Máximo Huerta denuncia con dureza la inacción del Gobierno de Pedro Sánchez tras la DANA que devastó Valencia el 29 de octubre de 2024, calificando la situación de “odio, enfado y dolor” entre los afectados.
El 29 de octubre de 2024 quedó grabado en la memoria de los valencianos como uno de los días más oscuros de su historia reciente.
La DANA arrasó pueblos enteros, cobrándose 229 vidas solo en la provincia de Valencia y dejando destrucción material y emocional en una extensión que alcanzó Letur, Mira y Alhaurín de la Torre.
Un año después, las heridas siguen abiertas, y la indignación contra el Gobierno de Pedro Sánchez no deja de crecer.
Máximo Huerta, escritor y exministro, se ha convertido en la voz de muchos afectados, denunciando con crudeza que la respuesta institucional ha sido tardía, insuficiente y, en muchos casos, ineficaz.
Desde su librería en Buñol, Huerta habla de un abandono que va más allá de la falta de recursos: “Aquí hay odio, enfado y dolor. La gente se siente sola y olvidada”, asegura, reflejando el sentimiento de una comunidad que sigue buscando justicia y reparación.
Huerta recuerda con detalle los días posteriores a la catástrofe. “Nos quedamos sin luz, sin comunicación y con miedo constante. El agua nos aisló y los servicios de emergencia tardaron demasiado en llegar.
Muchas familias no pudieron ni proteger sus pertenencias, y los negocios quedaron destruidos”, relata con una mezcla de rabia y tristeza.
Sus palabras describen un escenario donde la burocracia y la inacción política amplificaron el sufrimiento de los ciudadanos, mientras la Administración parecía más preocupada por controlar los fraudes que por salvar vidas y proteger el patrimonio de los valencianos.
El escritor señala también la insuficiencia de las ayudas gubernamentales. Aunque se anunciaron un millón de euros para la reactivación cultural en las zonas afectadas, Huerta considera esta cantidad simbólica y claramente insuficiente frente a la magnitud de la tragedia.
“Recuperarlo todo tardará años, y esa cifra apenas roza lo que hace falta para reconstruir vidas y negocios. La resiliencia valenciana es fuerte, pero no infinita”, subraya.
Su crítica no se limita a los fondos: advierte que la prevención y la planificación fueron inexistentes. Barrancos sin limpiar, zonas inundables sin refuerzo y avisos meteorológicos tardíos aumentaron la devastación y el riesgo para la población.
La indignación de Huerta no es solo personal; representa el sentimiento de una comunidad que todavía se enfrenta a las consecuencias del desastre.
“Hay familias que siguen sin poder abrir sus tiendas, agricultores que han perdido toda su cosecha y vecinos que no han recuperado sus casas. Y mientras tanto, los responsables políticos no han asumido la responsabilidad que les corresponde”, denuncia.
Su mensaje es directo y sin concesiones: “No basta con discursos y fotografías en los medios. La gente necesita hechos, acciones rápidas y soluciones reales. El Gobierno ha llegado tarde y mal”.
La gestión del Gobierno de Sánchez ha sido objeto de críticas desde distintos sectores, y las palabras de Huerta amplifican una percepción generalizada de abandono. Según el escritor, la atención oficial se centró demasiado en la apariencia de ayuda y muy poco en la eficacia real.
La población esperaba medidas concretas: reconstrucción de viviendas, apoyo económico para comercios, compensaciones por pérdidas materiales y asistencia psicológica para las víctimas.
En muchos casos, estas medidas tardaron meses en implementarse o llegaron de forma parcial, dejando a los afectados en una situación de desprotección.
Huerta también apunta al vacío de comunicación y coordinación que existió durante la catástrofe. “No había información clara, los avisos llegaron tarde y la coordinación entre instituciones fue mínima.
La gente se sintió abandonada y sola frente al desastre”, recuerda. Esta falta de organización, según él, es una muestra de que la respuesta no estuvo a la altura de la gravedad de la situación.
