La famosa cantante atraviesa un gran momento profesional, habiéndose abierto en una entrevista sobre este, su pasado, su infancia y otros emotivos temas

Shakira atraviesa uno de los momentos más luminosos de su vida y lo hace mirando de frente a su pasado, sin maquillaje ni artificios.
A sus 48 años, la artista colombiana no solo celebra un presente profesional arrollador, sino que también se permite detenerse, recordar y poner palabras a una infancia marcada por la escasez, el esfuerzo y una fe inquebrantable en sí misma.
“Mi familia no tenía nada. Mi padre había perdido su negocio. Tuve una educación digna, gracias a Dios”, confiesa con una sinceridad que emociona y sacude.
Después de años intensos, marcados por su separación y por situaciones personales y legales que la expusieron como nunca, Shakira parece haber encontrado un nuevo equilibrio.
Acaba de cerrar la primera parte de su gira Las Mujeres Ya No Lloran World Tour, una de las más exitosas de su carrera, y ya ha anunciado su intención de llevarla a Europa en 2026.
Los estadios llenos, el fervor del público y la conexión con sus seguidores confirman que atraviesa una etapa de plenitud creativa y vital.
Este renacer también se refleja en su manera de hablar del pasado. Shakira vuelve a la Barranquilla de su infancia, a una época en la que la música latina no ocupaba titulares internacionales ni sonaba en las radios del mundo.
“Soñé a lo grande”, recuerda, consciente de lo improbable que parecía entonces todo lo que vendría después. “Era una chica colombiana sencilla, de una familia que no tenía nada. No crecí rodeada de lujos ni tenía contactos”.
La cantante relata una infancia austera, sin privilegios ni atajos. “No había redes sociales, no existían caminos rápidos para llegar a ningún sitio”, explica. Lo único firme era el compromiso de sus padres con su educación.
“Eso es lo único en lo que nunca escatimaron”, subraya. Ese entorno, lejos de limitarla, fue el motor que impulsó su ambición y su disciplina. “Tenía que trabajar mucho, como esculpir la piedra bajo el sol”, afirma, usando una imagen tan dura como reveladora.
Desde muy joven, Shakira entendió que su camino sería largo y exigente. Todo lo que soñaba parecía inalcanzable, pero había algo dentro de ella que no la abandonaba. “Dentro de mí había una fe, una brújula que me guiaba, un instinto”, confiesa.
Esa voz interior fue su aliada cuando las oportunidades no llegaban, cuando la industria miraba hacia otro lado y cuando cantar en español parecía una barrera más que una ventaja.
Hoy, con décadas de carrera a sus espaldas, Shakira asegura que nunca dejó de escuchar ese instinto. Y si pudiera hablar con aquella adolescente que escribía canciones sin saber si alguien las escucharía, tiene claro el mensaje.
“Estás en el camino correcto. Sigue así. Valdrá la pena. No escuches a los que no creen en ti. Sigue adelante, porque lo conseguirás”. No hay rencor en sus palabras, solo una certeza construida con tiempo y resistencia.
Lejos de sentirse cansada, la artista afirma tener “la misma pasión, energía y entusiasmo que el primer día. Incluso más”. Esa intensidad se percibe en el escenario, donde cada concierto se convierte en una celebración compartida.
Para Shakira, el vínculo con su público ha adquirido un significado aún más profundo tras los momentos difíciles. “Me han dado mucha fuerza cuando me sentía vulnerable”, reconoce. “Me han hecho creer realmente en mí misma, dándome amor y comprensión”.
La Shakira actual se define con una metáfora poderosa. “Soy una capitana en formación”, dice. “Estoy aprendiendo muy rápido a gobernar un barco, incluso en medio de la tormenta”.
La vida, según explica, ha sido su gran maestra. Las caídas, los errores y los golpes la han obligado a desarrollar un instinto más fino, a distinguir dónde está el sol y dónde acecha el mal tiempo. “Siento que estoy bastante preparada. El tiempo lo mejora todo”.

Ese aprendizaje se refleja también en la forma en que vive su carrera. Tras más de 30 años en la música, sigue sorprendida por la respuesta del público.
“Me parece increíble que, después de tantos años, mi trabajo siga teniendo un eco tan intenso entre mis seguidores”, confiesa. Cada noche sobre el escenario cobra ahora un nuevo sentido.
“Cuando veo las caras del público sonriendo, emocionándose y conectando conmigo, entiendo el propósito de lo que hago”.
La artista reconoce que durante mucho tiempo no fue plenamente consciente del alcance de su trabajo. Hoy, en cambio, lo entiende desde un lugar más sereno.
“Por fin comprendo lo que significa mi carrera”, afirma. Ya no se trata solo de éxito, ventas o reconocimiento, sino de la capacidad de acompañar a millones de personas a través de sus canciones, de convertirse en banda sonora de vidas ajenas.
Este momento de claridad llega cuando Shakira se siente más fuerte que nunca. Ha aprendido a sostenerse sola, a tomar el timón de su vida y a no dejarse definir por las tormentas.
Su historia, lejos de ser un relato de glamour, es la de una mujer que partió de la nada y que, a base de trabajo, fe y perseverancia, logró conquistar el mundo sin perder de vista quién fue ni de dónde viene.
Hoy, Shakira no solo canta para celebrar el presente, sino también para honrar a esa niña que soñó cuando no tenía nada. Y en cada palabra, en cada recuerdo compartido, queda claro que su mayor triunfo no es el éxito, sino haber creído en sí misma cuando nadie más lo hacía.
