El pleno del Congreso estuvo marcado por un duro enfrentamiento entre Santiago Abascal y la presidenta Francina Armengol, tras una intervención del líder de Vox cargada de acusaciones personales y tensión institucional.

El último pleno del Congreso de los Diputados dejó una de las sesiones más tensas de la legislatura.
La intervención del líder de Vox, Santiago Abascal, cargada de acusaciones directas contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,
y contra la presidenta del Congreso, Francina Armengol, desencadenó una serie de advertencias formales desde la Mesa y abrió un nuevo capítulo en la discusión sobre el uso del lenguaje parlamentario, la institucionalidad y los límites del debate político en España.
La sesión comenzó con un tono elevado, con Abascal denunciando lo que calificó como “la pérdida de dignidad institucional” y “la degradación de la actividad pública”.
Desde la tribuna, afirmó: “Los españoles merecen recobrar la dignidad en las instituciones, la decencia en la actividad pública, el interés nacional en todos los asuntos y la esperanza en el futuro”.
Su intervención, que se extendió durante varios minutos, combinó críticas a la política migratoria, a la gestión del Gobierno en Europa y a la estrategia del PSOE y el PP en Bruselas.
En un momento clave, Abascal acusó a Sánchez de preocuparse únicamente “por escapar de la cárcel” y lo vinculó a una cadena de escándalos de corrupción.
Uno de los pasajes más controvertidos fue cuando afirmó que el presidente “está preocupado, yo creo que hasta la psicosis, a ver qué noticia aparece sobre la última persona que ha puesto para sustituir al que está denunciado por acosar a mujeres”.
Estas declaraciones obligaron a la presidenta Armengol a intervenir de inmediato.

“Señor Abascal, tengo que advertirle que debe guardar el mínimo decoro de la Cámara. Serán retiradas del Diario de Sesiones todas aquellas palabras, insultos o imputaciones de delito pronunciadas en la tribuna”, indicó Armengol con firmeza.
“No hay que confundir nunca la libertad de expresión con la mala educación”, añadió, generando un breve aplauso entre algunos grupos parlamentarios.
Abascal continuó su intervención centrado en política exterior.
Denunció la actuación conjunta de populares y socialistas en Europa, acusándolos de financiar “al mismo tiempo la defensa de Ucrania y la agresión rusa”, señalando la dependencia energética del gas ruso antes de la invasión.
También exigió que la OTAN incluya explícitamente la protección de Ceuta y Melilla, calificando su situación actual como “una desprotección inadmisible”.
El líder de Vox se detuvo luego en un punto especialmente delicado: el papel del hijo de un dirigente del Partido Popular en la filial española de la empresa energética rusa Gazprom.
“Sería deseable conocer cómo accedió a un puesto tan importante a una edad tan temprana”, afirmó, antes de ironizar: “Ni portavoz de Trump ni delegado de Gazprom; como mucho, tribuno de la plebe de casi cuatro millones de españoles”.
Su discurso avanzó hacia una crítica directa al Consejo Europeo y a las conclusiones más recientes sobre fronteras exteriores.
Abascal sostuvo que la frase relativa a la “determinación de la Unión Europea de reforzar el control efectivo” era un “insulto a los europeos”, afirmando que “nuestra frontera sur simplemente la han suprimido”.
Mostró un gráfico con el aumento de violaciones en España y lo atribuyó a “las políticas migratorias y penales” del Gobierno.
“Han puesto a violadores en la calle”, dijo, provocando un notable murmullo entre los diputados socialistas y un llamado al orden desde la Presidencia.

El dirigente de Vox sostuvo que la manutención de inmigrantes irregulares “es más cara que la de nuestros soldados o la de nuestros mayores en residencias”, asegurando que “esto se ha convertido en un negocio criminal”.
Aunque no aportó cifras detalladas en ese momento, aludió a informes recientes sobre el coste de centros de acogida, especialmente el de Alcalá de Henares, que han suscitado debate público en las últimas semanas.
En materia de política internacional, Abascal criticó duramente la imagen de Pedro Sánchez en Europa. “Entre los mandatarios con peso internacional, lo único que produce es estupor, rubor y risa”, afirmó.
Recordó el episodio en el que el presidente compareció en una sala de prensa vacía, comparándolo con “Robert de Niro en *Taxi Driver*”.
También mencionó la firma de acuerdos en un Consejo Europeo reciente, señalando que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, expresó públicamente su sorpresa: “Hemos firmado lo mismo que Sánchez”, citó.
Tampoco faltaron las referencias al Tribunal Constitucional. Según Abascal, el presidente estaría más pendiente de “cómo su amigo Conde-Pumpido puede ayudar desde el Constitucional para garantizar la impunidad de su mujer, su hermano y su partido”.
Estas acusaciones provocaron nuevamente llamadas al orden desde la Presidencia, aunque el líder de Vox insistió y pidió “una regeneración institucional” que, según él, solo puede lograrse rompiendo “la alianza entre PP y PSOE en Bruselas”.
El momento más conflictivo se produjo al final de su intervención, cuando Abascal afirmó: “La señora Armengol ha mentido a este Congreso diciendo que no conocía a Víctor de Aldama”.
Este comentario, en referencia a uno de los investigados en causas relacionadas con la compra de material sanitario durante la pandemia, llevó una vez más a la presidenta a intervenir.
“Muchas gracias, señor Abascal”, replicó Armengol, visiblemente tensa. “Es muy cobarde dirigirse a la única persona que no puede defenderse en este pleno, que es quien ocupa la Presidencia del Congreso”.
Su respuesta marcó un límite institucional claro, subrayando que la Presidencia no puede participar en debates políticos ni contestar ataques personales.
La presidenta cerró el turno afirmando que, pese a todo, conservaría “la institucionalidad que corresponde al cargo”, dando paso a la siguiente intervención del diputado del grupo Sumar, Aina Vidal, mientras en el hemiciclo persistía un ambiente de notable incomodidad.
El pleno terminó dejando abiertas varias cuestiones relevantes:
la necesidad de revisar los límites del discurso político, la responsabilidad parlamentaria en la utilización de acusaciones graves sin respaldo judicial, y el reto de mantener la convivencia institucional en un contexto de creciente polarización.
El intercambio entre Abascal y Armengol podría reactivar los debates sobre reglamento parlamentario,
protección de la Presidencia y el control del lenguaje en las sesiones, especialmente en un momento en que las tensiones políticas se proyectan fuera del Congreso y alimentan la confrontación social.
Mientras los grupos valoran lo sucedido, queda en evidencia que la legislatura seguirá marcada por un clima de enfrentamiento que pone a prueba la solidez de las instituciones y la capacidad del Parlamento para articular debates de fondo sin caer en la descalificación personal.