Los más de 500 activistas, que defienden su misión como humanitaria, reconocen el riesgo de una “detención masiva” mientras Israel advierte que podría incluso hundir embarcaciones si es necesario.

En una madrugada tensa y llena de incertidumbre, la flotilla de Ada Colau se enfrenta a una de sus horas más críticas en el mar Mediterráneo.

A medida que varios buques de la Armada israelí han abandonado la base naval de Ascalón, los más de 500 tripulantes de la Global Sumud Flotilla se han visto obligados a activar un “protocolo de emergencia”.

La situación se torna cada vez más alarmante, y los organizadores han admitido que una “detención masiva inminente” es prácticamente inevitable.

“Estamos preparados para lo que venga, pero la realidad es dura”, expresó uno de los activistas en un video difundido a través de las redes sociales.

La desesperación se apodera de la flotilla, que, a pesar de su discurso de “no violencia”, reconoce que la interceptación por parte de Israel es solo cuestión de tiempo.

“No estamos aquí para provocar, sino para ayudar”, afirmó otra activista, mientras el viento del Mediterráneo agitaba las velas de su pequeña embarcación.

La flotilla, que se presenta como una misión humanitaria destinada a romper el bloqueo sobre Gaza, ha sido objeto de controversia.

A pesar de su imagen de solidaridad, diversos informes indican que ha recibido un considerable apoyo financiero y logístico de organizaciones con vínculos directos con Hamás.

“No podemos ignorar la realidad de quiénes son nuestros aliados”, comentó un miembro de la tripulación, visiblemente preocupado por las repercusiones de su misión.

La prensa israelí ha sido clara en sus advertencias. Según la agencia Kan News, comandos navales israelíes están listos para abordar los aproximadamente 50 barcos que se dirigen hacia Gaza.

“Los activistas antiisraelíes serán detenidos, interrogados y expulsados”, se lee en el informe.

Esta declaración ha generado un ambiente de tensión y ansiedad entre los integrantes de la flotilla, quienes se reúnen para discutir su estrategia.

“Si nos interceptan, debemos mantenernos unidos. No podemos permitir que nos dividan”, instó un líder del grupo durante una reunión de emergencia.

Los rostros de los tripulantes reflejan una mezcla de determinación y temor, mientras algunos intentan calmar a los más jóvenes que temen lo peor. “Hemos venido aquí para hacer una diferencia, no para ser arrestados”, añadió una mujer, con lágrimas en los ojos.

Mientras tanto, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han declarado que están dispuestas a hundir algunos de los barcos si la situación lo requiere.

“Hay demasiados barcos para remolcar”, aseguraron fuentes militares, lo que ha llevado a los activistas a cuestionar la viabilidad de su misión. “¿Realmente están dispuestos a llegar tan lejos?”, se preguntó un joven tripulante, con la voz entrecortada por la angustia.

En el puerto de Ashdod, se han preparado hasta 600 policías y ocho ambulancias para recibir a los posibles detenidos.

“Sabemos que esto es un juego peligroso, pero estamos aquí por una causa justa”, afirmó un activista, mientras miraba al horizonte, donde se vislumbran las siluetas de los buques israelíes. “No podemos rendirnos ahora, hemos llegado demasiado lejos”.

La unidad de élite Shayetet 13 está lista para intervenir en cuanto los barcos crucen la línea roja de la zona de exclusión.

“Hemos visto esto antes, y no vamos a permitir que se repita”, declaró un oficial militar en una rueda de prensa, enfatizando la postura firme de Israel ante lo que consideran un desafío a su soberanía.

Las reacciones en la comunidad internacional han sido diversas. Mientras algunos apoyan la misión humanitaria de la flotilla, otros critican la falta de transparencia sobre sus verdaderas intenciones.

“Es fundamental que el mundo sepa lo que realmente está sucediendo aquí”, dijo un observador internacional, quien se encuentra a bordo de uno de los barcos. “No podemos permitir que se utilice el activismo como una fachada para el extremismo”.

A medida que la flotilla se adentra en aguas cada vez más peligrosas, los activistas se preparan para lo peor. “Si somos detenidos, que sea por una causa que vale la pena”, afirmó un veterano activista, con una mirada decidida.

“No podemos dejar que el miedo nos paralice. Estamos aquí para hacer una diferencia, y eso es lo que importa”.

La historia de la flotilla de Ada Colau es un reflejo de las complejidades del conflicto en la región, donde la línea entre la solidaridad y el extremismo a menudo se difumina.

Mientras los buques israelíes se acercan, la flotilla se enfrenta a su destino, con la esperanza de que su misión humanitaria no se convierta en un episodio de detención masiva que marcará un hito en la historia del activismo internacional.