El presentador de ‘Todo es mentira’ no se corta y dice lo que piensa sobre el último proyecto musical de la artista catalana

Desde que Rosalía lanzara su esperado cuarto álbum Lux, la música española y el mundo entero se han detenido para escucharlo.
No es un trabajo más; es un experimento audaz que desafía géneros, mezcla lo clásico con lo contemporáneo y propone un viaje sonoro que algunos describen como “un agujero de gusano musical entre siglos”.
La catalana, conocida por romper esquemas con Motomami, se adentra ahora en territorios espirituales, vistiendo de monja en la portada y proyectando una fusión de fe, arte y revolución sonora que ha encendido debates entre expertos, fans y críticos.
Risto Mejide, siempre directo, no dudó en dar su opinión. “No es un álbum. Ni es clásica. Ni ópera. Lo más justo sería decir que Rosalía ha creado un agujero de gusano entre el siglo XVII y el XXI.
Provoca vértigo con solo asomarse”, declaró. La imagen es potente: un pasadizo secreto en el espacio-tiempo musical, donde cada tema conecta épocas y emociones, llevando al oyente desde la solemnidad de lo sacro hasta la intensidad de lo moderno.
Según el comunicador, Lux no busca ser entendido con categorías tradicionales: es un puente entre lo místico y lo contemporáneo, un reto al oído y a la sensibilidad de quien escucha.
Pero la polémica no tarda en llegar. La elección de Rosalía de vestirse con hábito de monja y explorar el misticismo ha levantado comentarios divididos.
Algunos aplauden la audacia artística y la valentía de abordar la espiritualidad desde un lugar personal y respetuoso, mientras otros, como ciertos sectores de la prensa, advierten sobre el riesgo de desacralizar símbolos religiosos y transformar lo sagrado en espectáculo.
Rosalía, sin embargo, asegura que no hay provocación, solo un deseo de explorar vacíos emocionales y transmitir emociones profundas que conecten con sus seguidores de manera sincera.

En paralelo, las plataformas musicales han confirmado que Lux arrasa en cifras. Doce de sus canciones se han colado en el ‘Top 50 Global’ de Spotify en apenas días, lo que subraya el poder mediático de Rosalía y su capacidad de atraer tanto a jóvenes como a un público más amplio.
Cada tema parece diseñado para provocar sensaciones intensas: desde la solemnidad de las piezas orquestales hasta la experimentación electrónica, creando un caleidoscopio auditivo que desafía cualquier etiqueta.
Los críticos se esfuerzan en encontrar comparaciones.
Algunos hablan de una obra que desafía las normas de la música pop, que oscila entre la ópera barroca y los beats urbanos de hoy,
mientras que los fans destacan el mensaje emocional y espiritual que Rosalía transmite, especialmente en un momento en el que muchos jóvenes buscan respuestas más allá de lo material.
El álbum se convierte así en un fenómeno sociocultural, más allá del entretenimiento: plantea preguntas sobre la fe, el arte y la identidad en la era contemporánea.
En redes sociales, el debate es imparable.
Comentarios de todo tipo llenan Twitter e Instagram: admiradores que sienten que Rosalía ha abierto nuevas puertas a la música y a la introspección, y detractores que consideran que la artista está jugando con símbolos que merecen respeto.
“Es un riesgo artístico gigante, y lo ha tomado con valentía”, opinan algunos.
Otros responden: “Esto ya no es música, es una performance que puede herir sensibilidades”. Lo cierto es que, con Lux, la catalana consigue lo que pocos logran: que la conversación sobre música, fe y cultura se viralice al instante.

Risto Mejide no se detiene en halagos ni críticas suaves: su enfoque es directo y reflexivo. Al describir el disco como un “agujero de gusano”, propone una lectura que trasciende la música: es un ejercicio de física cuántica aplicada al arte, un puente entre épocas y sensaciones.
Cada tema parece diseñado para cuestionar la percepción del tiempo, la tradición y la experiencia estética del oyente. Rosalía ha querido, con esta obra, que se viva la música no solo con los oídos, sino con la mente y el espíritu.
El fenómeno Lux también demuestra cómo la industria musical y la cultura popular pueden entrelazarse.
Desde su puesta en escena en Los40 Music Awards, donde Rosalía interpretó “Reliquia” con orquesta y luz tenue, hasta la discusión en medios y redes, el disco se ha convertido en un catalizador de emociones y conversaciones.
La artista se muestra vulnerable y poderosa a la vez, construyendo un relato en el que el vacío existencial y la búsqueda de sentido se traducen en arte tangible y provocador.
Este enfoque ha generado un nuevo marco de análisis en el que música, espiritualidad y marketing se combinan para impactar tanto a críticos como a público general.
Rosalía no solo lanza un disco, sino que desafía estructuras de pensamiento, cuestiona categorías de género y pone en evidencia cómo la cultura pop puede dialogar con la fe y la filosofía.
Lux no busca aceptación inmediata: busca resonar, provocar y abrir debates sobre lo que significa conectar con el arte en un mundo saturado de estímulos y de información.

En definitiva, Lux representa un antes y un después en la carrera de Rosalía.
Es un proyecto que se vive, se debate y se siente. Un álbum que va más allá de lo sonoro y se convierte en un fenómeno cultural capaz de unir a admiradores y detractores en torno a preguntas esenciales sobre el arte, la espiritualidad y la modernidad.
La combinación de innovación musical, audacia visual y profundidad emocional asegura que el impacto de Lux se prolongará en el tiempo, provocando discusiones, análisis y reflexiones que marcarán la industria y la percepción pública durante años.
La pregunta que todos se hacen ahora es: ¿logrará Rosalía redefinir la música contemporánea y la conexión espiritual del público joven, o habrá cruzado un límite que generará más polémica que admiración?
Lo que está claro es que Lux ya ha dejado una marca indeleble en la cultura musical y mediática, y su eco apenas comienza.
Con cada escucha, cada debate y cada análisis, queda evidente que Rosalía ha creado algo más que un álbum:
ha generado un fenómeno capaz de desafiar la percepción del tiempo, la música y la espiritualidad, confirmando que su legado artístico está destinado a perdurar y a sorprender a generaciones futuras.