Grison pasó de una infancia marcada por el acoso escolar, trabajos precarios y una grave lesión a reinventarse en el beatbox y alcanzar el éxito en competiciones y en televisión.

La vida de Marcos Martínez, conocido popularmente como Grison, es un viaje increíble que va más allá de las risas y los aplausos que recibe cada noche en la televisión.

Detrás de su carisma y su talento innegable como beatboxer, se oculta una historia de lucha, dolor y superación que ha marcado su trayectoria profesional y personal.

Desde su infancia en Soto del Real, Grison enfrentó un entorno hostil. Su vida escolar fue un verdadero calvario, lleno de acoso y violencia. “Era como vivir en una zona de guerra”, recuerda.

A los 12 años, se encontraba rodeado de adolescentes más grandes que ejercían una violencia sistemática sobre él, lo que lo llevó a desarrollar una profunda inseguridad y un deseo de escapar de esa realidad. Sin embargo, esa misma adversidad lo impulsó a buscar su voz en la música.

A pesar de sus problemas en la escuela, donde la pedagogía tradicional no lo comprendía, Grison encontró consuelo en la música.

Años más tarde, después de completar el bachillerato, se matriculó en magisterio con especialidad en educación musical, donde finalmente pudo reconciliarse con su pasión.

“La música era mi salvación”, confiesa. Sin embargo, su camino no fue fácil. Tras graduarse, se enfrentó a la dura realidad de trabajos precarios y horarios inhumanos que lo llevaron al límite de su resistencia física y mental.

“Trabajaba como churrero, comenzando mis jornadas a las 3:30 de la mañana, mientras el resto del mundo dormía”, cuenta.

Esta etapa de su vida estuvo marcada por el cansancio extremo y la lucha constante por encontrar un equilibrio entre su pasión por la música y la necesidad de ganarse la vida.

Sin embargo, un trágico accidente durante una jornada de esquí cambió el rumbo de su vida. Una grave luxación de hombro lo dejó sin poder tocar la guitarra, lo que parecía ser el fin de sus sueños musicales.

Pero Grison se reinventó. “Fue un momento de crisis, pero también de oportunidad”, afirma. Al no poder tocar la guitarra, se volcó en el beatbox, una disciplina que le permitió expresar su creatividad de una manera nueva.

Con dedicación y horas de práctica, comenzó a destacar en competiciones de beatbox, donde el nombre de Grison empezó a resonar.

A los 25 años, Grison se presentó en el Campeonato de España de beatbox y su talento lo llevó a la cima. Sin embargo, el éxito trajo consigo una nueva serie de desafíos.

La fama y el ritmo frenético de las giras lo sumergieron en una espiral de abuso de sustancias. “Era como estar tirado en la basura”, confiesa. El alcohol y las drogas comenzaron a devorar su esencia, llevándolo a un estado de vulnerabilidad extrema.

Fue en este contexto oscuro donde conoció a Raquel, su actual pareja, quien se convirtió en su ancla emocional. “Ella me encontró en mi peor momento y me ayudó a reconstruirme”, relata.

Gracias a su apoyo, Grison inició un proceso de recuperación que transformó su vida. Aprendió a enfrentar sus demonios y a reconstruir los lazos que había perdido debido a su adicción.

El camino hacia la sanación no fue fácil. Grison tuvo que enfrentarse a sus miedos y a las consecuencias de sus decisiones pasadas. “Tuve que dejar atrás la soberbia y aprender a ser responsable”, dice.

Este proceso de cambio lo llevó a ser más consciente de su papel como padre de dos hijos, una niña y un niño, quienes se han convertido en su motor de vida.

Sin embargo, su sinceridad sobre la paternidad ha generado controversia. En una ocasión, afirmó que, si pudiera retroceder en el tiempo, probablemente no tendría hijos, lo que provocó un intenso debate mediático.

La vida de Grison dio un giro inesperado en 2018, cuando fue descubierto por un productor mientras trabajaba en una tienda de música.

Su participación en el programa de David Broncano lo catapultó a la fama, permitiéndole desarrollar un personaje que combinaba su talento musical con su irreverente sentido del humor.

“Nunca pensé que esto duraría tanto tiempo”, confiesa, pero su capacidad para improvisar y su estilo provocador lo convirtieron en un ícono de la televisión española.

Sin embargo, su ascenso no ha estado exento de polémicas. Grison ha sido objeto de críticas por sus bromas sobre el consumo de sustancias, lo que ha llevado a muchas familias afectadas por la drogodependencia a exigir su retirada de la pantalla.

“El humor es mi forma de lidiar con el dolor”, defiende. Aunque ha enfrentado ataques en redes sociales y ha tenido que lidiar con la presión de ser un referente público, continúa desafiando las normas y utilizando su plataforma para hablar sobre temas que otros evitan.

A sus 40 años, Grison se encuentra en un momento de introspección. Reconoce que su estilo de vida, marcado por la exigencia de su profesión y la crianza de sus hijos, le ha pasado factura. “Siento que estoy atravesando mi propia crisis de los 40”, dice con humor.

Sin embargo, a pesar de los desafíos, sigue adelante, decidido a mantener su voz y su autenticidad en un mundo que a menudo busca simplificar las complejidades de la vida.

Marcos Martínez, el hombre detrás de Grison, es un ejemplo de resiliencia y superación. Su historia demuestra que, a pesar de los errores del pasado y las críticas, siempre es posible encontrar una voz propia y convertir las cicatrices en una fuente de fortaleza.

La vida de Grison es un recordatorio de que el éxito no borra el pasado, pero puede convertirse en el combustible necesario para alcanzar metas que otros consideran imposibles.