Guillermo Fernández Vara, expresidente de la Junta de Extremadura, falleció a los 66 años tras una dura lucha contra un agresivo cáncer que le diagnosticaron en 2023.
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La noticia ha sacudido los cimientos de la política extremeña y española: Guillermo Fernández Vara, expresidente de la Junta de Extremadura, ha fallecido a los 66 años, víctima de un agresivo cáncer contra el que luchaba desde 2023.
Más que un político, más que un líder socialista, Vara fue un hombre que combinó la serenidad de un cirujano con la estrategia de un veterano de la política.
Su nombre, presente durante más de tres décadas en los pasillos del poder autonómico, ahora resuena con una mezcla de respeto y nostalgia, mientras Extremadura despide a uno de sus barones más influyentes.
Desde su natal Olivenza, en Badajoz, hasta el Palacio de la Junta, Vara recorrió un camino que parecía predestinado al éxito.
Formado en el prestigioso Colegio San José y licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Córdoba, pronto despuntó como médico forense, llegando a presidir la Asociación Estatal de Médicos Forenses.
Pero su destino político apareció más rápido de lo que muchos esperaban: con apenas 30 años ya mostraba un don de gentes y una calma que enamoraba tanto a compañeros como a adversarios.
«Con Guillermo al frente, se respiraba moderación», comentaba un antiguo colaborador del PSOE extremeño. «No atacaba, no entraba en guerras estériles. Sabía que la política es más maratón que sprint».
Y así fue como, tras asumir primero la dirección general de Salud Pública y después la Consejería de Bienestar Social, Vara se consolidó como la mano derecha de su mentor Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
Pero el punto de inflexión llegó en 2007: tras la salida de Ibarra, Fernández Vara se convirtió en el rostro del PSOE en Extremadura, ganando las elecciones con un 53% de los votos y marcando el inicio de su primera presidencia.

Sin embargo, la política no es siempre lineal ni benevolente. En 2011, el PP de José Antonio Monago irrumpió en la Junta y arrebató el poder al PSOE, poniendo a prueba la resiliencia de Vara.
Lejos de retirarse, el extremeño no perdió la mirada fija en su objetivo: regresar al gobierno. Y lo logró en 2015, sumando un segundo mandato que se extendería hasta 2023.
Incluso tras su salida de la presidencia, continuó en la política como senador autonómico y vicepresidente segundo del Senado, demostrando que su compromiso con la comunidad no se limitaba al despacho presidencial.
Pero detrás de su faceta pública, Vara libraba una batalla privada más intensa: la lucha contra un cáncer de estómago que le diagnosticaron en 2023. Desde entonces, su presencia mediática se redujo, y cada aparición pública se volvió un acto de valentía.
En el 14 Congreso Provincial del PSOE de Badajoz, su discurso sobre la enfermedad se viralizó: «Tengo mucho tiempo para pensar. Y pienso mucho en la soledad del corredor de fondo», decía con voz firme.
«Quiero seguir viviendo, pero lo quiero hacer por los míos, por vosotros, y por tanta gente que nos necesita».
Palabras que no solo reflejaban la dureza de su enfermedad, sino también la pasión con la que defendía su visión de la política: una que priorizaba los derechos de los ciudadanos por encima de la grandilocuencia mediática.

Su filosofía política era clara: la patria no se defiende solo con símbolos. «Significa millones de hombres y mujeres teniendo posibilidades de tener una vida digna», insistía, recordando que su misión no era adornar discursos sino garantizar la igualdad y la justicia social.
Vara agradecía a la sanidad pública por mantenerlo con vida, destacando la importancia de la atención médica para la ciudadanía: «Cuando uno entra el primer día en el hospital para ponerse la quimioterapia, le encuentra sentido a toda su vida».
Pero no todo fue tranquilidad y consenso. Vara también mostró carácter en momentos políticos complejos.
Su postura crítica ante Pedro Sánchez en 2016, cuando se negó a sentarse a negociar con los independentistas, marcó un momento de tensión dentro del PSOE. «No puedo sentarme en la misma mesa que los que quieren romper España», declaraba con firmeza.
Aunque con el tiempo suavizó su oposición, estos episodios dejaron ver un perfil que mezclaba prudencia con principios claros, capaz de posicionarse con sensatez en medio de la vorágine política nacional.
La enfermedad, sin embargo, no perdonó. La quimioterapia, las operaciones y la lucha constante contra el cáncer de estómago limitaron su actividad política, pero nunca apagaron su voz ni su influencia.
Su fallecimiento deja un vacío en Extremadura y en el PSOE, donde se le recordará tanto por su capacidad de liderazgo como por su estilo conciliador y moderado.

Más allá de su carrera política, Fernández Vara fue un ejemplo de resistencia y humanismo.
Siempre cercano a la ciudadanía, su legado incluye políticas de bienestar social, sanidad pública y defensa de la igualdad de derechos, con la determinación de quien sabe que gobernar no es solo ocupar un sillón, sino garantizar la vida digna de los ciudadanos.
Los homenajes no se hicieron esperar. Líderes regionales y nacionales, compañeros de partido y ciudadanos comunes compartieron mensajes de condolencia, destacando su integridad, su prudencia y su entrega incansable.
«Guillermo era un hombre que no buscaba protagonismo, sino resultados», recordó un dirigente del PSOE. «Su fallecimiento es una pérdida irreparable para Extremadura».
Mientras Extremadura se despide de uno de sus barones más influyentes, también se abre un espacio para reflexionar sobre la mezcla de política y humanidad que Vara supo equilibrar durante toda su vida.
Fue un médico de profesión, un político por vocación y un ser humano que entendió que cada decisión, cada acto y cada palabra en política tiene un impacto real en la vida de las personas.
En conclusión, Guillermo Fernández Vara deja tras de sí un legado que va más allá de cargos y legislaturas: la historia de un hombre que
combinó la serenidad de un cirujano con la fuerza de un líder político, siempre comprometido con la justicia social, la sanidad pública y la dignidad de los extremeños.
muerte a los 66 años marca el fin de una era en Extremadura, pero también el ejemplo de que la política, cuando se ejerce con principios y humanidad, puede dejar huella en la vida de millones.
