Juan Carlos Doadrio, ex vicerrector de la Universidad Complutense, declaró en el Senado que se sintió “obligado” a crear la cátedra dirigida por Begoña Gómez por indicación del rector.
En un sorprendente giro de los acontecimientos, Juan Carlos Doadrio, ex vicerrector de la Universidad Complutense de Madrid, ha admitido en el Senado que se sintió “obligado” a impulsar la cátedra extraordinaria de transformación social competitiva dirigida por Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Durante su comparecencia, Doadrio reveló detalles comprometedores que ponen en tela de juicio la transparencia y la ética en la gestión de la universidad.
La cátedra, cuya creación ha sido objeto de controversia, fue promovida por el rector de la Complutense, quien, según Doadrio, le insistió en la necesidad de establecerla.
“El rector me llamó y me dijo que había que crear esta cátedra. Yo le respondí que si venía la documentación, no tenía inconveniente”, confesó Doadrio.
Sin embargo, a medida que avanzaba la conversación, quedó claro que su sentido de obligación no era simplemente administrativo, sino que había una presión implícita por parte de la alta dirección de la universidad.
Doadrio también reveló que Begoña Gómez era la única directora entre las 35 cátedras extraordinarias de la universidad que no poseía una licenciatura. “No sabía que no tenía título, me enteré después”, afirmó, dejando entrever una falta de diligencia en el proceso de selección.
La normativa de la universidad establece que el director de una cátedra debe ser un profesor con vinculación permanente, pero el rector tiene la potestad de nombrar a alguien ajeno a la institución siempre que haya un codirector de la Complutense.
En este caso, la excepción se aplicó, y Doadrio se encontró en una posición incómoda.
La relación de Begoña Gómez con la universidad se remonta a su participación en un máster sobre captación de fondos, donde comenzó a establecer contactos que la llevarían a la dirección de la cátedra.
“Su relación con la universidad era a través de un máster, no llevaba mucho tiempo”, explicó Doadrio. A pesar de su escasa experiencia, la cátedra fue impulsada con rapidez, lo que generó suspicacias sobre las verdaderas motivaciones detrás de su creación.
Durante la sesión, se discutieron los másteres asociados a la cátedra y la baja matriculación que habían experimentado. Doadrio admitió que, tras su salida de la universidad, la situación de los másteres no había mejorado, lo que generó dudas sobre su viabilidad.
“Cuando me fui, no había mucha matriculación”, reconoció, lo que plantea interrogantes sobre el éxito real de estas iniciativas académicas.
El ex vicerrector también abordó las acusaciones de irregularidades en la gestión de la cátedra.
Afirmó que, a pesar de las críticas, la creación de la cátedra se había realizado de acuerdo con la normativa, aunque reconoció que la rapidez con la que se llevó a cabo el proceso podría haber sido inusual.
“Se cumplió con los requisitos, pero la velocidad fue sorprendente”, indicó.
Uno de los momentos más impactantes de la comparecencia fue cuando Doadrio admitió sentirse “obligado” por su cargo a avanzar con la cátedra a pesar de sus reservas.
“Presionado no, pero obligado sí. Es parte del cargo”, explicó, sugiriendo que la dinámica de poder dentro de la universidad había influido en su decisión.
Esta declaración resalta la tensión entre la ética profesional y las exigencias institucionales en un contexto donde las conexiones políticas parecen haber jugado un papel crucial.
La cátedra de Begoña Gómez se ha visto envuelta en un mar de controversias, especialmente en relación con los patrocinios y las colaboraciones con empresas.
Doadrio aclaró que las empresas como Google y Telefónica no colaboran habitualmente con la universidad, lo que añade un matiz de sospecha a las circunstancias que rodean la financiación de la cátedra.
“Normalmente son los directores quienes buscan patrocinadores, no al revés”, afirmó, lo que plantea dudas sobre la naturaleza de las relaciones entre la universidad y estas grandes corporaciones.
Además, el ex vicerrector mencionó la existencia de un software desarrollado en el marco de la cátedra, cuya propiedad intelectual debería pertenecer a la Universidad Complutense.
Sin embargo, el hecho de que el software estuviera registrado a nombre de Begoña Gómez ha suscitado alarmas sobre posibles irregularidades.
“No sé cómo se registró, pero debería ser de la universidad”, subrayó Doadrio, dejando entrever la confusión que rodea la gestión de los recursos y la propiedad intelectual en este caso.
A medida que se desarrollaba la sesión, las preguntas sobre la cátedra y su financiación se intensificaron. Doadrio fue interrogado sobre la posibilidad de que Begoña Gómez hubiera recibido beneficios económicos indebidos a través de su trabajo en la cátedra.
Aunque negó que hubiera cobrado de manera irregular, la falta de claridad en la gestión de los fondos y la relación con empresas privadas sigue siendo un tema candente.
Finalmente, el ex vicerrector concluyó su intervención enfatizando que, a pesar de las críticas y los escándalos, la Complutense sigue siendo una institución de prestigio.
Sin embargo, su testimonio ha dejado al descubierto una serie de prácticas cuestionables que podrían tener repercusiones significativas en la reputación de la universidad y en la percepción pública de la gestión del poder político en España.
La cátedra de Begoña Gómez se ha convertido en un símbolo de las complicadas interacciones entre la educación superior y el poder político, y las revelaciones de Doadrio han abierto la puerta a una mayor escrutinio sobre cómo se toman las decisiones en las instituciones académicas.
