La princesa Sofía de Suecia interrumpió su permiso de maternidad para acompañar al príncipe Carlos Felipe en la inauguración de una escultura en Estocolmo.

Sofía de Suecia ha vuelto a la escena pública, y lo ha hecho de una manera tan inesperada como encantadora.

La princesa, que se encontraba en pleno permiso de maternidad tras el nacimiento de su cuarta hija, la pequeña Inés, sorprendió este lunes al interrumpir su descanso para acompañar a su esposo, el príncipe Carlos Felipe, en la inauguración de una nueva escultura en Estocolmo.

La imagen de la pareja, sonriente, cercana y cómplice, ha dado la vuelta al país y ha devuelto a la princesa al foco mediático con la elegancia y naturalidad que la caracterizan.

El acto tuvo lugar en el parque de fuentes Djurgårdsbrunn, un espacio emblemático situado muy cerca de su residencia familiar, Villa Solbacken.

Allí, Sofía y Carlos Felipe participaron en la inauguración de una obra del escultor Peter Liden, que incluye una fuente central cuya puesta en marcha protagonizó uno de los momentos más simpáticos del día.

Al pulsar el botón que activaba el mecanismo, un pequeño chorro de agua salió disparado antes de estabilizarse, provocando las risas espontáneas de la pareja y de los presentes.

“¡Vaya estreno!”, bromeó el príncipe entre carcajadas, mientras Sofía se cubría la boca para contener la risa.

El ambiente relajado y la conexión entre ambos no pasaron desapercibidos. Los asistentes y fotógrafos captaron miradas cómplices, gestos de cariño y una evidente complicidad que sigue siendo una de las señas de identidad de esta pareja real.

Sofía, siempre cercana, saludó a los invitados con una sonrisa cálida y natural, demostrando una vez más por qué se ha convertido en una de las figuras más queridas de la Casa Real sueca.

Pese a su estilo sencillo, su regreso al ámbito público no pasó desapercibido en lo estético. La princesa optó por un look primaveral de tonos neutros, con un abrigo beige y un vestido de corte midi que resaltaba su figura recuperada tras el parto.

Su elección, discreta y elegante, fue interpretada por muchos como una declaración de estilo coherente con su personalidad: moderna, práctica y sin artificios.

“Se la veía radiante”, comentó una asistente al evento. “Tenía esa serenidad de quien está feliz con su familia y su vida”.

No cabe duda de que la maternidad le sienta bien a Sofía. Desde que llegó a la familia real sueca en 2015, su papel ha evolucionado notablemente.

Pasó de ser una figura controvertida —por su pasado como modelo y colaboradora de televisión— a convertirse en una de las royals más admiradas por su compromiso social, su cercanía y su naturalidad.

Su labor con la Fundación Principe Carlos Felipe y Princesa Sofía, centrada en la infancia, la inclusión digital y la salud mental, ha sido reconocida dentro y fuera de Suecia.

Este gesto de interrumpir su baja maternal para apoyar a su marido no es una excepción, sino un reflejo de su compromiso con su rol institucional.

En Suecia, el permiso de maternidad puede extenderse hasta 480 días, una cifra que Sofía ha aprovechado al máximo para disfrutar de la crianza de sus hijos, pero sin desconectarse por completo de sus responsabilidades oficiales.

En palabras de un miembro cercano a la Casa Real: “Sofía tiene un fuerte sentido del deber, pero ante todo es madre. Sabe cuándo es importante estar presente públicamente y cuándo debe quedarse en casa”.

El nacimiento de la princesa Inés, en febrero, marcó un nuevo capítulo en la vida familiar de Sofía y Carlos Felipe. Los príncipes ya eran padres de tres niños —Alejandro, Gabriel y Julián— y la llegada de la pequeña ha completado la felicidad de la familia.

Desde entonces, la princesa ha optado por mantener un perfil bajo, apareciendo solo en contadas ocasiones y siempre en eventos de carácter familiar. Por eso, su reaparición pública ha despertado tanto interés.

Durante el acto, varios curiosos se acercaron para saludar a la pareja y preguntar por la bebé. Sofía, con una sonrisa tímida, respondió: “Está muy bien, es tranquila… aunque sus hermanos no tanto”.

La frase desató las risas entre los presentes y reflejó la naturalidad con la que la princesa suele comunicarse, lejos del tono protocolario de otras figuras reales.

Carlos Felipe, por su parte, se mostró orgulloso y atento con su esposa. En varios momentos, se le vio ofreciéndole la mano para subir unos pequeños escalones del jardín, o intercambiando miradas cómplices mientras los fotógrafos capturaban cada gesto.

“Siempre han sido una pareja muy unida”, comentó un periodista sueco presente en el evento. “Su química es real, y eso es algo que el público aprecia”.

La inauguración concluyó con un pequeño recorrido por los alrededores del parque, donde la pareja conversó con el escultor Peter Liden sobre la inspiración detrás de su obra. “Quería representar la pureza del agua como símbolo de renovación y vida”, explicó el artista.

Sofía asintió, observando atentamente la escultura mientras el agua fluía por la fuente recién activada. “Es precioso”, dijo en voz baja, mientras su marido añadía: “Y muy apropiado para esta etapa que estamos viviendo”.

Con esta aparición, Sofía de Suecia demuestra que su papel dentro de la familia real sigue siendo tan relevante como inspirador.

Lejos de los rígidos protocolos, la princesa ha sabido equilibrar su vida familiar con sus deberes públicos, proyectando una imagen moderna y empática que ha renovado la percepción de la realeza en su país.

Su regreso temporal al trabajo no es solo una anécdota, sino una muestra de su compromiso con el papel que desempeña, tanto como madre como representante del Estado.

Cuando el acto terminó, la pareja se despidió de los asistentes con un gesto sencillo: un saludo, una sonrisa y un “tack” —gracias en sueco— antes de regresar a Villa Solbacken.

Allí, según los medios locales, los esperaban sus cuatro hijos, y especialmente la pequeña Inés, protagonista silenciosa de esta historia.

Sofía ha vuelto, aunque sea por un día, recordando al mundo que la maternidad y la vocación pública no tienen por qué ser mundos opuestos. En su espontaneidad, su cercanía y su sentido de la responsabilidad, la princesa ha dado una lección de equilibrio y humanidad.

Y si algo ha quedado claro tras su aparición, es que Suecia no solo tiene una familia real moderna, sino también una princesa que entiende el valor de ser auténtica.