El aristócrata italiano, que trabajaba en ‘Vamos a ver’, ha sido despedido de Telecinco después del testimonio de su expareja, Antonia dell’Atte

Alessandro Lequio, aristócrata italiano y uno de los rostros más reconocidos de Mediaset durante las últimas décadas, ha sido apartado de manera definitiva de la compañía tras la revisión de las denuncias por maltrato presentadas por su exmujer Antonia Dell’Atte.
La decisión se produjo este miércoles 19 de noviembre de 2025, luego de una serie de reuniones entre la empresa audiovisual y la productora Unicorn Content, así como de un contacto previo con Dell’Atte y su abogado, quienes aportaron documentación completa sobre los episodios denunciados.
Lequio, de 65 años, ha desarrollado su carrera profesional en programas como *Crónicas Marcianas*, *El programa de Ana Rosa*, *TNT* y *Vamos a ver*, siendo durante décadas un colaborador habitual en los platós de Mediaset.
Sin embargo, la revisión de los hechos denunciados por Dell’Atte en 2021, y recordados por la italiana este verano, motivó la determinación de la empresa de poner fin a su vinculación profesional.
Según informó el medio que adelantó la noticia, Mediaset estudió la situación con detalle durante varias semanas antes de comunicarle la decisión al periodista y a la productora.
Antonia Dell’Atte, que fuera modelo, actriz y participante de *MasterChef Celebrity*, reveló a la prensa en 2021 que sufrió episodios de maltrato por parte de Lequio durante su relación, que incluyeron agresiones físicas mientras estaba embarazada.
“La Justicia falló que yo no mentía cuando lo llamaba maltratador”, recordó Dell’Atte en declaraciones recientes.
Según los documentos aportados, en 1991 la magistrada del juzgado número 35 de Madrid determinó que su testimonio y las pruebas presentadas eran suficientes para respaldar sus afirmaciones.
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A pesar de ello, en aquel momento Dell’Atte decidió retirar la denuncia, explicando que no era un acto de indulgencia hacia su expareja, sino un gesto hacia su propia paz: “La denuncia se la quité, no porque se lo merezca, sino porque yo me merezco la paz”.
El contexto de aquella decisión fue complejo. Dell’Atte recuerda que en 1991 Lequio era “el sobrino del Rey” y que ella se encontraba sola frente a la presión mediática y social: “¿Qué hacía yo? Me quedé sola y, a pesar de todo, tenía que seguir adelante”, comentó.
Sin embargo, siempre mantuvo claro que, para ella, la justicia no se completaba hasta que Lequio ofreciera un reconocimiento público de sus acciones: “Tiene que pedir perdón a todas las mujeres”, subrayó.
Tras el anuncio de su despido, Dell’Atte manifestó su alivio y satisfacción por la medida adoptada por Mediaset.
En su primera reacción pública, a través del programa *No somos nadie*, la italiana expresó su emoción: “Estoy contentísima. 38 años… he hecho todo sola, solo me ha ayudado Dios.
Hoy me he despertado y me ha dicho: ponte la corona de la victoria”, comentó entre lágrimas. Dell’Atte destacó también el papel de su hijo en su trayectoria personal: “Tengo que disfrutar con mi familia, con mi hijo que siempre me ha apoyado, con mi único amor.
Me querían destruir. Cuando me llamó mi abogado y me dijo la noticia, lloré lágrimas de felicidad. Estoy liberada. Esto es una victoria de la verdad”.

