Vox ha justificado la sustitución de Javier Ortega Smith como una decisión “natural y conveniente”, negando tensiones internas dentro del partido y defendiendo su cohesión bajo el liderazgo de Santiago Abascal.

El terremoto político que ha sacudido a Vox tras el relevo de Javier Ortega Smith sigue dando de qué hablar.
La portavoz del partido en el Congreso, Pepa Rodríguez de Millán, compareció ante los medios para ofrecer una versión que, lejos de apagar las especulaciones, ha avivado el debate sobre el verdadero motivo detrás de este movimiento interno.
Con un tono sereno, pero medido al milímetro, Rodríguez de Millán aseguró que el cambio responde a una “decisión natural” dentro de la formación y que “no hay que sacarle punta a todo”.
Sin embargo, el momento elegido y el contexto político que rodea la dimisión de Carlos Mazón y la crisis en Valencia hacen difícil pensar que se trate de una simple coincidencia.
“Las cosas son mucho más sencillas de lo que algunos quieren hacer ver”, insistió la portavoz, mientras los periodistas lanzaban preguntas sobre la aparente distancia entre Ortega Smith y la actual dirección de Santiago Abascal.
La respuesta fue clara, aunque calculadamente ambigua:
“En cualquier partido hay libertad para establecer los temas prioritarios y, en aras de eso, hemos estimado conveniente hacer ese cambio. Sin más”. Pero en los pasillos del Congreso, pocos creen que el movimiento sea tan inocente.

La salida de Ortega Smith llega en un momento de alta tensión política. España atraviesa una de las crisis institucionales más graves de los últimos años.
Las consecuencias de la tragedia de Valencia, donde las inundaciones causaron la muerte de 237 personas, aún pesan sobre el panorama nacional.
Vox ha sido especialmente crítico tanto con el Partido Popular como con el Gobierno de Pedro Sánchez, acusándolos de “teatro político” y de “no estar a la altura del dolor de las víctimas”.
En ese contexto, los cambios internos en la formación de Abascal parecen también una forma de reajustar su estrategia ante el creciente desgaste de la política tradicional.
“Ni el Partido Popular ni el Partido Socialista han estado a la altura”, denunció Rodríguez de Millán con un tono firme, recordando que las ayudas a las víctimas aún no han llegado y que las obras hidráulicas prometidas siguen sin ejecutarse.
“Lo que hace un año era inundable, un año después sigue siéndolo”, lamentó.
La crítica no solo iba dirigida al Gobierno central, sino también a los populares, a quienes Vox acusa de “tacticismo político” por la reciente
dimisión de Mazón, un movimiento que consideran un intento de distraer a la opinión pública del verdadero problema: la responsabilidad del Ejecutivo socialista.

Mientras tanto, en el horizonte se asoma una tormenta aún mayor: la imputación del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por un presunto delito de revelación de secretos.
Vox no perdió la oportunidad de recordar que “nunca antes un fiscal general había tenido que sentarse ante el Tribunal Supremo”, calificando el episodio de “surrealista y vergonzoso”.
Para el partido de Abascal, este hecho simboliza la “descomposición moral” del gobierno de Sánchez y refuerza su discurso sobre la corrupción institucional.
“Estamos muy hartos del teatro entre el Partido Popular y el Partido Socialista, un espectáculo bochornoso que siempre acaban pagando los españoles”, expresó la portavoz.
Con esa frase, Vox buscó diferenciarse de sus dos principales adversarios, presentándose como la única fuerza “coherente y fiel a España”.
Sin embargo, la salida de Ortega Smith plantea preguntas incómodas: ¿hay fracturas internas dentro del partido? ¿O se trata de un intento de renovar la imagen ante un contexto de desconfianza ciudadana y desgaste político generalizado?
Cuando se le preguntó directamente si la decisión tenía relación con un supuesto distanciamiento entre Ortega Smith y la dirección nacional, Rodríguez de Millán respondió sin titubeos:
“No hay nada de lo que se está comentando. No hay que sacar conclusiones precipitadas. Todo forma parte de un proceso natural dentro de la organización”.
Pero lo que no dijo pesó más que lo que dijo. Ortega Smith ha sido una de las figuras más emblemáticas y combativas de Vox desde su fundación, y su salida de la primera línea política no pasa desapercibida ni para sus propios votantes.

Algunos analistas apuntan a que este cambio forma parte de un reajuste estratégico impulsado por Abascal para reforzar las áreas temáticas que Vox considera prioritarias de cara a los próximos comicios.
La portavoz destacó especialmente el papel de Carlos Hernández, portavoz nacional de vivienda, a quien calificó de “magnífico profesional”.
“Queremos dar a la vivienda la relevancia que merece, porque ni el PP ni el PSOE han sabido resolver este problema en todos sus años de gobierno”, afirmó.
Ese énfasis en la vivienda, un tema que tradicionalmente no ha ocupado el centro del discurso de Vox, revela un giro táctico: la búsqueda de un tono más social sin renunciar a la contundencia ideológica.
El objetivo, según fuentes cercanas al partido, sería ensanchar su base electoral sin perder su identidad.
En un contexto donde el descontento ciudadano hacia los grandes partidos se intensifica, Vox pretende mostrarse como una alternativa pragmática y no solo como una fuerza de oposición combativa.
Pero la sombra de Ortega Smith sigue presente. Su figura encarna para muchos militantes la esencia del Vox más combativo, el que no teme enfrentarse al sistema ni desafiar al consenso político.
Por eso, su reemplazo, aunque justificado oficialmente como un ajuste “natural”, genera dudas. ¿Está el partido moderando su discurso? ¿O simplemente redistribuyendo fuerzas para un nuevo ciclo político?
Rodríguez de Millán concluyó su comparecencia con una frase que pareció pensada para cerrar cualquier interpretación: “En Vox no hay nombres, hay un proyecto por España”.
Sin embargo, el eco de sus palabras resuena con doble filo. Porque si algo ha demostrado la historia reciente del partido, es que los nombres sí importan, y que detrás de cada cambio hay una lectura política más profunda de lo que se reconoce en público.
Por ahora, la portavoz insiste en la normalidad del relevo y en la unidad interna. Pero, en los pasillos del Congreso, nadie duda de que la marcha de Ortega Smith marca un antes y un después en la evolución de Vox.
La pregunta es si este cambio será recordado como un golpe de autoridad de Abascal o como el primer síntoma de una reconfiguración silenciosa dentro de la formación.
Lo que está claro es que Vox, en su intento por mantenerse firme en un tablero político cada vez más volátil, se enfrenta a un reto mayúsculo: demostrar que los cambios internos no son signo de debilidad, sino de madurez política.
Y, mientras tanto, el eco de una frase resuena en el Congreso: “Hemos estimado conveniente hacer ese cambio”. Tan simple como calculada. Tan breve como significativa.