El desconcertante motivo por el que una comensal de ‘First Dates’ ha dicho que no a una segunda cita

Judith ha recurrido a ‘First Dates’ con la intención de enamorarse de nuevo sin mencionar que ya lo está

 

First Dates

 

En el restaurante más romántico de la televisión, donde el amor parece flotar en el aire y los flechazos se sirven entre entrantes y postres, no todo es tan sencillo como parece.

Judith, una joven de 30 años que acudió a *First Dates* en busca de una conexión auténtica, se convirtió en protagonista de una de las historias más desconcertantes del programa.

Su cita con Genís, un auxiliar de eventos de 33 años, parecía avanzar con cierta complicidad, pero un secreto del pasado terminó siendo decisivo en su inesperada negativa a una segunda cita.

Desde el primer momento, Judith se presentó con una mezcla de ilusión y prudencia. “Busco a alguien con quien compartir aficiones, alguien espiritual… y si no lo es, ya le introduciré yo”, comentó sonriente antes de entrar al restaurante.

Carlos Sobera la recibió con la calidez habitual, mientras ella trataba de ocultar los nervios de quien sabe que el amor no siempre se deja atrapar fácilmente.

Genís, su cita, llegó con una actitud relajada y algo bromista. “Soy una persona normal”, se definió, aunque enseguida matizó entre risas: “Otra cosa es que mi círculo diga que soy un friki, que se me va la pinza”.

Su espontaneidad pareció sorprender a Judith, que no terminaba de saber si estaba ante alguien auténtico o demasiado confiado.

“Mi percepción es que iba un poco sobrado, pero bueno, es mi percepción”, admitió frente a las cámaras, mientras observaba con cierta curiosidad a su acompañante.

La cena comenzó entre comentarios tímidos y risas nerviosas. “Tienes los ojos muy bonitos”, le dijo Genís, con un tono sincero que consiguió relajar el ambiente.

“Y ese punto de que seas pelirroja… me gusta”, añadió, mientras Judith, con una sonrisa contenida, trataba de mantener la compostura.

Poco a poco, la conversación fue fluyendo con naturalidad: hablaron de viajes, de experiencias pasadas y de esas heridas sentimentales que dejan cicatrices invisibles.

 

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Ella confesó haber sido engañada “más de una vez” por su primer ex, un episodio que todavía le dolía al recordarlo. Él, por su parte, relató cómo lo dejó todo por amor, incluso su taller de bicicletas, para mudarse con una chica que, apenas tres meses después, lo abandonó.

“Fue un golpe duro”, reconoció. Esa sinceridad pareció conectarles por un momento, como si ambos reconocieran en el otro una historia de decepción compartida.

Sin embargo, lo que parecía ser una cita prometedora comenzó a torcerse cuando Judith, en un acto de honestidad inesperada, decidió abrirse del todo.

“Hay algo que no te he contado”, dijo con voz suave. Genís la miró intrigado, sin imaginar que lo que estaba a punto de escuchar cambiaría por completo el rumbo de la velada.

Judith relató que hacía un tiempo había conocido fugazmente a un chico en una tienda de Huesca. No fue una relación ni una aventura, sino algo mucho más etéreo: un cruce de miradas que se le quedó grabado.

“Fue un flechazo”, confesó. Apenas hablaron un par de frases, pero para ella fue suficiente. Intentó mantener el contacto, pero él no tenía redes sociales, y la historia quedó suspendida en el aire, sin principio ni final.

“Desde entonces no he podido olvidarlo”, reconoció, mientras Genís la observaba con incredulidad. “Aunque he conocido a más chicos, nunca he llegado a sentir lo mismo.”

El auxiliar de eventos, sorprendido, no pudo evitar reaccionar: “¿Pero si apenas lo conociste? A lo mejor luego era un idiota.” Ella se encogió de hombros, sonriendo con cierta melancolía. “Puede ser… pero no lo sé. Es algo que siento.”

 

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El ambiente cambió. Ya no había coqueteo ni miradas cómplices. La sinceridad de Judith había dejado claro que su corazón seguía anclado en un recuerdo, en una historia sin desenlace.

Pese a ello, la cita continuó con educación, con esas conversaciones amables que intentan disimular el desencanto.

En el momento de la decisión final, ambos esperaban lo inevitable. Genís, fiel a su carácter optimista, quiso ver el lado positivo.

“En principio, sí. Me ha parecido muy maja, muy agradable. Sí, me gustaría tener una segunda cita, ¿por qué no?”, declaró ante las cámaras. Pero su ilusión duró poco.

Judith, mirando al suelo y eligiendo cuidadosamente sus palabras, confesó lo que todos intuían: “No tendría una segunda cita como pareja. Igual te conozco más, pero no lo sé… me han faltado algunas cosas que no he sentido, no he visto.”

Fue una negativa amable, sin dramatismo, pero lo bastante clara como para no dejar lugar a dudas.

Genís asintió, intentando no mostrar su decepción. “Pues es lo que hay”, respondió con serenidad, aceptando la realidad de un encuentro que había comenzado con risas y terminaba con resignación.

En su mirada se adivinaba una mezcla de sorpresa y comprensión, como si entendiera que, a veces, el corazón simplemente no obedece a la lógica.

 

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Cuando Judith abandonó el restaurante, los espectadores no pudieron evitar preguntarse cómo alguien podía seguir atado a una ilusión tan breve, tan intangible.

Pero para ella, aquel “flechazo de Huesca” no era un simple recuerdo: era una promesa inacabada, una historia que todavía necesitaba cerrar.

Y *First Dates*, fiel a su espíritu romántico, volvió a recordarnos que el amor no siempre aparece cuando uno lo busca, y que la mente puede estar en una cita mientras el corazón sigue en otro lugar.

Porque a veces —como demostró Judith—, por mucho que la vida nos ponga nuevas oportunidades delante, no podemos avanzar sin soltar aquello que alguna vez nos hizo soñar.

El episodio dejó al público dividido: algunos aplaudieron la sinceridad de la joven, otros la criticaron por acudir al programa sin haber superado su pasado.

Pero todos coincidieron en algo: la historia de Judith fue un reflejo perfecto de lo que *First Dates* logra cada noche, una ventana a las emociones humanas más reales, donde no todo termina con un “sí quiero”.

Quizás, en algún rincón de Huesca, aquel chico del “flechazo” ni siquiera sepa que alguien aún piensa en él. Pero para Judith, su historia quedó grabada en ese cruce de miradas que, como tantas veces ocurre en la vida, fue breve, intenso y eterno al mismo tiempo.

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