La reacción de la prensa y del público ante la noticia ha sido inmediata, y se ha generado un debate sobre la responsabilidad ética de los medios de comunicación y de las compañías audiovisuales frente a denuncias de maltrato.
Dell’Atte no dudó en criticar a los medios que, según ella, actuaron como “cómplices del maltratador” al no cubrir su historia adecuadamente:
“Sé que muchos periodistas tienen que comer y lo respeto, pero tener a un maltratador al lado y tapar o censurar lo que ocurrió… ahora persigan al maltratador y a los cómplices”, declaró, subrayando la importancia de la cobertura mediática responsable en casos de violencia de género.
La decisión de Mediaset se produce en un contexto de creciente sensibilidad social sobre los derechos de las víctimas de violencia doméstica, y sigue a movimientos similares en otras corporaciones que han reevaluado la participación de figuras públicas acusadas de conductas inapropiadas.
La compañía ha destacado que la medida fue tomada de forma consensuada con Unicorn Content, garantizando la correcta gestión del programa *Vamos a ver*, en el que Lequio colaboraba, y evitando conflictos legales o contractuales.
El despido de Lequio también invita a reflexionar sobre la longevidad y reputación de los presentadores en la televisión española.
Durante décadas, Lequio se consolidó como comentarista incisivo y aristócrata mediático, con una presencia constante en debates de actualidad y entretenimiento.
Sin embargo, la revisión de su comportamiento personal demuestra que la trayectoria profesional no puede desvincularse de la conducta ética fuera del plató.
La medida de Mediaset, en este sentido, marca un precedente en cuanto a la responsabilidad corporativa frente a denuncias de abuso y maltrato.

En la entrevista con Dell’Atte, la italiana también recordó episodios concretos de violencia que vivió durante su relación, describiendo situaciones en las que fue agredida mientras estaba embarazada.
“No es fácil revivir estos recuerdos, pero es necesario para que se reconozca la verdad. No pedí justicia por venganza, sino para que se haga justicia a las mujeres que sufren en silencio”, afirmó.
Este testimonio refuerza la legitimidad de la acción tomada por Mediaset y subraya la importancia de escuchar y validar a las víctimas, incluso décadas después de los hechos.
Además, la decisión de prescindir de Lequio ha sido valorada como un acto de coherencia institucional.
La compañía ha demostrado que, más allá de la trayectoria mediática de una figura pública, los valores éticos y la responsabilidad social prevalecen sobre la fama o los contratos prolongados.
La acción también envía un mensaje a la audiencia y a los colaboradores actuales y futuros sobre la postura de Mediaset frente a situaciones de violencia de género y comportamientos abusivos.
En términos de repercusión mediática, la noticia ha generado amplia cobertura en medios nacionales e internacionales, resaltando el impacto histórico del despido y la importancia de la voz de las víctimas.
La reacción de Dell’Atte, emotiva y explícita, ha sido ampliamente compartida y celebrada, reflejando un consenso social sobre la necesidad de justicia y reparación moral para quienes han sufrido abusos.

El caso de Alessandro Lequio también permite analizar la evolución de la sociedad y la televisión española en la forma de tratar los casos de violencia doméstica.
Mientras que en los años noventa la denuncia pudo ser retirada sin que mediáticamente se cuestionara, la actualidad muestra un enfoque más riguroso y sensible, donde las compañías deben evaluar no solo la legalidad sino también la ética de mantener figuras públicas con antecedentes de maltrato.
Finalmente, el testimonio de Antonia Dell’Atte y la decisión de Mediaset subrayan que, aunque las acciones legales puedan interrumpirse o dilatarse en el tiempo, la presión social, el reconocimiento de la víctima y la ética corporativa juegan un papel fundamental en la construcción de justicia y memoria histórica.
Dell’Atte lo expresó con claridad: “He esperado 38 años para que se haga justicia. Hoy estoy feliz, liberada y agradecida. Esto es una victoria de la verdad”, palabras que reflejan tanto la dimensión personal como el impacto público de este desenlace.
En conclusión, el despido de Alessandro Lequio por parte de Mediaset representa un momento clave en la historia reciente de la televisión española, combinando ética, responsabilidad corporativa y reconocimiento tardío a una víctima de violencia de género.
La medida no solo resalta la importancia de proteger y escuchar a quienes han sufrido abuso, sino también la necesidad de que los medios y las empresas actúen con coherencia frente a figuras públicas cuya conducta personal entra en conflicto con los valores sociales y éticos contemporáneos.