La actriz, que ha estrenado ‘Siempre es invierno’ y ha debutado como ayudante de dirección en un corto, se abre para hablar de su carácter, de su familia y de lo mal que lleva la crisis de los 40.

Tal vez sea vértigo lo que siente Amaia Salamanca, porque reconoce que «el viaje de mi vida ha sido como una montaña rusa que me ha llevado a lo más lo alto y ahora viene la caída». Esa cuesta abajo es la que, con la crisis de los 40, ha hecho que sienta que «se acerca el momento de las pérdidas, se irán seres queridos, y me llegarán menos papeles, porque en esta industria se apuesta más por la juventud».
Es una mirada un tanto pesimista, «espero que se me pase con la primavera», bromea. Pero son esos años los que le han dado una experiencia, una sabiduría, que le abren nuevos caminos. De hecho, Amaia ha sido ayudante de dirección de Joaquín Górriz en el cortometraje ‘El perverso mundo de los cubitos de hielo’, ahora en el circuito de festivales.
«Ha sido mi Pepito Grillo, siempre aportando buenas ideas, se nota que es una actriz que no se encierra en el camerino sino que se fija en cómo funciona un rodaje. Será una gran directora», asegura el cineasta. Amaia reconoce que le encanta el tema técnico: «Hay actores que están pendientes de meterse en el papel, yo prefiero estarlo de los detalles que me rodean. Pero pongo límites a las expectativas. En el camino, que haré poco a poco, voy a aprender y me voy a equivocar, pero antes tengo que perder el miedo a dar el paso».
Ese viaje vital la ha llevado de la popularidad brutal de ‘Sin tetas no hay paraíso’ a la serenidad que le ha dado formar una familia: «Ha sido una evolución, ahora mi parte personal me exige más, pero mis valores no han cambiado, soy la misma. Nunca tuve el sueño de irme a Hollywood, siempre he querido disfrutar de un trabajo que me gusta teniendo cerca a mi familia, sobre todo mis padres y mis hermanos, a los que adoro, y a mis amigos. No he querido dejarme llevar por la ambición, tampoco me gusta usar tretas para conseguir nada, entre otras cosas porque no me sale disimular. Para desenvolverme en la vida real soy la peor actriz».

Curiosamente, cuando uno se interesa por el rasgo de su personalidad del que se siente orgullosa, interrumpe la pregunta: «Pensé que ibas a decir el peor, porque lo tengo claro». A ver si lo adivinan: «La impaciencia». Se veía venir. «Si estoy hablando de algo, quiero resultados, no me gusta perder el tiempo. Aunque ahora, como madre, he aprendido a ser más paciente, los niños te obligan a serlo», aclara. Cuando retomamos el tema de sus virtudes, duda: «Es que cuesta hablar bien de uno mismo. Pero, si debo elegir, me quedo con la generosidad. Si alguien necesita ayuda, ahí estoy yo. No es que sea detallista y esté pendiente todo el tiempo, pero intento cuidar de la gente que quiero».
No se considera una soñadora: «Soy muy pragmática, vivo el aquí y el ahora, no proyecto». Parece tener las cosas muy claras, pero Amaia corrige esa primera impresión: «No es eso, porque hay muchas posibilidades en aquellas que quiero, lo que pasa es que tengo muy claras que no quiero». Es una mujer tenaz y persuasiva: «Me lo curro para conseguir lo que deseo. Creo que es bueno luchar por un objetivo».

En el amor, Amaia reconoce que la experiencia la ha hecho precavida: «Digo que no soy una romántica, pero en realidad soy más de lo que quiero reconocer. Pero creo que es una forma de protegerme de una decepción. Me pongo un escudo para que no me hagan daño emocionalmente, intento ser dura». Casada con el empresario Rosauro Varo, reconoce que su relación se basa en una constante negociación «para equilibrar la balanza de nuestras obligaciones. Por mi trabajo, a veces tengo temporadas muy intensas». Y con tres hijos, todo se complica: «Siempre quise ser madre, pero cuando lo fui, no era consciente de cómo podía cambiar mi vida. No me planteo las cosas, me enfrento a ellas en el momento y las vivo. Pero es verdad que antes era muy aventurera, siempre me ha gustado la adrenalina, y ahora me preocupo por si me pasa algo. Pienso en ellos y me da miedo».
Lo que no teme es aceptar proyectos en los que no es la protagonista, como ‘Siempre es invierno’, de David Trueba: «No es una cuestión de minutos, sino de un personaje que te remueva. Y eso es lo que me gusta de Marta, una mujer valiente que toma una decisión para recuperar su vida. Y Trueba cuenta una ruptura desde la perspectiva de dos personas que se quieren. Es un gran director, un intelectual, alguien con quien da gusto hablar porque puedes debatir con él. No se molesta cuando hay diferencias de opinión, algo excepcional en estos tiempos de polarización».
Diario personal
El ’emoji’ que más usa: «El chico que baila y levanta la mano (a lo Travolta), como muestra de celebración».
Se haría un ‘selfie’ con: «No soy muy dada a ellos, pero me haría uno con Cate Blanchett. Mi yo adolescente se lo haría con Brad Pitt».
Un sacrificio por la fama: «Sin querer, dejas de planes y pierdes parte de naturalidad porque pueden grabarte».
Un momento ‘tierra, trágame’: «Metí por error a una persona con la que iba a quedar en un chat de padres».
Algo que no puede faltar en su día a día: «El móvil, aunque suene triste. Dependemos de él, aunque yo a mis hijos no pienso darles uno hasta que cumplan 16 años».
Un propósito que nunca cumple: «Hacer más deporte. Voy al gimnasio, pero no hago aeróbicos. Me apunto a cosas como pilates o ballet fit, pero lo dejo».
Un lugar para perderse: «Japón, que es un destino con el que sueño ir algún día».
Su primer beso: «Fue horroroso. Nada tenía sentido, no fue gustoso»
Tiene miedo a: «Al paso del tiempo, que se llevará a los que quiero. A la pérdida».
Dentro de 10 años se ve: «No espero que cambie nada. Me gustaría seguir trabajando en lo que me gusta. Mis hijos serán mayores, pero las preocupaciones no se van».
-U66041234200pbR-760x927@diario_abc.jpg)
La pequeña Amaia: «Era muy inquieta, siempre me subía a todas partes, hasta los armarios. Era muy deportista y destacaba porque era muy rápida. Tenía amigas, pero como vivía lejos de ellas, me pasaba el día viendo la tele: ‘Los Simpson’, ‘Salvados por la campana’… Pero así no se me despertó la vocación, eso me vino de casualidad en la universidad. Me hubiera gustado haber tenido más actividades creativas, pero tuve una infancia feliz. Y eso que soy olvidadiza, que mis amigas se ríen de mí porque no recuerdo ninguna anécdota. Eso sí, estoy muy agradecida a mis padres por todo lo que hicieron».