Arturo Pérez-Reverte calificó indirectamente a Pedro Sánchez como un “estafador”, acusándolo de engañar al pueblo y mantener su poder mediante la manipulación.

El escritor Arturo Pérez-Reverte ha vuelto a poner el foco sobre la política española con una contundencia que no deja lugar a dudas.

En su perfil de X, el autor del Capitán Alatriste lanzó un mensaje que ha corrido como la pólvora en las redes y en los ámbitos políticos y culturales: “El mayor estafador de todos es el que, sin merecerlo, engaña al pueblo haciéndole creer que es capaz de dirigir el Estado”.

Aunque no mencionó expresamente a Pedro Sánchez, el contexto y el momento político hicieron que la interpretación fuera inmediata.

Muchos coincidieron en que la referencia era directa y clara hacia el presidente del Gobierno, retratado por Pérez-Reverte como un líder que basa su permanencia en el poder en la manipulación y el engaño.

Pero el escritor no se limitó a esa frase demoledora.

A lo largo de sus intervenciones recientes, Pérez-Reverte ha denunciado con dureza la situación de los medios de comunicación en España, criticando que las tertulias de radio y televisión se han convertido en espacios dominados por periodistas militantes y portavoces políticos afines al Gobierno.

“¿No sería tan sencillo que, como en países normales, los debates contaran con expertos reales —historiadores, economistas, ingenieros— en lugar de activistas disfrazados de analistas?”,

expresó con ironía, dejando clara su frustración por la falta de rigor y profesionalidad en los espacios mediáticos que deberían informar y analizar la realidad del país.

Esta visión se enmarca en una crítica mucho más profunda y constante que el autor viene desarrollando desde hace años sobre la degradación institucional y política de España.

Durante una entrevista en septiembre, Pérez-Reverte se mostró especialmente incisivo al hablar de la corrupción, señalando que no se trata de un fenómeno nuevo y que casos como el de Ábalos no son una excepción.

“La corrupción forma parte de un problema estructural en el que también hay responsabilidad de quienes sostienen a estos gobiernos con su voto”, aseguró.

El escritor ha comparado con dureza a los últimos líderes españoles.

Sobre José Luis Rodríguez Zapatero dijo que “era tonto y se hizo malo”, mientras que de Pedro Sánchez afirmó que “era malo desde el principio” y que, con el tiempo, ha perfeccionado estrategias de pura supervivencia política.

Según Pérez-Reverte, Sánchez se aferra al poder rodeado de palmeros, pero también de personas inteligentes que planifican, porque no tiene retaguardia.

Cuando uno está acorralado, pelea “como gato panza arriba”, describió el escritor, dejando en evidencia lo que considera una capacidad de supervivencia basada en la manipulación y la astucia, más que en la capacidad de liderazgo o el servicio al ciudadano.

Las palabras de Pérez-Reverte no solo han tenido un fuerte impacto mediático, sino que también han reforzado la percepción de un presidente cada vez más cuestionado fuera del ámbito político y dentro del cultural.

Sin necesidad de nombres ni consignas partidistas, el autor ha dibujado un retrato de Sánchez como un político que engaña al pueblo, mantiene una imagen pública cuidadosamente construida y utiliza la manipulación para sostenerse en la Moncloa.

Los comentarios de Pérez-Reverte no se han limitado a una crítica general; su mensaje va cargado de juicio y advertencia.

Con su estilo directo y sin filtros, el escritor ha puesto sobre la mesa la pregunta sobre la legitimidad moral de un liderazgo basado en el engaño, y lo ha hecho en un tono que no deja lugar a dudas sobre su opinión: Sánchez es, a su juicio, un estafador que ha convencido al pueblo de que puede gobernar cuando, según él, no está capacitado para hacerlo.

El impacto de estas declaraciones se ha sentido en toda España. Opiniones y análisis sobre el mensaje de Pérez-Reverte se multiplicaron en medios, redes sociales y círculos culturales.

Muchos sectores coinciden en que la crítica del escritor, por la precisión de sus palabras y la contundencia de su argumento, refleja una visión crítica sobre la política española que trasciende la coyuntura inmediata y apunta a un diagnóstico más amplio sobre el estado del liderazgo y la ética en el poder.

El tono empleado por Pérez-Reverte también ha sido interpretado como un llamado a la reflexión sobre la responsabilidad de los ciudadanos a la hora de sostener gobiernos.

Su crítica no se queda en lo anecdótico ni en la personalización de un líder; apunta a un problema estructural donde la corrupción, la falta de transparencia y la manipulación del poder son elementos que afectan a toda la sociedad.

Al final, la frase que ha causado revuelo, calificando al supuesto estafador, resume la posición del autor: un presidente que, según él, no merece el cargo y que ha engañado al pueblo, haciéndole creer que puede dirigir el Estado.

Esta crítica, directa y afilada, se inscribe en un patrón de análisis donde Pérez-Reverte ha cuestionado durante años la política española, denunciando la mediocridad, la corrupción y la falta de ética que percibe en el liderazgo del país.

El escritor, fiel a su estilo, combina la ironía, la observación minuciosa y un juicio severo sobre la realidad política, generando un efecto inmediato: provoca debate, polariza opiniones y obliga a reflexionar sobre la relación entre poder, legitimidad y responsabilidad.

Su mensaje ha dejado claro que, para él, la permanencia de Sánchez en el poder no responde a la capacidad de gobernar, sino a su habilidad para sobrevivir políticamente, rodeado de personas que facilitan y ejecutan sus estrategias, mientras el pueblo queda engañado.

Pérez-Reverte ha vuelto a demostrar que, más allá de sus novelas y su prosa literaria, sigue siendo un observador crítico del poder y la política española.

Su juicio sobre Sánchez, categórico y demoledor, se suma a la larga tradición de escritores que no dudan en señalar a los líderes cuando consideran que traicionan la confianza pública.

En un momento político marcado por la polarización y el desgaste institucional, su mensaje resuena con fuerza: denunciar a quienes engañan al pueblo es tan necesario como impactante, y Pérez-Reverte lo ha hecho de la manera que mejor sabe, con palabras directas, incisivas y difíciles de ignorar.

El resultado es un mensaje que, más allá de la polémica, marca un punto de referencia en la conversación sobre la política española,

recordando a todos que la opinión de figuras culturales como Pérez-Reverte puede influir tanto como cualquier análisis político formal, y que, cuando la crítica es certera, la repercusión se extiende más allá de los titulares.

El calificativo de “estafador” ha encendido el debate, y mientras España observa, las palabras del escritor siguen resonando, dejando claro que, para él, la capacidad de un gobernante no solo se mide por sus actos, sino por la verdad que transmite al pueblo.