Las comunidades locales, asociaciones de vecinos y voluntarios fueron quienes sostuvieron la primera línea de apoyo, mientras la Administración central se mostraba ausente o lenta.
El impacto emocional de la DANA no se limita a los daños materiales; el trauma psicológico ha dejado huella en miles de familias.
Huerta describe la desesperación de quienes perdieron todo en cuestión de horas: “El miedo, la impotencia y el dolor han marcado profundamente a toda una generación.
Muchos no han podido superar la pérdida de familiares y amigos, y el sentimiento de abandono solo agrava el trauma”. Sus palabras reflejan la dimensión humana de la tragedia, que va mucho más allá de números y estadísticas.
Además, el escritor advierte sobre las consecuencias a largo plazo de la falta de prevención y planificación. “Si no aprendemos de esto y no se refuerzan las infraestructuras, el riesgo de que se repitan tragedias como la DANA sigue siendo altísimo.

No podemos permitir que la negligencia política condene a nuestra gente una vez más”, subraya con firmeza.
Sus declaraciones ponen sobre la mesa una cuestión fundamental: la necesidad de políticas públicas efectivas y de una inversión real en prevención de desastres naturales.
A un año del desastre, Huerta mantiene un mensaje de exigencia de responsabilidad. “No basta con la pena ni con los discursos. La gente quiere respuestas, soluciones y compromiso real.
La DANA no puede quedar en el olvido, y quienes tienen la obligación de protegernos deben asumir su responsabilidad”, afirma.
Sus declaraciones han encontrado eco entre los afectados, quienes ven en él una voz que no teme denunciar el abandono institucional y que pone rostro humano a la tragedia.
La historia de Huerta y de los valencianos afectados por la DANA deja lecciones claras sobre la importancia de la gestión de emergencias, la transparencia en la administración pública y la atención efectiva a las víctimas.
La negligencia y la lentitud en la respuesta no solo agravan el dolor, sino que socavan la confianza en las instituciones.
Frente a ello, Huerta reclama que las palabras se traduzcan en acciones, que los fondos sean suficientes y que la ayuda llegue a quienes realmente la necesitan.
Un año después, las imágenes de pueblos devastados, calles inundadas y familias desesperadas siguen siendo un recordatorio del poder destructivo de la naturaleza y de la responsabilidad de quienes deben proteger a la ciudadanía.
Las declaraciones de Huerta ponen en evidencia que el silencio y la inacción del Gobierno son casi tan dañinos como la propia catástrofe. La DANA dejó heridas abiertas, y la memoria de los valencianos exige justicia, reparación y prevención para el futuro.

El mensaje de Máximo Huerta no solo interpela a Sánchez y a su Ejecutivo, sino que lanza un llamado a toda la sociedad: recordar, actuar y no permitir que tragedias como la DANA queden impunes o ignoradas.
Su voz es la de una comunidad que aún lucha por reconstruir sus vidas, recuperar sus negocios y sanar las heridas emocionales. Un año después, el dolor sigue vivo, y las demandas de justicia, acción y dignidad continúan más presentes que nunca.
El reclamo de Huerta es claro: la responsabilidad política debe traducirse en hechos, y la memoria de los afectados no puede ser relegada a simples estadísticas.
Las lecciones de la DANA, sus víctimas y los errores de gestión deben servir como advertencia para que España esté mejor preparada ante futuras catástrofes.
La indignación y la exigencia de Huerta reflejan la necesidad de un cambio profundo en la forma en que las instituciones responden al sufrimiento de su ciudadanía.
Un año después del desastre, la DANA sigue siendo un recordatorio cruel de la fragilidad frente a la naturaleza y de la obligación moral y política de proteger a la población.
Las palabras de Máximo Huerta, cargadas de emoción y de indignación, resuenan como un llamado urgente a la acción, a la justicia y a la reparación, recordando que el abandono institucional no puede ni debe repetirse.
La memoria de las víctimas exige que nunca más se ignore el dolor y que las promesas de ayuda se conviertan en hechos tangibles y efectivos.