Bella es de Barcelona, pero se mudó a Canarias porque le gusta vivir en verano todo el año. El problema es que no consigue encajar con los lugareños

Lo que debía ser una velada romántica terminó convirtiéndose en una conversación incendiaria que ni el propio Carlos Sobera habría imaginado.
Bella, una fotógrafa catalana de 59 años, llegó a First Dates buscando amor, pero acabó protagonizando uno de los momentos más impactantes del programa al lanzar una profecía que dejó a su cita —y a medio país— con la boca abierta:
«España desaparecerá en 2029». Su afirmación, rotunda y cargada de convicción, desató un cruce de ideas que pasó del flirteo al fuego cruzado ideológico en cuestión de minutos.
Bella, nacida en Barcelona pero residente en Gran Canaria, se presentó como una mujer “valiente, aventurera y de armas tomar”. Lo suyo, confesó, no son los hombres blandos ni los discursos tibios.
Vive en las islas porque “adora el verano eterno”, pero no logra sentirse del todo integrada entre los canarios. “No me entienden mucho, ni yo a ellos”, dijo entre risas. Lo que no imaginaba era que su sinceridad se convertiría en dinamita televisiva.
Su cita era Manuel, un empresario granadino de 57 años afincado también en Tenerife. A primera vista, la pareja prometía química: dos personas maduras, con mundo, con historias que contar.
Pero desde el primer minuto, las diferencias comenzaron a brotar. Bella esperaba a alguien “más elegante”, mientras que él la encontró “una mujer exuberante”.
Ella, fría y distante; él, galante y paciente. Hasta ahí, lo habitual en el restaurante del amor. Lo que nadie vio venir fue el giro de guion.

La cena comenzó entre risas forzadas y comentarios sobre el calor del plató. Bella se abanicaba sin parar, visiblemente incómoda, hasta que un ventilador vino al rescate.
“Ahora sí”, suspiró, y por primera vez sonrió de verdad. Manuel aprovechó el momento para interesarse por su vida. “¿Qué te emociona de verdad?”, le preguntó con curiosidad genuina. Bella lo miró fijamente, como si estuviera a punto de soltar una bomba.
“Estoy completamente a favor de la independencia de Cataluña”, respondió sin pestañear. “Soy española porque lo pone en mi DNI, pero mi sangre es catalana.”
La mesa se quedó en silencio. Manuel la observaba con mezcla de sorpresa y desconcierto. “¿Y eso? ¿En base a qué?”, preguntó con un tono más analítico que crítico.
“Cataluña era un estado antes de ser absorbido por España en 1714”, explicó Bella con seguridad.
“Y según Alexandre Deulofeu, un pensador catalán que estudió la historia como una ciencia exacta, España tal y como la conocemos desaparecerá en 2029. No lo digo yo, lo dice la matemática de la historia.”
La cámara enfocó a Manuel, que soltó una carcajada nerviosa. “Bueno, al paso que vamos, no me extraña”, replicó irónicamente. Pero enseguida matizó: “No me gustaría que eso ocurriera.”
Bella, sin perder la compostura, sentenció: “A mí sí. Lloraría de emoción si mañana se independizara Cataluña.”
El ambiente, que había sido tenso desde el principio, se volvió eléctrico. En el plató se respiraba una mezcla de incomodidad y fascinación.
Lo que estaba ocurriendo no era una simple cita, sino una representación en miniatura del eterno conflicto entre identidades. Dos personas que podrían haberse enamorado, enfrentadas por una idea que pesa siglos.
Pero lo más sorprendente fue que, lejos de enfadarse, ambos comenzaron a escucharse. Manuel, con curiosidad genuina, intentaba entender la postura de Bella, mientras ella bajaba un poco la guardia y explicaba con pasión lo que sentía.
“No es política, es sentimiento”, insistía. “Es algo que llevo en la sangre. No puedo evitarlo.”
Él la miró, y por un momento, la discusión se transformó en algo más humano. “Lo que sí entiendo”, dijo Manuel con voz suave, “es que hay cosas que se sienten sin necesidad de explicarlas.”
Fue entonces cuando Bella rompió el hielo citando a su ídolo: “Como dice Julio Iglesias: ‘Tropecé de nuevo y con la misma piedra’. La historia siempre se repite.” La frase arrancó una sonrisa al empresario.
“Así que te gusta Julio Iglesias…”, comentó divertido. “Mucho”, respondió ella, con los ojos brillantes. “He coincidido con él varias veces, y su música siempre me emociona.”

