Líderes políticos como Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal calificaron la misión de “asamblea flotante” y “teatro político”, acusando a los activistas de usar Gaza como excusa para ganar notoriedad.

En un giro inesperado de los acontecimientos, Ignacio Escolar, director de eldiario.es, ha sacudido los cimientos del discurso oficial sobre la flotilla impulsada por Ada Colau.
Durante una entrevista en la Cadena SER, Escolar no solo confirmó lo que muchos sospechaban, sino que también dejó claro que todos los involucrados sabían de antemano que serían detenidos.
“Es la segunda vez que pasa con este tipo de acciones de activismo para denunciar esta situación.
Y yo creo que este era el desenlace que todos esperábamos y que todos conocíamos que iba a ocurrir con esta flotilla”, declaró Escolar, dejando al descubierto las verdaderas intenciones detrás de la operación.
Las redes sociales no tardaron en reaccionar ante esta revelación.
La asociación Acción y Comunicación sobre Oriente Medio expresó su indignación: “Nacho Escolar reconociendo lo evidente: La Flotilla lo que quería era la foto para demonizar a Israel. La ‘ayuda humanitaria’ era una excusa”.
Este comentario ha resonado entre muchos usuarios que vieron en la flotilla no un acto de solidaridad, sino un mero pretexto político.
La conversación se intensificó cuando un comentarista en la plataforma X resumió el plan en tres pasos: “1- Montar una flotilla para satisfacer el narcisismo. 2- Un mes de vacaciones pagadas. 3- Ser detenidos para recibir elogios en redes. Gaza les importa cero”.

La crítica no solo provino de usuarios anónimos en las redes. Desde el ámbito político, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, no escatimó en palabras al calificar la misión de “asamblea flotante”.
“Si de verdad creyeran que Israel es un Estado genocida, no habrían ido ni locos.
Pero ya se han dado el baño, y ahora, pues venga subvenciones para chiringuitos, para el teatro, para el cine, ya se han hecho su agosto”, afirmó, poniendo en tela de juicio la sinceridad de los activistas.
Las palabras de Ayuso reflejan un sentimiento generalizado de escepticismo hacia la flotilla y su supuesto objetivo humanitario.
En el mismo sentido, otros líderes políticos, como Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros, se unieron al coro de críticas, argumentando que la flotilla era una fachada para encubrir un plan más siniestro.
“No se trata de ayudar a Gaza, sino de crear un espectáculo que les permita ganar notoriedad”, sentenció Abascal en un mitin reciente, donde la audiencia aplaudió con fervor.
Mientras tanto, los defensores de la flotilla, incluyendo a Ada Colau, intentaron mantener su postura, insistiendo en que la misión era un acto de valentía y solidaridad.
“Lo que hacemos es visibilizar una crisis humanitaria que no puede ser ignorada”, defendió Colau en una declaración posterior.
Sin embargo, la presión aumentó cuando se conocieron las declaraciones de Escolar, que parecían contradecir la narrativa de la alcaldesa de Barcelona.
“¿Cómo pueden pretender que esto es un acto de ayuda si ya sabían que iban a ser detenidos?”, cuestionó Rocío Monasterio, una de las voces críticas más resonantes en el debate.
“Esto no es más que un teatro político que utiliza a los palestinos como telón de fondo para sus propios fines”. La indignación se extendió rápidamente, convirtiendo la flotilla en un tema candente en los medios de comunicación y las redes sociales.
En medio de este torbellino, algunos activistas comenzaron a distanciarse de la flotilla, alegando que sus objetivos habían sido tergiversados.

“No somos actores de un espectáculo, estamos aquí para ayudar”, expresó uno de los participantes en una entrevista, aunque su voz se perdía entre las críticas que resonaban en el espacio público. “Pero al final, ¿quién se cree eso?”, replicó un comentarista en un programa de televisión, generando risas entre los panelistas.
El impacto de las declaraciones de Escolar fue inmediato y devastador para la imagen de la flotilla. La supuesta misión humanitaria se desmoronó, revelando lo que muchos consideraban una pantomima política.
“Todo estaba preparado: la detención era el objetivo, no la ayuda”, concluyó un analista en un programa de debate, subrayando la falta de credibilidad de la iniciativa.
A medida que la controversia se intensifica, la pregunta que queda en el aire es: ¿qué pasará con los activistas y su imagen pública tras estas revelaciones?
La respuesta es incierta, pero lo que es claro es que la flotilla ha dejado de ser vista como un acto de solidaridad y ha sido reconfigurada como un espectáculo mediático que ha utilizado a Gaza como simple excusa.
La verdad detrás de la flotilla ha salido a la luz, y con ella, la necesidad de una reflexión más profunda sobre las verdaderas intenciones de aquellos que buscan ayudar en situaciones de crisis.