Santiago Posteguillo relata su experiencia durante la devastadora DANA en Valencia, denunciando la falta total de respuesta institucional ante la tragedia.

La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó Valencia ha dejado a su paso una estela de devastación y desolación que muchos no se atreven a imaginar.
Santiago Posteguillo, reconocido escritor de novelas históricas, ha compartido su impactante experiencia durante este fenómeno meteorológico, revelando no solo la magnitud del desastre, sino también la falta de respuesta de las autoridades.
Su relato no solo es un testimonio personal, sino un llamado urgente a la acción y la reflexión sobre la gestión de crisis en España.
A las 18:40 del 29 de octubre, mientras Posteguillo revisaba una conferencia, su pareja le interrumpe con una advertencia: el barranco del pollo, a escasos metros de su hogar, se está desbordando.
A pesar de que no ha llovido en Paiporta, la situación es alarmante. Sin previo aviso, el agua comienza a acumularse, y la incertidumbre se apodera de ellos. “Nadie ha avisado”, dice Posteguillo, reflejando la impotencia que siente ante la falta de información y preparación.

Decididos a mover su coche, bajan las seis plantas del edificio, solo para encontrarse con una plaza inundada. “Es raro en tan poco tiempo”, comenta, mientras los vecinos discuten si es prudente salir.
Finalmente, deciden no cambiar el coche de sitio, una elección que, aunque parece trivial, se convierte en un acto de sabiduría.
En cuestión de minutos, un torrente de dos metros de agua arrastra todo a su paso: ramas, árboles y coches son arrastrados como si fueran juguetes.
La desesperación se intensifica cuando Posteguillo observa cómo la fuerza del agua destruye una nave industrial frente a su edificio.
“Gracias a Dios, el edificio fue construido con solidez”, reflexiona, pero la preocupación por la seguridad de la estructura crece. Tras horas de lluvia incesante, la noche trae consigo el silencio y el miedo.
“Nos acostamos sin luz ni agua, esperando que al amanecer llegara la Guardia Civil, los bomberos, el ejército”, narra con un tono de incredulidad. Sin embargo, al amanecer, la realidad es aún más desoladora: “No había nadie”.

El caos se apodera de la plaza, donde un cadáver yace a la vista de todos. “Era una joven china, a quien había visto varias veces en su bar”, recuerda Posteguillo, con tristeza.
La ausencia de ayuda institucional es abrumadora. “Los coches están volcados, todo lleno de barro, silencio y miedo”, describe, mientras la situación se deteriora.
La falta de respuesta de las autoridades no solo es frustrante, sino aterradora. “¿Cómo puede ser que en 48 horas no venga nadie?”, se pregunta, reflejando la angustia de muchos.
A medida que los días pasan y la situación empeora, la desesperación crece. “Al tercer amanecer, empezaron a llegar voluntarios, pero nadie institucional”, relata.
Con su ordenador y algunas pertenencias, Posteguillo y su pareja deciden abandonar la zona devastada. “Arrastramos aquella maleta kilómetros y kilómetros por un espectáculo de destrucción como nunca había visto”, dice, capturando la magnitud del desastre.
Las calles están llenas de escombros y la desesperación de la gente es palpable. “No se pueden imaginar lo que está pasando esa gente”, advierte, refiriéndose a las comunidades afectadas como Paiporta, Algemesí y Catarroja.
La falta de ayuda institucional es un tema recurrente en su relato. “Ya hay casos de enfermedades infecciosas que se están atendiendo porque no se están limpiando las calles con la velocidad necesaria”, denuncia, enfatizando la urgencia de la situación.
Posteguillo se siente privilegiado por tener los recursos para enfrentar la crisis, pero su corazón está con aquellos que no tienen esa suerte. “La gente mayor, que no sabe cómo rellenar la documentación necesaria para recibir ayuda, está en una situación crítica”, lamenta.
Su llamado a la acción es claro: “Luchen para que esto no sea así. Ha sido muy cruel no avisar, pero es aún más cruel no ayudar con la energía que hace falta”.
Al final de su relato, Posteguillo hace una reflexión profunda sobre la política en España. “En el siglo I a.C., los políticos se mataban entre ellos.
Ahora, la sensación es que los políticos del siglo XXI apuñalan al pueblo”, afirma, dejando al lector con una inquietante sensación de desamparo.
La historia de la DANA en Valencia no es solo una tragedia natural; es un espejo que refleja la falta de responsabilidad y empatía de las instituciones hacia sus ciudadanos.
Este relato no solo es un testimonio de una experiencia desgarradora, sino un llamado a la acción para todos aquellos que escuchan. La historia de Posteguillo nos recuerda la importancia de estar preparados y ser solidarios en tiempos de crisis.
En un mundo donde las catástrofes naturales son cada vez más frecuentes, la respuesta de las autoridades es crucial para la supervivencia y el bienestar de las comunidades afectadas.
La tragedia de la DANA en Valencia debe servir como un recordatorio de que, en la adversidad, la verdadera fortaleza radica en la unidad y la solidaridad entre las personas.