La actriz, en los cines con ‘Fragmentos’ y en el teatro con ‘El cuarto de atrás’, nos habla de las relaciones tóxicas, del amor y su pasión de madre.

Aunque reconoce que la ansiedad a veces le hace levantarse en mitad de la noche para encontrar alivio con una dosis de chocolate, Emma Suárez (61 años) se muestra serena, espontánea, en un reencuentro que despierta en ella recuerdos de lo que parece otra vida: «Me has traído el pasado al presente», señala con nostalgia. La actriz está cómoda y la entrevista le permite explayarse sobre el amor gracias a su personaje en ‘Fragmentos’, que estrena el próximo viernes: «Me ha hecho reflexionar sobre las crisis de pareja, que van más allá de una cuestión generacional. Todos hemos pasado por ese trance porque no sabemos gestionar una relación. El amor no es suficiente, hay muchos más factores. Estamos tan pendientes de nosotros mismos que no mostramos empatía hacia el otro. Debemos aprender, descubrir más de nosotros, no ser tan egoístas, tan celosos, tan posesivos. Hay que conocerse para luego entender que, en una relación sana, el otro te hace crecer, y tú a él. Es recíproco. Eso es la teoría, luego en la práctica se impone el miedo, la ira, la rivalidad, la desconfianza… Solo el sentido del humor puede salvarnos del desastre».
Todo ello se vislumbra en la película dirigida por Horacio Alcalá: «Se habla de la necesidad de amar y ser amado, lo que puede llevarnos a relaciones tóxicas en las que nos empeñamos en seguir con alguien por miedo a dejarlo ir». Para la vida real, Emma ofrece unos consejos basados en la experiencia propia: «Tras una relación fallida, cuídate, saca tiempo para ti, verás que resulta gratificante». Con su propia mochila de fracasos, la actriz ha superado «esos prejuicios sobre quienes estamos solas, porque la sociedad condena a la mujer a tener marido, a ser madre, a dedicarse a las tareas del hogar».
Orgullo
Separada y madre de dos hijos, la ganadora de tres Goya ha sufrido con la conciliación: «La maternidad me transformó, me hizo dejar de pensar en mí para preocuparme de ellos. No sentí el vértigo de cómo enfrentarme a la situación, entre otras cosas porque era mi deseo, y porque mis hijos me fueron enseñando todo a cada paso. ‘Eres una crack’, me dicen ellos. Es gratificante porque valoran todo lo que he luchado como madre, los proyectos que no he aceptado tras decisiones de las que no me arrepiento porque soy feliz por haber priorizado mi tiempo con ellos. Si hay algo que me hace sentir orgullosa de mis hijos es que son buenas personas con valores y no saben hacer daño».
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A Emma le sacan de quicio las personas que se regodean en su ignorancia, «tampoco soporto la falta de sentido común». Y encuentra la paz «en el silencio y la soledad. Todo eso me ayuda a encontrarme. Tengo una profesión en la que se trabaja en equipo, por eso, al estar siempre rodeada de gente, me parecen imprescindibles mis momentos íntimos». Pero buscar una excusa para estar sola no es lo mismo que aspirar a quedarse sola: «Soy una romántica, me encantan que tengan detalles. Soy de mucho dar, pero también quiero que me den. Si me regalan un ramo de rosas, me emociono y ya me tienen ganada».
Si algo la define es la sensibilidad: «Reacciono enseguida ante las cosas que les pasan a los demás, me afectan mucho. La parte buena es que me sirve para mi oficio, porque me permite sentir mejor a los personajes y sus conflictos. Soy optimista, siempre veo el lado positivo de los acontecimientos». Lo único que Emma quisiera mejorar es su tendencia a quejarse: «Lo hago por todo, aunque sean cosas intrascendentes. Y no vale la pena».
Diario personal
El ’emoji’ que más usa «El corazón rojo, azul, violeta… El color depende, según me dé».
Se haría un ‘selfie’ con «Carmen Martín Gaite. La resucitaría, aunque la tengo presente, incluso tengo una foto suya en el camerino».
Un sacrificio por la fama «A veces me descubro evitando lugares de gran exposición porque me toca colocarme un disfraz que no me apetece».
Un momento ‘tierra, trágame’ «En una función con Irene Gutiérrez Caba y Encarna Paso, salí a saludar y tropecé. Me caí de rodillas en pleno escenario».
Algo que no puede faltar en su día a día «El agua. Me cuido bastante, aunque caigo en la tentación del Kit Kat».
Un propósito que nunca cumple «Sacarme el carnet de conducir, pero eso creo que ya pasó a la historia».
Un lugar para perderse «El sur».
Su primer beso «Recuerdo poco. Me lo dio Ramiro Oliveros en una película cuando yo tenía 14 años. Se portó muy bien conmigo, pero fue un momento raro, con todo el equipo pendiente».
Tiene miedo a «Que les pase algo a mis hijos. Es algo visceral que ya forma parte de mí. Aunque ellos se hagan mayores, ese temor permanece. También la oscuridad, que la imaginación me lleve a lugares tenebroso, o perder la ilusión y caer en depresión».
Dentro de 10 años se ve «Activa, trabajando, porque mi oficio es vocacional y disfruto haciéndolo. El teatro se convierte en un ritual en el que acabas sintiendo más verdad que en la vida».

La pequeña Emma «Era monísima, tímida, pero también me gustaba mucho pasar el tiempo con mis hermanos en casa. Recuerdo a mi padre, jugando con nosotros. Iba a un colegio de monjas, el Sagrado Corazón. Me portaba bien en clase, pero era mala estudiante. No tenía disciplina, tenía otras cosas con las que entretenerme y me distraían. Me costaba ponerme a estudiar, pero si lo hacía acababa sacando buenas notas, salvo en matemáticas. Y en el grupo de teatro escolar encontré mi vocación».