Roberto y Natalia se conocieron en ‘First Dates’ con ilusión, pero desde el inicio quedó claro que pertenecían a mundos completamente distintos.

La teoría de que los polos opuestos se atraen volvió a ponerse a prueba en ‘First Dates’, pero esta vez el experimento terminó en un auténtico cortocircuito sentimental.
Roberto y Natalia llegaron al restaurante con sonrisas, curiosidad y expectativas, pero se marcharon con la sensación clara de que pertenecen a universos completamente distintos.
Una cena marcada por confesiones sin filtros, miradas incrédulas y frases que sentenciaron la incompatibilidad desde la primera copa.
Roberto, de 51 años, entró al restaurante con paso seguro y una presentación que dejó clara su personalidad.
Empresario, dueño de una cafetería y orgulloso de ser “diferente”, apareció con un montadito de panceta para compartir con el equipo. “Quería que los probarais”, dijo, encantado de mostrar su lado más cercano.
Amante declarado del mundo del toro y seguidor fiel de un amigo que triunfa en las plazas, aseguró que buscaba una mujer “de verdad”, respetuosa, elegante y con clase. Alguien distinta a todas las que había conocido hasta ahora.
Natalia, de 43 años, cumplía sobre el papel con muchos de esos requisitos. Teleoperadora de profesión, artista por vocación, se definía con una sola palabra: feminidad.
Canta, baila, hace cabaret y vive el cuerpo como una forma de expresión. A Roberto le bastó verla para quedar impactado. “Para mí, es espectacular”, confesó a las cámaras con una sonrisa difícil de disimular.
A ella, en cambio, él no le causó la misma impresión inicial. “Lo veo estilo andaluz, por la forma de vestir, las patillas… ya no hay hombres así”, comentó, dejando entrever que no terminaba de encajarle.

La cena comenzó con un brindis educado. Natalia levantó la copa deseando que “salga bien la cita”, mientras Roberto se mostraba ilusionado y hablador. Pronto llegaron las preguntas sobre aficiones, y ahí empezó a vislumbrarse el abismo entre ambos.
Natalia habló con entusiasmo de sus disciplinas artísticas: pole dance, danza oriental y sensual dance. Roberto escuchaba atento, cada vez más fascinado.
“El tema erótico me llama muchísimo la atención. Con el cuerpo que tiene, verla bailar debe ser un escándalo”, soltó sin rodeos, provocando una sonrisa algo tensa en su cita.
Pero cuando el empresario sacó a relucir su pasión por los toros, el ambiente cambió.
“No me gusta. No he ido nunca a ninguna corrida y no me atrae”, respondió Natalia con firmeza. Roberto asintió, intentando restar importancia, aunque la distancia empezaba a notarse en la mesa.
La conversación dio un giro aún más delicado cuando hablaron de política. Natalia fue clara: “Soy apolítica, con tendencia al PSOE”.
Roberto, entre bromas y seriedad, reaccionó con una frase que dejó a todos descolocados: “Escucha, apaga la luz que nos vamos”. Aunque intentó suavizarlo con humor, el comentario dejó claro que tampoco compartían visión ideológica.
El punto de no retorno llegó cuando Natalia habló de su vida nocturna y sus gustos personales. “Me encanta el ambiente del transformismo, la noche drag”, explicó con naturalidad.
Roberto frunció el ceño, intentando entender. Ella continuó: “Tengo muchos amigos gays y he salido mucho con drag queens y transformistas.
Ese mundo me apasiona. Además, todos los hombres huyen cuando les digo que me gusta todo ese ambiente”. Roberto respondió defensivo: “Yo no he escapado nunca de nada ni de nadie”, aunque reconoció que no terminaba de comprender lo que ella le contaba.

Natalia, lejos de recular, decidió ser completamente sincera y dio un paso más en la conversación, hablando de sus fantasías y preferencias íntimas.
Roberto la escuchó en silencio, cada vez más serio, hasta que tuvo que poner un límite claro. “Ya te digo yo que no. ¿Estamos locos?”, soltó, visiblemente incómodo.
“Ahí no somos compatibles para nada”, añadió, dejando claro que ese terreno no estaba dispuesto a explorarlo. También rechazó de plano cualquier idea que se saliera de su concepto tradicional de pareja.
En el reservado, Natalia quiso mostrar una parte de su mundo y le regaló una pequeña actuación. Roberto observó atento, aunque sin entusiasmo.
“Peculiar… la verdad es que es peculiar. Yo soy muy diferente”, comentó después, intentando ser respetuoso. Natalia pensaba lo mismo, pero desde otro ángulo.
“No es mi estilo de chico. Me gustan los hombres un poco más altos y más cuidados, físicamente con más pectorales”, confesó sin rodeos.
La decisión final fue tan clara como inevitable. Natalia habló primero: “No tendría una segunda cita. Físicamente, creo que no ha habido una atracción a primera vista”. Roberto coincidió, aunque quiso despedirse con elegancia.
“Tú tienes unas ideas y yo tengo otras. Ni yo quiero cambiarte a ti ni tú vas a cambiarme a mí”, le dijo mirándola a los ojos. “Sé siempre tú como tú eres, que eres una gran mujer”.
Se despidieron con dos besos, sin rencor, deseándose “mucha salud” y dejando tras de sí una de esas citas que demuestran que no siempre el contraste suma. En ‘First Dates’, una vez más, quedó claro que hay diferencias que ni la mejor de las cenas puede salvar.
