Un simple recorrido por el Registro Mercantil y otras bases de documentación arrojan una conclusión sencilla: detrás del éxito de Broncano hay una maquinaria empresarial que sigue los pasos del rival al que denuncia y del que se chotean el cómico y sus empleados, Pablo Motos, cuyo patrimonio después de 20 años en el top y muchos más de trabajo como presentador y productor han convertido al valenciano en un hombre rico.
Hace no mucho adelantábamos en exclusiva la última adquisición de Broncano, una fabulosa mansión cerca de Madrid.
Un carísimo capricho o una inversión que el cómico de moda puede permitirse sin agobios.
Hay algo fascinante en cómo los engranajes de la modernidad logran convertir a una persona en una industria.
David Broncano, nacido en Galicia pero originario de la Sierra de Segura, ha sabido rentabilizar ese verbo que combina con admirable habilidad lo castizo y lo irreverente.
Broncano ha pasado de ser el gracioso imberbe de programas de minorías a erigirse en un emblema teloneado a diario por el principal Telediario de TVE.
Pero tras la aparente despreocupación que rezuma su imagen pública, se esconde una maquinaria bien engrasada que convierte en oro (o, al menos, en oportunidades de negocio) cada una de sus ocurrencias.
El humorista ha demostrado ser más que un rostro en pantalla; se ha convertido en un empresario astuto, capaz de diversificar sus inversiones con el mismo desparpajo con el que cumple su misión de ridiculizar a Pablo Motos en La 1 o lanzando hordas de haters contra su competidor en las redes sociales, o se enzarza en debates absurdos con sus invitados.
Pero como toda figura que de modo efímero roza lo mitológico en la sociedad del espectáculo, su ascenso no está exento de la legítima ambición por el parné.
La Revuelta de Broncano: la nueva joya de la corona
Encofrados Encofrasa S.L., la productora que Broncano creó junto a Jorge Ponce y Ricardo Castella, representa una jugada maestra en un tablero donde los peones son los grandes conglomerados mediáticos y las productoras clásicas.
En un movimiento que combina astucia y descaro, Broncano y sus socios se han reservado el control creativo de sus proyectos, externalizando la parte técnica a El Terrat, ahora en manos de Mediapro, una decisión que ha demostrado ser financieramente rentable.
La Revuelta, su reciente incursión en RTVE, ha elevado el perfil de esta productora, al mismo tiempo que La Resistencia sigue siendo el estandarte de su éxito en Movistar, donde un canal mantiene los episodios antiguos.
La empresa no solo ha demostrado ser un ejemplo de buena gestión financiera, con beneficios superiores a los 200.000 euros en 2023, sino que además se ha diversificado con otros proyectos, como la docuserie Medina: el estafador de famosos.
Esto, claro está, sin contar con la inevitable inyección (14 millones por temporada) de fondos públicos que acarrea cualquier colaboración con RTVE.
Sin embargo, este crecimiento meteórico plantea una pregunta que resulta incómoda para los puristas del arte y la cultura: ¿se está convirtiendo Broncano en lo el mismo que critica? Mientras destripa las miserias de la farándula y la política con mordacidad, él mismo parece deslizarse hacia el papel de magnate del entretenimiento, movido por el cálculo empresarial tanto como por el sarcasmo con el que ejecuta a diario la imagen del enemigo mediático de Pedro Sánchez.
Las apuestas de alto riesgo: startups y tecnología
Como si de un monarca renacentista se tratara, Broncano ha decidido diversificar sus dominios más allá del reino del humor y la televisión.
Sus inversiones en startups y tecnología alimentaria demuestran que no solo sabe hacer reír, sino también arriesgarse en un campo donde la rentabilidad no está nunca garantizada, como sabe por ejemplo su amigo Gerard Piqué.
Entre sus aventuras empresariales destaca su participación en Heura Foods, una de las startups más prometedoras (y controvertidas) de España.
La empresa, especializada en productos veganos, tiene todas las características de un unicornio en ciernes: crece a un ritmo vertiginoso y acumula millones en financiación, pero sus pérdidas siguen siendo astronómicas.
En 2022, Heura perdió casi 20 millones de euros, una cifra que podría aterrorizar a cualquier inversor convencional, pero que en el ecosistema startup se interpreta como una señal de “crecimiento acelerado”.
Esta lógica de apuestas de todo o nada también se extiende a Enzo Ventures, el fondo de inversión que Broncano cofundó con los veinteañeros Iván Fernández y Edgar Vicente.
Con 20 millones de euros en su haber, el fondo ha invertido en un amplio abanico de startups, desde plataformas tecnológicas para la salud, como Harbiz, hasta fintechs como Balio, pasando por herramientas de inteligencia artificial como Bildia.
Sin embargo, casi todas ellas comparten un denominador común: generan más pérdidas que beneficios.
Esta realidad plantea un interrogante inquietante: ¿hasta qué punto Broncano está jugando al emprendedor y hasta qué punto está apostando por un futuro económico que podría no materializarse? El humorista, acostumbrado a vivir de la espontaneidad y la improvisación, parece trasladar esta filosofía a sus inversiones, confiando en que la suerte o la intuición lo conduzcan al éxito.
El humorista que se convirtió en marca
Broncano no solo es un empresario; es, ante todo, una marca.
Su estilo irreverente, su habilidad para reírse de sí mismo como coartada para reírse de los demás, y su capacidad para convertir cualquier conversación en un espectáculo, lo han transformado en un activo para las empresas en las que invierte.
De hecho, su mera participación en una startup o fondo de inversión aporta visibilidad y credibilidad, lo que, en el mundo del marketing, equivale a oro puro.
Pero esta transformación en marca tiene sus peligros.
Al igual que ocurre con las grandes empresas tecnológicas o los influencers que venden su imagen a cambio de patrocinios, Broncano corre el riesgo de diluir su autenticidad.
¿Qué sucede cuando un humorista empieza a parecerse más a un empresario que a un artista? ¿Cómo afecta esto a su relación con el público, que lo admira precisamente por su aparente falta de pretensiones?
La paradoja del éxito
Es inevitable trazar un paralelismo entre Broncano y Pablo Motos, el presentador de El Hormiguero al que tanto le gusta parodiar y criticar.
Ambos han sabido capitalizar su carisma y su talento para construir imperios mediáticos, aunque sus estilos sean diametralmente opuestos.
Motos representa la televisión tradicional, con su formato familiar y la espectacularidad.
Broncano, en cambio, simboliza la rebeldía de una nueva generación que rechaza las convenciones y se ríe de todo, incluso de sí misma.
Pero resulta que Broncano es partícipe de ese mundo de negocios.
Sin embargo, la paradoja es evidente: Broncano está construyendo un imperio propio que, en muchos aspectos, no es tan distinto del que representa Motos.
Hay que aplaudir que ambos hayan aprendido a explotar su imagen y su talento para generar riqueza, tanto para ellos mismos como para las empresas que los rodean.
La diferencia, quizás, radica en el tono y en el relato que acompaña a cada uno: mientras Motos se esfuerza por agradar a todo el mundo y es coherente con alabar a quien legítimamente crea empresas, negocios, trabajo y riqueza, detrás del discurso de Broncano subyace la crítica contra ese mundo.
Él apuesta por una irreverencia que, paradójicamente, se ha vuelto su principal herramienta de marketing.
Un futuro incierto pero prometedor
David Broncano es, en última instancia, un ejemplo perfecto de cómo la modernidad ha convertido el talento en un producto y el supuesto carisma de colegueo en una moneda de cambio.
Sus inversiones en startups y su control sobre sus programas de televisión lo convierten en un caso de estudio.