Cristian Esaex, presidente de la Asociación de Damnificados de Hortasú, alzó su voz en el Congreso exigiendo justicia y acción tras la tragedia de la DANA en la Comunidad Valenciana.

El eco de las palabras de Cristian Esaex, presidente de la Asociación de Damnificados de Hortasú, resuena con fuerza en el Congreso de los Diputados.
En un emotivo discurso, este representante de las víctimas de la DANA, que asoló la Comunidad Valenciana, no solo narra el sufrimiento de quienes perdieron a sus seres queridos y sus hogares, sino que también exige respuestas y soluciones a las autoridades.
¿Por qué, después de tantos años de advertencias y proyectos fallidos, seguimos enfrentando tragedias que podrían haberse evitado?
Cristian comienza su intervención agradeciendo la oportunidad de hablar ante los diputados, pero su tono pronto se torna grave. “No estamos aquí solo para recordar lo que hemos perdido, sino para exigir justicia y reparación”, afirma con una determinación palpable.
Con 630 asociados, su asociación representa a una diversidad de afectados: desde aquellos que han perdido seres queridos hasta quienes han visto desaparecer sus negocios y medios de vida.
Esta tragedia no es solo un número; es una historia de vidas destrozadas y sueños truncados.
A medida que avanza su discurso, Cristian se centra en tres puntos clave que ilustran la ineficacia de las medidas de prevención y respuesta ante la catástrofe.

El primero de ellos es el Barranco del Pollo, un tema que ha sido objeto de múltiples promesas y estudios desde 1995, pero que sigue sin recibir la atención necesaria.
“Hemos esperado casi 30 años para ver algún tipo de acción concreta. Los barrancos son las arterias de nuestra comarca, y necesitamos que estén en las mejores condiciones posibles para evitar futuras tragedias”, enfatiza.
La frustración de Cristian es evidente cuando menciona la derogación de la Unidad Valenciana de Emergencias por parte del gobierno de Mazón, una decisión que él califica de “irresponsable”.
“¿De qué sirve ahorrar 38 millones de euros si eso nos ha costado vidas y sufrimiento? La sensación de abandono que vivimos esos días fue devastadora”, relata, mientras recuerda cómo él y sus vecinos se sintieron desolados, atrapados en una situación que parecía no tener salida.
El relato de Cristian se torna aún más desgarrador cuando describe el día de la tragedia, el 29 de octubre, cuando la lluvia comenzó a caer y las calles se inundaron. “Las llamadas al 112 comenzaron a llegar desde las 6:30 de la mañana, pero la respuesta fue lenta y desorganizada.
Mientras muchos de nosotros estábamos atrapados, el CECOPI se convocó a las 15:21, horas después de que comenzara el desastre”, explica.
La falta de coordinación y la tardanza en la respuesta de las autoridades se convierten en el hilo conductor de su intervención, un grito de auxilio que busca ser escuchado.

“Las primeras 72 horas son cruciales”, recuerda, citando la frase que todos han oído en situaciones de emergencia. Sin embargo, para él y para muchos otros, esa promesa de acción se convirtió en una amarga realidad.
“La ayuda llegó tarde, y muchos de los que podrían haber sido salvados no lo fueron”, lamenta. La impotencia se siente en cada palabra, en cada pausa que toma para recuperar la compostura.
El discurso de Cristian no solo es un testimonio de dolor, sino también un llamado a la acción. “Necesitamos un pacto de estado que trascienda las ideologías políticas.
La vida de las personas está en juego, y no podemos permitir que la falta de coordinación y la burocracia nos sigan costando vidas”, clama. Su mensaje es claro: las tragedias no deben repetirse, y para ello es fundamental aprender de los errores del pasado.
Al finalizar su intervención, Cristian deja una pregunta en el aire: “¿Por qué no se declaró el nivel de alerta 3 cuando claramente la situación lo requería?” La incertidumbre que rodea a esta decisión es un reflejo de la desconfianza que muchos sienten hacia las instituciones.
“No queremos más promesas vacías. Necesitamos acciones concretas y efectivas”, concluye, dejando a los diputados con la responsabilidad de actuar.

La sala estalla en aplausos, un reconocimiento a la valentía de quien se atreve a hablar en nombre de los que ya no pueden.
Pero en medio del reconocimiento, queda la pregunta: ¿serán escuchadas las voces de las víctimas? ¿Se tomarán medidas para garantizar que tragedias como esta no vuelvan a ocurrir?
Este testimonio no es solo un relato de una catástrofe; es un recordatorio de que detrás de cada cifra hay historias de vidas cambiadas para siempre.
La lucha de Cristian y su asociación es un faro de esperanza en medio de la oscuridad, un llamado a la acción que resuena en cada rincón de la Comunidad Valenciana.
La reconstrucción no solo debe ser física, sino también emocional, y para ello es esencial que las autoridades se comprometan a trabajar de manera conjunta y efectiva.
La historia de la DANA es un capítulo doloroso en la historia reciente de España, pero también es una oportunidad para aprender, para mejorar y para garantizar que el futuro sea más seguro.
La voz de las víctimas debe ser escuchada, y sus demandas deben ser atendidas. Solo así podremos construir un mañana donde la tragedia no sea la norma, sino la excepción.
