Durante su visita al puerto de Ashdod, Ben-Gvir se burló de los activistas detenidos y calificó la misión “Sumud” como un montaje político sin sustancia.
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En un giro inesperado de los acontecimientos, el ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, ha desatado una tormenta mediática tras su visita al puerto de Ashdod, donde más de 470 activistas, entre ellos la conocida política española Ada Colau, se encontraban detenidos.
Lo que comenzó como una misión humanitaria ha sido calificado por Ben-Gvir como un “montaje fallido” destinado a apoyar a grupos terroristas, en un episodio que ha dejado a la comunidad internacional atónita.
La escena era tensa. Los activistas permanecían en el suelo, custodiados por fuerzas israelíes, mientras el ministro señalaba a cada uno de ellos, llamándolos “terroristas” y acusándolos de simpatizar con asesinos.
“Estos son terroristas, simpatizantes de asesinos”, exclamó Ben-Gvir, mientras el vídeo de su visita se difundía rápidamente en las redes sociales, generando un debate encendido sobre la verdadera naturaleza de la flotilla.
La Flotilla Global Sumud, que había sido presentada como una misión humanitaria para llevar ayuda a Gaza, fue desmantelada en un abrir y cerrar de ojos por las contundentes declaraciones del ministro.
“Mírenlos, sus barcos son un desastre, no vinieron a ayudar a nadie, vinieron en apoyo a Gaza y al terrorismo”, sentenció con una mezcla de desprecio y desafío.
Las imágenes mostraban a Ben-Gvir recorriendo las embarcaciones, burlándose de la situación y cuestionando la falta de suministros humanitarios.
“¿Dónde está la ayuda humanitaria?”, preguntó irónicamente al encontrar solo una caja de leche de fórmula para bebés en un salón vacío.

El impacto de sus palabras fue devastador, no solo para los activistas, sino también para la credibilidad de la flotilla.
Mientras algunos gritaban consignas como “Free Palestine”, el ministro interpretó esto como una confirmación de la afinidad política de los detenidos con Hamás.
Así, la flotilla, que había prometido llevar víveres y ayuda a los más necesitados, se vio expuesta como un simple espectáculo, carente de sustancia y con un trasfondo político que el propio gobierno israelí se encargó de desmontar.
Desde el Ministerio de Exteriores israelí, se comunicó que más de 450 tripulantes se encontraban en proceso de deportación, mientras que varios legisladores italianos ya habían sido devueltos a su país.
“Todos los detenidos están a salvo y en buen estado de salud”, aseguraron, aunque el tono burlesco hacia la flotilla fue evidente. La coalición de barcos fue rebautizada como “Hamás Sumud”, una ironía que resonó en los medios y en las redes sociales.
Ben-Gvir, lejos de mostrar satisfacción por la deportación inmediata de los activistas, expresó su descontento, afirmando que había sido un error no encarcelarlos durante meses para que “se acostumbren al olor del módulo terrorista”.
Estas declaraciones se suman a la línea dura que el gobierno israelí ha adoptado recientemente contra el extremismo, incluyendo una polémica enmienda legislativa que contempla la pena de muerte obligatoria para condenados por terrorismo.

La visita del ministro y sus provocadoras declaraciones han reavivado el debate sobre la situación en Gaza y la legitimidad de las acciones de grupos que se presentan como defensores de los derechos humanos.
La imagen de Ben-Gvir mofándose de las embarcaciones y cuestionando la veracidad de la misión humanitaria ha provocado una ola de indignación entre los defensores de los derechos humanos y ha puesto en tela de juicio las verdaderas intenciones de la flotilla.
Mientras tanto, figuras destacadas de la política española y europea han reaccionado ante este escándalo.
Isabel Díaz Ayuso, Santiago Abascal, y otros líderes políticos han expresado sus opiniones, cada uno desde su propia perspectiva, lo que ha generado un debate aún más amplio sobre el conflicto israelí-palestino y la percepción de la ayuda humanitaria en la región.
En el trasfondo de este conflicto, la figura de Ada Colau se ha visto arrastrada a un torbellino de críticas y cuestionamientos.
La exalcaldesa de Barcelona, conocida por su activismo social, ahora enfrenta un escrutinio intenso sobre su papel en la flotilla y sus verdaderas intenciones. ¿Era realmente esta una misión humanitaria, o simplemente una oportunidad para hacer ruido político?

Los vídeos de los principales partidos políticos en España, como VOX, PP, PSOE y Podemos, han comenzado a circular, con cada uno intentando capitalizar la controversia a su favor.
Las reacciones son diversas, pero todas giran en torno a la misma pregunta: ¿qué significa realmente ayudar a Gaza? Y más importante aún, ¿quién tiene la autoridad para decidir qué constituye ayuda humanitaria?
Este episodio ha dejado claro que el conflicto en Gaza es más que una simple cuestión de ayuda; es un campo de batalla ideológico donde las narrativas se entrelazan y las intenciones se cuestionan.
La imagen de Ben-Gvir ridiculizando a los activistas ha resonado en todo el mundo, y las redes sociales han estallado con comentarios, memes y análisis que intentan desentrañar la complejidad de la situación.
En conclusión, la visita del ministro de Seguridad Nacional de Israel ha puesto de relieve las tensiones que rodean a la Flotilla Global Sumud y ha planteado interrogantes sobre la naturaleza de la ayuda humanitaria.
Mientras el mundo observa, la política, el activismo y la realidad en el terreno siguen entrelazándose en un conflicto que parece no tener fin.
La pregunta que queda es: ¿cuál será el próximo capítulo en esta saga? La respuesta, sin duda, seguirá capturando la atención de todos.