José cometió un error al sacar un tema que suele ser polémico en el programa de Cuatro. María no lo miró de la misma forma después de debatirlo

Lo que empezó como una velada agradable, con risas, química y buena conversación, terminó en un incómodo enfrentamiento sobre uno de los temas más polémicos de España: la tauromaquia.
José y María, ambos de 58 años, parecían destinados a entenderse. Hasta que una simple frase lo cambió todo.
José, valenciano de Puçol y trabajador inmobiliario, llegó al restaurante de First Dates dispuesto a encontrar el amor después de tres años de divorcio.
“Soy una persona afable, simpática, habladora y un pelín clásica”, decía, convencido de que su experiencia vital y su actitud positiva serían suficientes para conquistar a su cita.
Frente a él, María, comercial de Comarruga (Tarragona), se presentaba como una mujer pasional, optimista y llena de ganas de vivir. “He tenido mala suerte en el amor, pero todavía creo en las segundas oportunidades”, confesaba con una sonrisa.
El primer encuentro fue prometedor. Ambos se gustaron a primera vista. José no ocultó su admiración: “Es una mujer muy atractiva, tiene una mirada preciosa”, comentó frente a las cámaras.
María, por su parte, reconoció que su cita le había causado buena impresión, aunque con cierta prudencia. “Siempre da un poco de miedo lo que te puedas encontrar, pero José parece una persona encantadora”, admitía.

Durante los primeros minutos, la conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de sus trabajos, de sus pasiones, de los animales y hasta de la música.
Las bromas se mezclaban con confesiones personales y todo apuntaba a que la noche podría acabar con un brindis por el amor. “Brindemos por la vida y por lo que está por venir”, dijo María, levantando su copa.
José sonrió y asintió, sin imaginar que, segundos después, una sola palabra desencadenaría el desastre.
—“A mí me encantan los toros”, soltó él con total naturalidad.
El rostro de María cambió al instante. “Uff… no. No me lo tendrías que haber dicho”, replicó mientras se recostaba en la silla, visiblemente incómoda. “Soy anti toros y anti maltrato. No puedo con eso.”
José intentó matizar, consciente de que había tocado un punto sensible. “No me refiero a las corridas, sino a las tradiciones de los pueblos.
En mi pueblo se saca el toro, pero se le respeta. No se le pincha ni se le toca. Es un toro contra una persona. Si alguien le hace caer, se le abronca.”

María, lejos de convencerla, se mostró aún más contrariada. “Todo lo relacionado con un animal no me gusta. Ya lo estás maltratando solo por sacarlo a correr. ¿Para qué? ¡Deja al toro tranquilo!”, exclamó, girando la cabeza con gesto de desaprobación.
El ambiente cambió de inmediato. Las sonrisas se transformaron en silencios incómodos y el encanto inicial comenzó a desvanecerse. José, intentando reconducir la cita, cambió de tema. “Bueno, también me gusta salir al campo, cazar un poco…”
—“Madre mía, ahí no”, interrumpió María, llevándose las manos a la cara. “Eso ya no puedo ni escucharlo.”
El resto de la cena transcurrió entre frases cortas y miradas esquivas. José, que aún albergaba esperanzas, trató de recuperar la complicidad perdida. “Eres una mujer que merece la pena conocer. Me gustaría tener otra cita contigo”, le dijo al final de la velada, con tono sincero.
María sonrió con amabilidad, pero sus palabras fueron un jarro de agua fría. “Eres una buena persona, José, y me caes bien. Pero lo nuestro sería más bien una amistad, no he sentido ese feeling que debería haber.”
José asintió, intentando mantener la compostura. “Lo entiendo. Te deseo lo mejor.”
Lo cierto es que ambos coincidían en muchos aspectos: la edad, el humor, incluso el sector profesional. Pero sus valores y visiones del mundo se situaban en extremos opuestos.
La tauromaquia y la caza, temas que José veía como parte de su cultura y aficiones, fueron para María sinónimo de sufrimiento animal. Una brecha difícil de salvar en una primera cita.

El público del programa no tardó en comentar la escena en redes sociales, dividiéndose como suele ocurrir con este tipo de temas.
Algunos defendían la naturalidad de José al expresar sus gustos, mientras otros celebraban la firmeza y coherencia de María al mantenerse fiel a sus principios.
“En First Dates se ha visto de todo, pero lo de esta pareja fue un choque de mundos”, comentaba un espectador en X. Otro escribía: “La química se nota enseguida, pero si los valores no encajan, no hay nada que hacer.”
María, antes de despedirse, dejó una reflexión que muchos aplaudieron: “Yo no busco un compañero de trabajo ni un amigo, busco a alguien que sienta la vida como yo. Si no compartes eso, no hay futuro.”
La frase resonó incluso después del programa, como un eco de las miles de citas fallidas en las que la pasión se apaga por una diferencia irreconciliable.
José, por su parte, aceptó la derrota con elegancia y una sonrisa resignada. “Bueno, al menos he conocido a alguien interesante. No se puede ganar siempre.”
Lo que parecía una cena prometedora se convirtió en un debate moral que ningún camarero del restaurante pudo suavizar con una copa de vino.
First Dates volvió a demostrar que, más allá de la atracción, la compatibilidad ideológica y emocional sigue siendo el verdadero talón de Aquiles del amor moderno.
Y mientras María salía del restaurante convencida de haber tomado la decisión correcta, José se quedó pensativo, quizás preguntándose si, para su próxima cita, sería mejor hablar de cualquier cosa… menos de toros.