El Congreso de Honduras ha rechazado los resultados de las elecciones presidenciales del 30 de noviembre, alegando fraude e influencia de grupos criminales en el proceso.

La situación política en Honduras ha alcanzado un punto crítico tras las elecciones presidenciales del 30 de noviembre.
La comisión permanente del Congreso de Honduras ha declarado de manera contundente que no validará los resultados de este proceso electoral, que ha estado marcado por acusaciones de fraude y la influencia de grupos criminales.
Luis Redondo, presidente del Congreso, expresó en una rueda de prensa en Tegucigalpa que “el Congreso Nacional no validará un proceso manchado por la presión interna de estructuras del crimen organizado vinculadas al narcotráfico, pandillas como la MS-13 y Barrio 18, entre otras, y mucho menos por la presión externa y la violación directa de la libertad de los votantes”.
La incertidumbre ha reinado en el país desde la jornada electoral, ya que los resultados no se habían actualizado durante más de 24 horas, lo que provocó estallidos de protestas en la capital.
La presidenta, quien ha sido una figura polarizadora en este contexto, ha llamado a anular la votación, alegando irregularidades y manipulación del proceso.
Las tensiones aumentaron cuando miles de ciudadanos, frustrados por la falta de claridad en el conteo de votos, salieron a las calles para exigir transparencia y justicia.
Los últimos datos disponibles, que fueron publicados el martes por la mañana, mostraban a Nasry Asfura, candidato del Partido Nacional,
liderando la contienda con una ventaja de aproximadamente 40,000 votos sobre su oponente centrista, Salvador Nasralla, con más del 99% de los votos escrutados.
Sin embargo, la falta de actualizaciones en los resultados ha dejado al país en un estado de suspense, exacerbando las tensiones sociales y políticas.
Las protestas han sido organizadas por diversos sectores de la población, quienes exigen que se repitan las elecciones debido al caótico proceso de comunicación de resultados.
Este clima de desconfianza ha sido alimentado por las intervenciones del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien instó a los votantes hondureños a no apoyar a la candidata del partido gobernante, Rixi Moncada, y a respaldar al conservador Asfura.
Estas declaraciones han añadido una capa de complejidad a la ya tensa situación política, pues muchos consideran que la injerencia extranjera no hace más que complicar los asuntos internos del país.
Las voces de protesta se han alzado no solo en las calles, sino también en las redes sociales, donde ciudadanos y analistas políticos han expresado su preocupación por el futuro de la democracia en Honduras.
“No podemos permitir que el crimen organizado influya en nuestras elecciones”, afirmó un manifestante que se unió a las protestas en Tegucigalpa. “Es hora de que el pueblo hondureño se haga escuchar y exija lo que es justo”.
Mientras tanto, el ambiente de incertidumbre sigue afectando a la economía del país, ya que muchos empresarios y comerciantes temen que esta crisis electoral pueda llevar a un aumento de la violencia y la inestabilidad.
Las calles, que normalmente estarían llenas de actividad, han visto una disminución en el comercio, mientras que los ciudadanos se muestran reacios a salir de sus hogares en medio de la agitación social.

El futuro de Honduras parece incierto, y la falta de un consenso claro sobre los resultados electorales solo ha profundizado la crisis.
Con un Congreso que se niega a validar el proceso y una presidenta que clama por la anulación de los resultados, el país se encuentra en una encrucijada.
Las elecciones, que deberían ser un momento de celebración y democracia, se han convertido en un campo de batalla político, donde la confianza en las instituciones se desmorona.
El llamado a la repetición de las elecciones resuena cada vez más fuerte, y muchos ciudadanos se preguntan si podrán recuperar la fe en un sistema que parece haber sido socavado por intereses oscuros.
“Necesitamos un cambio, un proceso electoral limpio donde el pueblo pueda decidir sin miedo ni manipulaciones”, concluyó otro manifestante, reflejando el sentimiento generalizado de descontento y la necesidad de un nuevo rumbo para la nación.
A medida que la crisis se desarrolla, el mundo observa con atención, preguntándose cuál será el próximo capítulo en la tumultuosa historia política de Honduras.
La lucha por la democracia y la justicia en el país centroamericano no ha hecho más que comenzar, y los hondureños están decididos a luchar por un futuro mejor.
