En el Congreso, Ester Muñoz del PP lanza duras acusaciones contra Pedro Sánchez e Irene Montero, cuestionando la defensa de la democracia y la memoria histórica.
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En la última sesión del Congreso de los Diputados, un debate encendido ha puesto de relieve las tensiones políticas que marcan la actualidad española.
Las intervenciones de los líderes políticos han dejado claro que la polarización en el ámbito político no solo es evidente, sino que se intensifica con cada sesión.
La diputada Ester Muñoz del Partido Popular (PP) no escatimó en palabras al dirigirse a Pedro Sánchez y a la ministra de Igualdad, Irene Montero, acusándolos de permitir que discursos que menoscaban la democracia se pronuncien desde la tribuna.
“Señor Sánchez, jamás le perdonaremos que haya permitido que la mujer que señalaba desde su periódico agente en España para asesinarla haga estos discursos en esta cámara.
¡Qué asco!”, exclamó Muñoz, desatando un torrente de reacciones tanto en el hemiciclo como en las redes sociales.
La respuesta de Sánchez fue contundente. Defendió la legitimidad de todos los diputados presentes, recordando que cada uno de ellos representa a un grupo de ciudadanos que les ha votado.
“Respeten ustedes la democracia”, insistió, mientras el ambiente se tornaba cada vez más tenso con los gritos de los miembros de la bancada socialista.
La diputada Muñoz, sin embargo, continuó su ofensiva, recordando que “la democracia se respeta y a los muertos por la libertad de España también”.
Este intercambio no solo refleja la tensión entre los partidos, sino también el profundo resentimiento que persiste en la sociedad española respecto a la memoria histórica y la lucha contra el extremismo.

Uno de los momentos más destacados del debate fue cuando Muñoz mencionó las organizaciones fascistas que, según ella, operan con impunidad en el país.
“Estamos viendo organizaciones fascistas, franquistas y ultras que actúan con total impunidad”, afirmó. La diputada hizo un llamado a la acción, instando al gobierno a tomar medidas enérgicas contra estos grupos y a respetar la memoria de las víctimas del terrorismo.
“Es hora de que se tomen medidas, porque a la ultraderecha y al fascismo debemos enfrentarlos en todos los ámbitos”, subrayó, mientras el eco de sus palabras resonaba en la sala.
La ministra Montero no se quedó atrás y, en respuesta a las acusaciones, defendió la labor del gobierno en materia de memoria democrática.
“Hemos aprobado una ley de memoria democrática valiente”, declaró, enfatizando que se están tomando medidas para retirar símbolos franquistas y acabar con la impunidad de organizaciones que glorifican el pasado dictatorial de España.
Sin embargo, la oposición no se mostró convencida. “¿Por qué han abandonado a las mujeres de este país?”, preguntó Muñoz, acusando al gobierno de utilizar el feminismo como una mera herramienta de marketing político.
El debate se tornó aún más personal cuando se abordaron las políticas económicas y sociales.
Muñoz acusó al gobierno de estar rodeado de corrupción y de haber abandonado a las mujeres, mientras que Sánchez defendía su gestión, recordando cómo el PP había manejado la crisis financiera anterior.
“Ustedes facilitaron el despido y precarizaron las condiciones laborales”, replicó el presidente, mientras la tensión en la sala continuaba en aumento.
Las acusaciones de corrupción y abandono resonaban en el aire, y la sensación de que ambos bandos estaban atrapados en un ciclo de ataques mutuos se hacía palpable.

El clima de confrontación se intensificó cuando se mencionó el impacto de las políticas fiscales del gobierno.
El diputado Juan Bravo, del PP, criticó las subidas de impuestos y la carga que esto representa para los autónomos, a lo que Sánchez respondió defendiendo su política de ingresos y la necesidad de financiar servicios públicos.
“Ustedes han subido más de 100 veces los impuestos”, acusó Bravo, mientras Sánchez insistía en que su gobierno estaba trabajando para mejorar la situación económica del país.
El debate culminó con un intercambio de aplausos y abucheos, reflejando la polarización que caracteriza la política española actual.
Los ciudadanos, que observan desde la distancia, se preguntan si este tipo de confrontaciones realmente beneficia al país o si, por el contrario, contribuye a una mayor división social.
La pregunta que queda es: ¿hasta dónde llegarán los partidos en su lucha por el poder, y qué consecuencias tendrá esto para la democracia en España?
La sesión del Congreso no solo fue un espectáculo político, sino un reflejo de las tensiones que marcan la vida pública en España.
Con cada intervención, se pone de manifiesto que la lucha por la verdad y la justicia en la memoria histórica sigue siendo un tema candente y que las heridas del pasado aún no han sanado.
Los ciudadanos esperan respuestas y acciones concretas, no solo palabras vacías que alimenten el ciclo de la polarización. En un momento en que la sociedad demanda unidad y soluciones, el Congreso parece más dividido que nunca.