voz”, afirma Alicia, con una claridad que sorprende incluso a quienes la conocen desde su nacimiento. Su madre, Carmen Rodríguez, explica que la transformación ha sido más que física:
“No solo aprendió a hablar, sino que Alicia ha ganado seguridad. Antes, cada palabra era un esfuerzo; ahora, cada canción es un triunfo. La música le dio la libertad que ningún otro tratamiento pudo ofrecerle”.
El coro ArteSí no trabaja solo con niños con trastornos del lenguaje. Su enfoque incluye menores con discapacidades auditivas, motoras y cognitivas, así como aquellos en situaciones de vulnerabilidad social.
Cada sesión combina técnicas de respiración, dicción y ritmo, con dinámicas de grupo que fomentan la empatía, la cooperación y la resiliencia emocional.
Según los educadores, los resultados observados en Alicia son consistentes con los de otros participantes: mejoras significativas en la comunicación, la concentración y la expresión afectiva.

Especialistas en pedagogía y neurociencia destacan que la historia de Alicia no es un caso aislado. “El canto activa vías neuronales que son complementarias a la terapia del lenguaje.
En niños con dificultades severas, puede ser un elemento transformador que acelere la adquisición del habla y mejore la interacción social”, señala el doctor Javier Morales, especialista en desarrollo infantil.
Según sus datos, hasta un 60% de los niños que participan regularmente en programas de musicoterapia presentan avances notables en articulación y fluidez verbal en un período de seis meses.
El impacto de la experiencia en Alicia también tiene un componente emocional y social. Participar en el coro le permitió integrarse en un grupo de pares, compartir experiencias y celebrar logros colectivos.
La práctica coral refuerza la disciplina, la escucha activa y la sensibilidad hacia los demás, habilidades fundamentales en el desarrollo integral de cualquier niño.
“Alicia ahora no solo canta, sino que lidera pequeños grupos dentro del coro. Es increíble ver cómo la música ha transformado su manera de relacionarse con el mundo”, comenta Muñoz.
En definitiva, la historia de Alicia evidencia el poder transformador de la música como herramienta terapéutica y educativa.
Su testimonio subraya que, más allá de los tratamientos convencionales, la creatividad y el arte pueden abrir caminos hacia el desarrollo integral de los niños con trastornos del lenguaje y otras dificultades.
La voz de Alicia, que una vez permaneció silenciada, ahora resuena con fuerza, acompañada de un mensaje universal: la música puede ser un puente hacia la comunicación, la autoestima y la libertad.
“No voy a callar nunca”, repite Alicia, y con cada palabra cantada, recuerda a todos que la voz de un niño puede superar cualquier barrera.