La tertulia mediática critica los errores geográficos y lingüísticos de periodistas jóvenes, utilizando como ejemplo a Sara Santaolalla y su confusión sobre la capital de Asturias.

El reciente intercambio radiofónico protagonizado por los analistas Eurico Campano y Eduardo García Serrano ha reabierto el debate acerca del nivel de formación, la precisión informativa y el tono utilizado en algunos espacios de tertulia política en España.
La conversación, marcada por un estilo crítico y cargado de ironía, se centró en varios episodios relacionados con errores geográficos o lingüísticos de profesionales jóvenes, tomando como referencia el caso de la periodista Sara Santaolalla, cuya equivocación sobre la capital de Asturias —confundiendo Oviedo con Gijón— fue utilizada como detonante del debate.
Durante la emisión, uno de los tertulianos aludió al asunto con un tono humorístico, afirmando: “*Debió de ser su profesor de geografía el que le enseñó que la capital de Asturias es Gijón*”.
Una afirmación que dio paso a una reflexión más amplia sobre la formación de los comunicadores, ilustrada con anécdotas vividas por los propios comentaristas en su trayectoria profesional.
En un ejemplo especialmente citado, uno de ellos recordó que una compañera de televisión le había dicho en su momento: “*La Coruña, provincia de Santiago*”, una frase que, según explicó, evidenciaba una falta de conocimientos básicos sobre la organización territorial española.
A medida que avanzaba la conversación, el tono se tornó más analítico. Los tertulianos reflexionaron sobre la aparición de afirmaciones erróneas en los medios y las razones que podrían explicarlas.
García Serrano recordó un episodio en el que una locutora gallega, entrevistando al escritor Lorenzo Silva sobre su obra sobre la revuelta de los comuneros, expresó: “*Entiendo el complejo que tienen los castellanos porque no tienen lengua propia*”.
Este comentario, según los participantes, reflejaría una confusión conceptual frecuente en ciertos debates actuales acerca de la lengua castellana y su relación con el resto de lenguas cooficiales.

Desde una perspectiva comparativa, uno de los tertulianos introdujo ejemplos internacionales para contextualizar el debate sobre el bilingüismo, explicando que en muchos países “*los niños crecen con dos lenguas desde la primera infancia sin mayor dificultad*”.
Añadió que, en su experiencia personal, menores criados en entornos bilingües o multilingües desarrollan rápidamente una fluidez sorprendente en varias lenguas, algo que, en su opinión, no debería vincularse con supuestas diferencias “neurológicas” entre monolingües y bilingües.
Esta reflexión pretendía contrarrestar la idea de que quienes nacen en contextos monolingües tienen menos capacidades cognitivas, una cuestión que el tertuliano calificó como “una teoría errónea vinculada a lecturas malinterpretadas”.
El diálogo derivó hacia un análisis crítico del acceso a los medios y de los estándares profesionales de las nuevas generaciones.
Campano apuntó: “*Hoy los medios dejan hablar y escribir a cualquiera*”, frase con la que abrió un debate interno sobre el papel de las empresas de comunicación y los criterios con los que seleccionan a sus colaboradores.
En esta línea, ambos coincidieron en que existe una amplia desigualdad entre los profesionales jóvenes, con grandes talentos en un extremo y, en el otro, casos de falta de preparación que, según ellos, perjudican la imagen global del sector.
Dentro de ese análisis, los comentaristas trazaron una comparación generacional, señalando que “*una abuela con el antiguo cuarto de Bachillerato franquista tendría en muchos casos una cultura general más sólida que algunos periodistas de hoy*”.
Esta comparación, aunque de carácter retórico, sirvió para subrayar uno de los puntos argumentales principales del debate: la necesidad de reforzar la formación en conocimientos básicos —historia, geografía, lengua, institucionalidad— dentro de la preparación de los profesionales de la comunicación.

También se abordó la relación entre periodismo y política, señalando la tendencia a incorporar perfiles jóvenes a listas electorales o a estructuras institucionales sin un recorrido profesional o académico sólido.
Según indicaron, este fenómeno podría estar contribuyendo a una “pérdida de rigor” tanto en el ámbito político como en el comunicativo, al difuminarse los criterios de meritocracia y especialización.
A lo largo de la tertulia, los analistas insistieron en que su objetivo, más allá de la anécdota, era poner sobre la mesa una reflexión de fondo: la importancia del conocimiento verificado y del rigor profesional en un contexto mediático saturado de información inmediata.
Uno de ellos resumió esta idea afirmando: “*El problema no es un error puntual; el problema es cuando se convierte en norma y deja de sorprender*”.
La conversación, aunque envuelta en un estilo humorístico y provocador característico de sus protagonistas, planteó un debate que sigue vigente en el panorama mediático español: la necesidad de fortalecer los estándares profesionales y de fomentar una cultura informativa que combine independencia, preparación y responsabilidad comunicativa.
Una cuestión que, más allá de los nombres propios, continúa siendo central en un entorno donde la credibilidad de los medios se ha convertido en un activo cada vez más frágil y disputado.