Rocío Gallardo se proclama ganadora de ‘Gran Hermano 20’ en un duelo final con Cristian Orvich

Rocío Gallardo ya puede decir que es ganadora de ‘Gran Hermano 20’, pero su victoria llega envuelta en una atmósfera amarga, apresurada y marcada por el fracaso más sonado en la historia del formato.
Lo que debía ser una gran celebración televisiva acabó convirtiéndose en una gala atropellada, sin alma y con un aire de despedida forzada que dejó claro que el programa cerraba sus puertas antes de tiempo por pura necesidad.
La edición nació con la ambición de relanzar el reality más emblemático de Telecinco y terminó certificando su mayor debacle en audiencias, obligando a la cadena a adelantar la final varias semanas para evitar un desgaste aún mayor.
La noche del desenlace fue el reflejo perfecto de lo que ha sido esta temporada: larga en minutos, pero vacía de contenido.
Durante más de dos horas, los espectadores asistieron a una sucesión de rellenos, vídeos prescindibles y sorpresas sin emoción real, mientras la tensión brillaba por su ausencia.
En plató, Jorge Javier Vázquez intentaba sostener el ritmo con oficio, pero ni siquiera su experiencia logró disimular que la maquinaria estaba averiada. “Vamos a ir rápido”, se repetía una y otra vez, como si cada segundo en antena pesara demasiado.
Los cuatro finalistas —Raúl, Cristian Orvich, Rocío Gallardo y Aquilino— aguardaban un desenlace que, para muchos, estaba decidido desde hacía días.
Las votaciones en la app ya apuntaban a un resultado contundente, con una clara favorita que superaba el 50% de los apoyos incluso antes de llegar a la final. Aun así, la gala se empeñó en estirar una emoción inexistente.

La primera expulsión llegó pasada la medianoche. Raúl fue el encargado de inaugurar la caída de finalistas, quedando en cuarta posición con un 15,4% de los votos. Lejos de la sorpresa, el propio concursante asumió el resultado con resignación.
“Yo sabía que no era el perfil ganador”, reconoció ante Jorge Javier, dejando una de las pocas frases sinceras de la noche. Su salida fue rápida, sin épica y sin ese aplauso largo que solía acompañar a las finales de antaño.
Minutos después, Aquilino quedó fuera de la carrera por el maletín. Ni porcentajes, ni emoción, ni apenas palabras.
Una eliminación fría, casi administrativa, que evidenció las prisas por llegar al final cuanto antes. Así se configuró el duelo definitivo entre Rocío Gallardo y Cristian Orvich, los dos nombres que habían sostenido, como habían podido, una edición deslucida.
El momento de despedirse de la casa, tradicionalmente uno de los instantes más simbólicos de ‘Gran Hermano’, también quedó empañado.
El Súper, lejos de aportar solemnidad, apremió a los finalistas para que abandonaran la vivienda con una urgencia que rompía cualquier atisbo de emoción.
“Vamos chicos, saliendo ya”, se escuchaba mientras Rocío y Cristian miraban por última vez un espacio que apenas había conectado con el público.
El apagado de luces, resuelto con un vídeo pregrabado y poco cuidado, terminó de confirmar que la producción había renunciado a la épica.

Ya en plató, la resolución final fue tan breve como poco emocionante. Sin grandes discursos, sin repaso memorable de la trayectoria de los finalistas y sin la tensión que durante años convirtió a ‘Gran Hermano’ en un fenómeno social.
Jorge Javier anunció el resultado casi de trámite: Rocío Gallardo se imponía a Cristian Orvich con un porcentaje aplastante en el televoto. El dato confirmaba lo que ya se sabía: ella había sido la favorita indiscutible desde mucho antes de la final.
Rocío recibió el maletín entre aplausos contenidos y una celebración que supo más a alivio que a euforia. “No me lo creo”, dijo emocionada, mientras abrazaba a sus compañeros y agradecía el apoyo del público.
Sus palabras sonaban sinceras, pero el contexto le restaba brillo a una victoria que, en otras circunstancias, habría sido apoteósica.
Cristian, segundo clasificado, aceptó la derrota con deportividad. “Me voy orgulloso”, afirmó, consciente de que el premio moral era casi tan importante como el económico.
Así concluyó ‘Gran Hermano 20’, una edición que pasará a la historia no por sus tramas, ni por sus conflictos, ni por haber descubierto grandes personajes, sino por ser la más fugaz y menos vista en los 25 años del formato.
El reality que durante décadas paralizó al país cerró esta temporada sin pena ni gloria, dejando una sensación de oportunidad perdida y de desgaste irreversible.
La victoria de Rocío Gallardo queda así marcada por una paradoja difícil de ignorar: ganó con contundencia, pero lo hizo en un escenario vacío, sin la emoción colectiva que siempre definió al programa.
Telecinco despide su reality estrella con una final antitelevisiva y un sabor amargo que invita a la reflexión sobre el futuro del formato. Rocío levanta el maletín, sí, pero lo hace sobre las ruinas de un ‘Gran Hermano’ que ya no es lo que fue.
