En el Congreso, el testimonio de Dolores, víctima de la DANA, conmovió a todos con su desgarrador relato sobre la pérdida de su familia.

En un tenso debate en el Congreso de los Diputados, la intervención de Dolores, una víctima de la tragedia de la DANA, dejó a todos los presentes con un nudo en la garganta.
Su relato desgarrador sobre la pérdida de su familia en una de las peores catástrofes naturales que ha sufrido España resonó en cada rincón del hemiciclo.
Mientras ella hablaba, la indignación se apoderaba del ambiente, y las palabras de los políticos se convertían en meras sombras ante el dolor palpable que ella compartía.
“Yo, en este caso, me siento abrumada, pero vengo por defender a mi marido y a mis hijos”, comenzó Dolores, con la voz entrecortada.
Su mirada reflejaba un sufrimiento que iba más allá de las palabras, y cada frase que pronunciaba era un eco de la tragedia vivida el 29 de octubre.
“Lo que más se quiere en este mundo lo hemos perdido. Lo demás son tonterías. La familia está por encima de todo”, añadió, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

La historia de Dolores es un relato de horror. Una comida familiar celebrando su cumpleaños se transformó en una pesadilla cuando la lluvia comenzó a caer sin parar.
“¿Quién iba a pensar que a mí el martes me iban a arrebatar mi familia?”, se preguntaba, con la incredulidad aún marcada en su voz.
La desesperación se hizo evidente cuando su hijo menor salió a ver cómo iba el río y, en cuestión de minutos, la tragedia se desató. El agua arrastró a su marido y a sus dos hijos, y el grito de “mamá, vámonos de aquí” se convirtió en un lamento que jamás olvidará.
Dolores relató cómo, a pesar de las múltiples llamadas al 112, la ayuda nunca llegó. “Mentira, allí no mandó nadie, nadie, nadie fue”, insistió, con un tono de rabia que se entremezclaba con el dolor.
La falta de respuesta ante una situación tan crítica dejó a Dolores y a su familia a merced de la fuerza de la naturaleza, y esa impotencia se transformó en un grito de justicia que resonó en el Congreso.
Mientras ella compartía su testimonio, el diputado Rufián tomó la palabra. “Lo único que me sale ahora mismo es, no sé, sinceramente, insultar a los responsables”, dijo, visiblemente afectado por la situación.
Su intervención, aunque cargada de emoción, fue rápidamente criticada por otros miembros de la cámara.

La tensión aumentó cuando Rufián apuntó a la falta de responsabilidad de las autoridades. “A las 6 de la tarde, Carlos Mazón, ¿dónde estaba?”, se preguntó, dejando claro que la política no podía eludir su responsabilidad en la tragedia.
La respuesta de Vox, representada por Gil Lázaro, fue contundente. “La miseria moral de la intervención del señor Rufián acredita por contraste la grandeza moral de la suya”, afirmó, dirigiéndose a Dolores.
Lázaro reconoció el sufrimiento de la víctima y la legitimidad de su lucha por justicia, pero también dejó claro que el gobierno tenía que asumir su parte de la culpa.
“Coincidimos con usted en que la tiene la administración autonómica por su gestión frívola, tardía, errónea e incompetente”, sentenció.
El debate se tornó aún más intenso cuando el portavoz del grupo popular, César Sánchez, intentó mostrar solidaridad con Dolores, aunque su discurso se sintió vacío ante el profundo dolor que ella expresaba.
“No hay palabras que hoy puedan aplacar el dolor que tiene usted”, reconoció Sánchez, pero Dolores, con una claridad impresionante, dejó claro que nada de lo que dijeran los políticos podría aliviar su sufrimiento.
“A mí me vale que haya justicia para las personas que no han hecho bien”, insistió, dejando a los diputados con la difícil tarea de enfrentar la realidad de sus palabras.

El eco de su testimonio resonó en el Congreso, donde la política se encuentra a menudo desconectada de la vida real.
Dolores, con su valentía, recordó a todos que detrás de cada número y cada estadística hay historias humanas, familias destrozadas y un clamor por justicia que no puede ser ignorado.
“Voy a luchar para que se haga justicia siempre”, concluyó, dejando claro que su lucha no terminaría hasta que se hiciera justicia por su familia.
La intervención de Dolores no solo fue un llamado a la responsabilidad política, sino también un recordatorio de que las decisiones tomadas en las altas esferas pueden tener consecuencias devastadoras en la vida de las personas.
La tragedia de la DANA no solo se midió en pérdidas materiales, sino en el dolor irreparable de una madre que ha perdido a sus seres queridos.
Su historia es un grito que debe ser escuchado, un recordatorio de que la política debe ser más que palabras vacías; debe ser un compromiso real con la vida y el bienestar de los ciudadanos.
En un momento en que la política parece estar más centrada en el espectáculo que en la sustancia, la voz de Dolores resuena como un faro de verdad en medio de la oscuridad.
Su historia es un llamado a la acción, un recordatorio de que la justicia no es solo un concepto abstracto, sino una necesidad urgente para aquellos que han sufrido en silencio.
La lucha de Dolores es la lucha de muchos, y su valentía es un ejemplo a seguir en la búsqueda de un futuro más justo y humano.