El mayor interés de Miguel para visitar el restaurante era cumplir una ilusión de su tía, no encontrar el amor. A pesar de lo cual, a su manera le acabó haciendo tilín su cita, Paula

El programa *First Dates* de Cuatro volvió a ofrecer una entrega cargada de situaciones inesperadas y revelaciones personales con la historia de Miguel, un joven estudiante de Filosofía de 22 años, y Paula, maestra de Salamanca, cuya cita puso de manifiesto cómo la vida familiar,
la personalidad y los gustos pueden condicionar incluso un encuentro pensado para encontrar el amor.
Miguel se presentó en el restaurante con la calma y la formalidad propias de quien se guía por principios éticos rigurosos.
Identificado con las posturas de Immanuel Kant, el joven explicó que busca «un sistema ético absoluto que pueda regirlo todo y nos saque del relativismo moral que impera en la sociedad».
Alejado de las fiestas, los ruidos fuertes y las multitudes, Miguel prefiere espacios tranquilos y actividades más introspectivas, como escuchar música en casa.
Su repertorio es variado, incluyendo música clásica, Luis Miguel, coros cristianos y pop coreano, pero evita el reguetón, género que le resulta particularmente desagradable.

Durante la presentación, el conductor del programa, Carlos Sobera, exploró las preferencias amorosas de Miguel para encontrarle una cita acorde a su perfil.
«Una chica muy sincera, directa y clara. Me gustan que tengan valores férreos sobre cosas que realmente importan. Que no son relativistas en ningún sentido.
Y no tienen problemas a la hora de debatir cualquier cosa», expresó el joven, definiendo un ideal que, sin embargo, resultó más teórico que práctico en la cita real.
La motivación de Miguel para asistir al programa sorprendió a Sobera y a la audiencia. «He venido porque a mi tía le hace ilusión», admitió.
La confesión provocó un momento de desconcierto, especialmente cuando Sobera, en tono humorístico, le dedicó un saludo a su familiar: «¡Te amo, Concha!».
Miguel no recibió la intervención con el mismo entusiasmo. «No me gustó nada cuando Carlos se puso a gritar ‘¡te quiero, Concha!’ Saludar es decir ‘hola, Concha’», expresó, dejando entrever su sentido de la formalidad y la incomodidad ante gestos exagerados.

La cita con Paula inició con una interacción tensa, marcada por silencios prolongados. Al sentarse, la pareja se encontró con la nomenclatura de los platos, que desconcertó a Miguel.
Comentó sentirse nervioso al no comprender ciertos términos culinarios como ‘tartar’ o el uso de la palabra ‘preliminares’ para los entrantes.
Paula, por su parte, se vio sorprendida por los gustos eclécticos de Miguel, comprendiendo rápidamente que el encuentro no sería convencional.
La conversación se desarrolló con pausas y cierta incomodidad, revelando la brecha entre las expectativas de atracción y los intereses personales de cada uno.
Miguel permaneció fiel a su estilo pragmático y analítico, mostrando una postura distante respecto a la seducción o la coquetería, aspectos que, según él, quedaban en segundo plano frente al cumplimiento de la ilusión familiar.
Paula, consciente de la falta de conexión romántica inicial, admitió que su mutismo se debía tanto a los nervios como a la ausencia de atracción.
«Soy una persona un poco tímida, me cuesta sacar conversación. Si una persona me atrae intento tirar de la cuerda, pero no era lo mío…», explicó ante las cámaras, reconociendo la complejidad de la situación.
Durante la cena, las diferencias de intereses se hicieron evidentes. Mientras Miguel se mostraba más próximo a los textos filosóficos de Kant que a la interacción romántica, Paula se debatía entre la educación y la honestidad emocional.
La cita, aunque cortés y respetuosa, reflejó cómo la falta de afinidad en valores y gustos puede limitar la posibilidad de un vínculo romántico, incluso cuando existe predisposición inicial a conocer al otro.

Al final del encuentro, Miguel decidió dar el ‘sí’ a la cita de manera protocolaria, mostrando interés en encontrar soluciones prácticas para el traslado entre Madrid y Salamanca.
Sin embargo, la logística no fue un obstáculo; la verdadera barrera fue la falta de conexión emocional y atracción mutua. Esta conclusión evidenció cómo factores externos, como la motivación familiar o los intereses personales, pueden influir en la experiencia de citas televisadas.
El episodio de Miguel y Paula demuestra que las citas en *First Dates* no siempre se desarrollan según el guion romántico esperado.
La combinación de expectativas familiares, personalidad, educación y diferencias en intereses personales puede generar situaciones incómodas, silencios prolongados y momentos de reflexión sobre la compatibilidad.
A través de esta historia, el programa ofrece una mirada más realista sobre el proceso de conocer a alguien,
mostrando que no todas las experiencias culminan en química inmediata, sino que también pueden convertirse en ejercicios de observación, tolerancia y autoconocimiento.
En definitiva, la cita entre Miguel y Paula se presenta como un ejemplo de cómo la autenticidad y la fidelidad a uno mismo pueden prevalecer sobre la necesidad de agradar o ajustarse a expectativas externas.
Aunque la conexión romántica no se consolidó, la experiencia dejó lecciones sobre límites personales, comunicación y la importancia de comprender al otro más allá de la atracción superficial.