La tertuliana de TVE, Sarah Santaolalla, genera polémica al calificar la histórica Cruz de Borgoña como símbolo “fascista”, desatando críticas y burlas en redes sociales.

En un mundo donde la información se propaga a la velocidad de la luz, las declaraciones de figuras públicas pueden desencadenar reacciones inesperadas y, a menudo, desproporcionadas.
Este es el caso de Sarah Santaolalla, una tertuliana de TVE, que ha generado un torbellino de críticas tras calificar la histórica Cruz de Borgoña como un símbolo “fascista”.
La controversia no solo revela la polarización del discurso político en España, sino que también pone de manifiesto la falta de conocimiento histórico que puede influir en la opinión pública.
La Cruz de Borgoña, una bandera que data de más de quinientos años, fue un emblema de la Monarquía Hispánica y ha ondeado en los barcos y ejércitos españoles mucho antes de que el franquismo existiera.
Sin embargo, Santaolalla, en un intento por criticar la supuesta falta de empatía de un político con las víctimas del franquismo, hizo una afirmación que ha sido recibida con incredulidad y burla en las redes sociales.
“La falta de empatía del señor Tellado con las víctimas del franquismo quizás nace de su admiración por banderas que ahora utilizan los fascistas”, escribió, desatando una ola de memes y comentarios sarcásticos.
Las reacciones no se hicieron esperar. Usuarios de Twitter comenzaron a ironizar sobre la afirmación de Santaolalla, sugiriendo que pronto podría acusar a Cervantes de ser franquista por haber luchado en la batalla de Lepanto.
Esta burla no es casual; refleja una frustración creciente con la tendencia de algunos comentaristas a reinterpretar la historia a través de un prisma ideológico contemporáneo.
Otros recordaron que la Cruz de Borgoña fue un símbolo de la España imperial, utilizado mucho antes de que Franco llegara al poder, lo que pone en entredicho la validez de las afirmaciones de Santaolalla.
Pedro Baños, un analista y coronel, también se sintió obligado a intervenir. En su perfil de Twitter, explicó que la Cruz de Borgoña “no es ni franquista ni fascista”, sino un emblema histórico que simboliza un período importante de la historia española.
“Su origen proviene del enlace de Juana de Castilla con Felipe el Hermoso, en 1496.
Fue la bandera del Imperio hasta 1843. Aprender un poco de historia nunca viene mal”, escribió, logrando que su mensaje se volviera viral.

La controversia ha llevado a Santaolalla a ser objeto de burla, apodándola “la experta en confundir siglos”.
Este apodo no solo resalta la falta de rigor en sus afirmaciones, sino que también pone de relieve cómo la ignorancia puede convertirse en un arma de doble filo en el debate público.
La obsesión por etiquetar todo lo relacionado con la historia de España como sospechoso o “fascista” ha convertido a Santaolalla en un blanco fácil para la crítica.
En un país donde la historia está impregnada de eventos complejos y matices, simplificar el pasado a etiquetas políticas puede resultar peligroso. La historia no es solo un conjunto de hechos; es un tejido de narrativas que dan forma a la identidad cultural de un pueblo.
La tendencia a reinterpretar estos hechos a la luz de ideologías contemporáneas no solo distorsiona la realidad, sino que también contribuye a una mayor polarización en la sociedad.
Este episodio también plantea preguntas sobre la responsabilidad de los comentaristas y figuras públicas en la difusión de información.
La falta de rigor histórico puede llevar a malentendidos y a la perpetuación de mitos que, en lugar de informar, confunden al público. En un entorno mediático donde la atención es efímera, el impacto de una declaración errónea puede ser duradero.

La controversia en torno a la Cruz de Borgoña es un recordatorio de que la historia debe ser tratada con respeto y precisión. Las banderas y los símbolos tienen significados profundos que trascienden las ideologías políticas.
Al ignorar esto, corremos el riesgo de trivializar el pasado y de perder de vista lo que realmente representa nuestra identidad colectiva.
En conclusión, el comentario de Sarah Santaolalla sobre la Cruz de Borgoña ha desatado un debate no solo sobre la interpretación de la historia, sino también sobre el papel de los medios de comunicación y las figuras públicas en la formación de la opinión pública.
En un momento en que las redes sociales amplifican cada palabra, es crucial que quienes tienen una plataforma consideren las implicaciones de sus palabras. La historia no debe ser un campo de batalla ideológico, sino un espacio para el entendimiento y el aprendizaje.
La próxima vez que se escuche una afirmación sobre el pasado, es recomendable detenerse y reflexionar: ¿realmente conocemos la historia detrás de las palabras?