A partir de ahí, el tono cambió. La tensión política dio paso a una complicidad inesperada. Cantaron juntos en el reservado del programa, se rieron, y hasta compartieron un tímido brindis mientras el karaoke sonaba de fondo.
“Julio une lo que la política separa”, bromeó él. Bella rió, quizá por primera vez en toda la noche.
Pero cuando llegó el momento de la decisión final, la realidad volvió. Manuel, con elegancia, confesó que quería seguir conociéndola. Bella lo miró con ternura y respondió: “Eres un hombre encantador, pero creo que lo nuestro es una amistad.”
No hubo beso, ni promesas, ni segundas citas. Solo una historia que dejó una frase grabada en la memoria de todos: «España desaparecerá en 2029».
Las redes sociales se encendieron al instante. Algunos espectadores la tildaron de “visionaria”, otros de “loca”. Pero lo cierto es que Bella no buscaba polémica: hablaba con una fe casi mística en algo que cree inevitable.
Para ella, la independencia catalana no es una idea política, sino una verdad escrita en la historia misma.
Y aunque su teoría pueda parecer extravagante, su origen está en un personaje real: Alexandre Deulofeu, un químico y filósofo catalán que en el siglo XX formuló la “Matemática de la Historia”.
Según su teoría, las civilizaciones tienen ciclos de unos 500 años, y España estaría a punto de cerrar el suyo. Para Bella, aquello no es una simple hipótesis: es destino.
Pero más allá de las profecías, lo que hizo de su cita algo inolvidable fue la intensidad con la que vivió cada palabra.
No era una mujer resentida, sino alguien que ha construido su identidad desde la pasión y la convicción. “No busco convencer a nadie”, dijo en un momento. “Solo quiero ser libre, y que Cataluña también lo sea.”

Manuel, tras la grabación, admitió que la cita lo dejó desconcertado. “No esperaba un debate político en una cena romántica”, confesó entre risas. “Pero, oye, fue una experiencia diferente. Me sorprendió su fuerza, su carácter. Y aunque no comparto su visión, la respeto.”
Esa es precisamente la magia —y el caos— de First Dates: nunca sabes si vas a encontrar el amor… o un manifiesto independentista.
El programa, acostumbrado a citas excéntricas, se encontró esta vez con una historia que trascendía el amor. Bella y Manuel no se enamoraron, pero protagonizaron uno de los momentos más comentados del año
. En una época donde la política divide, ellos demostraron que incluso desde la discrepancia puede surgir la empatía.
Mientras las luces del restaurante se apagaban, Bella levantó su copa y dijo con una sonrisa casi enigmática: “Nos vemos en 2029.” Manuel, divertido, respondió: “Si España sigue en pie, te invito yo.”
Fue el cierre perfecto de una cita imposible. Ni el amor ni la independencia triunfaron, pero ambos se marcharon con algo valioso: la certeza de haber vivido una conversación auténtica, sin filtros, sin guion.
Y así, entre copas, predicciones y canciones de Julio Iglesias, First Dates volvió a recordarnos por qué sigue siendo uno de los programas más imprevisibles de la televisión.
Porque cuando se juntan el amor y la ideología, lo que menos importa es el resultado: lo que importa es que, por un momento, todos dejamos de hablar del corazón… para hablar del alma.