La crisis del caso Salazar ha desatado una fuerte fractura interna en el PSOE, marcada por la gestión deficiente de denuncias y la falta de respuestas claras por parte de la dirección.

La crisis desatada por el caso de Paco Salazar ha sacudido los cimientos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), convirtiéndose en un tema candente que trasciende lo burocrático y se transforma en una ruptura interna sin precedentes desde la caída de José Luis Ábalos.
Este escándalo, que durante meses fue tratado con excusas y silencios, ha estallado, dejando al descubierto la fragilidad de la estructura del partido.
“Esto es insostenible,” afirma un miembro intermedio del PSOE que ha decidido hablar bajo condición de anonimato. “No podemos seguir defendiendo lo indefendible.
La falta de acción ante las denuncias es inexcusable.” La indignación entre los militantes ha crecido exponencialmente desde que se reveló que las dos denunciantes no habían recibido ninguna comunicación en cinco meses.
La situación se agravó cuando la dirección del partido, encabezada por Pedro Sánchez, comenzó a emitir una serie de explicaciones que solo alimentaron la frustración.
“Primero negaron que existieran denuncias, luego culparon al anonimato y finalmente a un sistema informático,” relata otro dirigente territorial. “Es como si estuvieran jugando con nuestra credibilidad.”
La reunión de urgencia convocada por Pilar Bernabé, secretaria de organización del PSOE, fue un intento fallido de calmar las aguas.
“Las promesas de revisión técnica y la falta de un comunicado oficial solo empeoraron las cosas,” añade un asistente a la reunión. “Parecía que intentaban cerrar el caso a puerta cerrada, lo que aumentó aún más la sospecha.”

En medio de esta tormenta, María Jesús Montero, ministra de Igualdad, se encuentra en el ojo del huracán. Su relación con Salazar y las acusaciones de comentarios desalentadores hacia mujeres que han trabajado con ella han encendido alarmas.
“No sé cómo puede seguir en su puesto,” comenta un alto cargo del partido. “La percepción es que hay una falta de apoyo real a las mujeres que denuncian.”
A pesar de que el entorno de Montero niega cualquier irregularidad, la inquietud es palpable. “Es evidente que alguien ha querido frenar el avance del expediente,” sostiene una fuente cercana a los denunciantes. “No es posible que en cinco meses no recibieran ni una sola llamada.”
La metamorfosis de las versiones públicas del PSOE ha sido notable, y cada cambio ha coincidido con un aumento de la presión mediática. “Es como si estuvieran improvisando sobre la marcha,” señala un analista político.
“Esta falta de coordinación entre Moncloa, Ferraz y el área de Igualdad es preocupante, especialmente en un momento tan crítico para el Ejecutivo.”
La crisis llega en un momento delicado para el gobierno. Con la necesidad de negociar con Junts y afrontar la campaña extremeña, el PSOE no puede permitirse más distracciones.
“El caso Salazar es un misil que impacta directamente en la credibilidad del partido y, sobre todo, en la figura de Montero,” explica un observador político. “El partido se enfrenta a una erosión interna que podría tener consecuencias devastadoras.”

Frente a esta situación, las federaciones territoriales han decidido actuar por su cuenta. “Estamos cansados de esperar explicaciones,” afirma un dirigente regional.
“Es hora de reclamar un protocolo antiacoso claro, con plazos obligatorios y un mecanismo automático para trasladar los casos a Fiscalía cuando el acusado renuncie a la militancia.”
Adriana Lastra, ex número dos del partido, se ha convertido en una de las voces más críticas, presionando para que el asunto sea judicializado. “Solo una vía externa evitará otro bloqueo interno,” asegura.
La sensación general entre los militantes es que el PSOE ha perdido reflejos en un momento en que la protección de las denunciantes debería ser la prioridad.
“Hemos fallado en nuestra obligación de proteger a quienes se atreven a hablar,” lamenta un antiguo miembro del partido. “La reacción ha sido tardía, ineficaz y llena de sospechas.”
La indignación no proviene solo de la oposición, sino que surge desde el propio seno del partido. “Por primera vez en años, el PSOE se ha visto completamente superado por los hechos,” concluye un veterano político.
“Esto no es solo un escándalo; es una crisis de identidad que podría tener repercusiones duraderas.”
A medida que la tensión aumenta, el futuro del PSOE pende de un hilo. La falta de respuestas claras y la incapacidad para gestionar la crisis han dejado al partido en una posición vulnerable, expuesto a críticas tanto internas como externas.
En un momento en que la cohesión es más crítica que nunca, el caso Salazar podría ser el catalizador de un cambio profundo en la estructura y la dirección del partido.