Mientras espera que la ONU se pronuncie sobre el caso de paternidad, el abogado Fernando Osuna confirma a ABC que preparan una nueva estrategia que permita lograr, por fin, el reconocimiento personal del artista

Cuarenta años después de que Edite Santos, una joven bailarina portuguesa entonces desconocida, contara que había mantenido un romance con Julio Iglesias del que nació un niño, el caso de la paternidad de Javier Santos continúa moviéndose entre tribunales, estrategias jurídicas y expectativas que nunca terminan de cerrarse.
Lo que comenzó siendo un relato íntimo se transformó en uno de los litigios más prolongados de la crónica social española, y hoy vive un nuevo capítulo: la posibilidad real de llevar la batalla legal a Estados Unidos.
La decisión no parte de un impulso repentino, sino de una reflexión estratégica. El abogado de Javier, Fernando Osuna, lo explica con serenidad, aunque su voz deje entrever el cansancio acumulado por décadas de procedimientos:
—“Estamos preparando una nueva demanda en Estados Unidos. Allí podría existir una vía legal diferente, sin los límites que han marcado los tribunales españoles durante tantos años”, asegura.
El anuncio supone un giro significativo. Hasta ahora, la batalla se había librado exclusivamente en España y en organismos internacionales como la ONU. Sin embargo, el hecho de que Julio Iglesias resida desde hace años en Miami abre una oportunidad jurídica que el equipo de Javier no quiere desperdiciar.

Un caso que se niega a apagarse
El relato de Edite —que conoció a Iglesias en 1975, mantuvo un romance breve y poco después descubrió que estaba embarazada— nunca ha variado. Tampoco su insistencia, durante décadas, en obtener una respuesta del cantante.
Cuando su hijo Javier cumplió la mayoría de edad, el caso volvió a la vida con nueva energía, especialmente tras la obtención de una prueba genética que cambiaría el rumbo del procedimiento.
Osuna recuerda aquel episodio con precisión quirúrgica:
—“Fue en Miami. Un detective recogió una botella de plástico que Julio José Iglesias había tirado tras hacer surf. El análisis dio un 99% de probabilidad de hermandad”.
Aunque la muestra no tenía todas las garantías procesales, un juzgado de Valencia aceptó incorporarla al procedimiento. Aquel gesto permitió reabrir un caso que parecía destinado al archivo permanente.
En 2019 llegó la sentencia que sorprendió al país: el juez declaró que Julio Iglesias era el padre biológico de Javier Santos.
—“Lo ganamos. Fue un momento enormemente importante para él”, rememora Osuna.
Sin embargo, el triunfo se desvaneció pronto. El recurso de la defensa de Iglesias llevó el asunto a la Audiencia Provincial, que no cuestionó el fondo del caso, pero consideró que no podía juzgarse de nuevo lo ya sentenciado en los años noventa.
El principio de «cosa juzgada» cerró las puertas legales en España. El Tribunal Constitucional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirmaron ese criterio.
El recurso ante la ONU
Con las vías nacionales agotadas, Javier decidió acudir al Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas. El recurso lleva casi tres años pendiente de respuesta.
—“La ONU responderá, pero no sabemos cuándo. No es un proceso rápido”, admite Osuna.
La petición no busca una nueva sentencia de paternidad, sino la revisión del derecho de Javier a un juicio sin las limitaciones del caso archivado hace décadas.
Mientras la resolución internacional se demora, el equipo jurídico ha decidido no esperar más.

Una ofensiva legal desde Miami
Osuna explica que ya están en conversaciones con varios bufetes estadounidenses.
—“Estamos buscando un despacho con experiencia en este tipo de procesos. La ley americana permite abrir una acción civil independiente, sin quedar condicionados por lo que ocurrió en España”.
Llevar el caso a EE.UU. supone un cambio de enfoque: no se trataría de revivir el antiguo litigio, sino de demostrar la existencia de un vínculo biológico y reclamar el reconocimiento legal en la jurisdicción donde reside el artista.
En el entorno de Javier, la idea ha generado una mezcla de esperanza y prudencia. Aunque el desgaste emocional es enorme, existe también una determinación firme.
—“Ha conseguido mucho. Sabe, con tranquilidad, que genéticamente es hijo. La duda ya no existe”, afirma el abogado.
Solo dignidad
A estas alturas, Javier ha renunciado explícitamente a cualquier interés económico. Lo ha dicho en múltiples ocasiones y Osuna lo reitera:
—“Él no quiere dinero. No quiere herencias. Lo único que quiere es su dignidad y que se reconozca su realidad”.
El abogado detalla que su cliente firmaría cualquier documento que fuera necesario para dejar constancia de esa renuncia.
—“La ley es clara: nadie está obligado a aceptar una herencia. Eso no es el objetivo de Javier”.

El silencio de la familia Iglesias
Durante años, Javier y su madre han intentado entablar algún tipo de comunicación con el cantante o con los hijos del artista. Pero la respuesta siempre ha sido distante. Según Osuna:
—“Los hermanos dicen que es una cuestión que solo afecta a su padre. No quieren intervenir ni posicionarse”.
El mutismo de la familia Iglesias ha sido constante, incluso cuando el debate jurídico alcanzó titulares en todo el país. Esa actitud contrasta con la insistencia de Javier, que ha mantenido una postura pública serena y respetuosa, aunque decidida.
Un caso sin final
Con la ONU aún pendiente de pronunciarse y la nueva vía abierta en Estados Unidos, la historia de Javier Santos continúa como uno de los episodios más longevos y complejos de la crónica social española.
Un conflicto que mezcla biología, justicia y memoria familiar, y que ha resistido el paso del tiempo como pocos.
El propio Osuna lo resumió recientemente en una conversación privada con su equipo:
—“No sabemos cuánto más durará esto. Pero si hay una vía, la vamos a explorar. Después de tantos años, la verdad merece un reconocimiento que no dependa del tiempo transcurrido”.
Cuatro décadas después, el caso que nació en un camerino de los años setenta sigue sin su punto final. Y ahora, por primera vez, la resolución podría llegar desde el otro lado del Atlántico.