La joven no es solo esa chica que se debate entre la liberación y la culpa cuando ve a su novio tentarse en la otra villa, también es una joven empresaria y familiar que en su día a día tiene mucho en lo que centrarse.

Más allá de su paso por ‘La isla de las tentaciones’ y del interés que despierta su relación con Rodri, Helena Arauz, que es una de las concursantes de la edición actual del reality, tiene un gran proyecto en marcha. A sus 26 años, esta madrileña dedica una gran parte de su tiempo a un proyecto familiar por el que lo ha apostado casi todo, una empresa propia. Se trata de Oh My Koko, que gracias a los conocimientos en química de su madre y a la vena emprendedora de la propia Helena, que es la CEO de la empresa, se ha convertido en el eje familiar que además la une tanto a su madre como a su padre, que está muy presente en todo lo que tiene que ver con la marca. Su participación en el programa ha puesto su nombre en primer plano, pero su día a día revela un perfil mucho más completo y constante, menos impulsivo de lo que se ve en pantalla.
La historia de Helena con el mundo de la belleza viene de lejos. Creció rodeada de plantas, de remedios naturales y de conversaciones sobre bienestar que formaban parte del ambiente familiar. Su madre, apasionada de la fitoterapia, fue quien sembró en ella la curiosidad por entender cómo ciertos ingredientes podían transformar la piel y mejorar la salud. Entre ambas, esas inquietudes se convirtieron primero en una rutina doméstica, luego en una idea y finalmente en un proyecto empresarial real. Así nació Oh My Koko, una marca que apuesta por cosméticos elaborados con ingredientes naturales y una filosofía de cuidado consciente, sin artificios, sin tóxicos innecesarios y con un enfoque más humano que comercial.
Su presencia en televisión ha añadido una capa de complejidad a su figura pública. En la isla se muestra intensa, emocional, clara en sus reacciones y a veces impulsiva. Pero quienes la conocen de cerca describen a una mujer mucho más metódica, responsable y centrada, una persona que dedica gran parte de su energía a su trabajo y que tiene una visión muy definida de lo que quiere conseguir. Ese contraste entre la Helena empresaria y la Helena televisiva ha despertado curiosidad, y es precisamente ahí donde se descubre una parte de ella que no suele aparecer en los resúmenes del reality.
Noviazgo
Dentro del programa, su relación con Rodri ha captado gran parte de la atención. Llevan alrededor de un año juntos, aunque se conocen desde pequeños porque crecieron en el mismo barrio. En ese tiempo han vivido una historia marcada por la desconfianza, los altibajos y un vínculo que parece oscilar entre lo muy fuerte y lo muy frágil. Él ha expresado dudas sobre la fidelidad de Helena, mientras ella insiste en que nunca le ha fallado y que su compromiso es total. Esa tensión se ha traducido en momentos de discusión, lágrimas y declaraciones contundentes en las hogueras, donde las imágenes que recibe de Rodri la han incomodado en más de una ocasión.
Aun así, Helena no permite que su paso por el reality defina quién es. Fuera de cámara intenta mantener sus rutinas, su organización y la energía que vuelca en el proyecto familiar. Oh My Koko es, en muchos sentidos, un refugio donde puede trabajar con serenidad, planificar a largo plazo y construir algo que no dependa de los sobresaltos propios de la televisión. La marca también ha reforzado su vínculo con su madre, con quien comparte tardes de trabajo, ideas, pruebas de productos y decisiones importantes. Esa conexión familiar es uno de los pilares más sólidos de su vida, un espacio donde no necesita explicar todo lo que siente y donde se la comprende desde la raíz.

Empresaria
Su faceta como modelo dentro de la marca también aporta matices a su personalidad. Cuando posa para las campañas, intenta transmitir una belleza más real, sin artificios. En sus palabras, cuidarse debería ser un gesto de respeto hacia uno mismo. Esa visión se refleja en las fotografías, en los tonos suaves que suelen dominar la estética de la marca y en la manera en la que ella misma se proyecta: natural, tranquila y muy alejada del tono emocional en el que la vemos en La isla de las tentaciones, que por otra parte es totalmente normal dada la intensa experiencia a la que se enfrenta.
Descubrir a Helena más allá de la isla es entender que su historia no se limita a sus discusiones con Rodri ni a las dudas que surgen en las hogueras. Es seguir la pista de una joven emprendedora que trabaja con constancia, que se apoya en su familia, que ha encontrado en la cosmética un camino propio y que intenta equilibrar la exposición mediática con un proyecto que le importa de verdad. Su paso por el reality ha mostrado solo una versión de ella. La otra —la empresaria, la creadora, la hija comprometida y la mujer que quiere construir algo con identidad propia— es la que empieza a consolidarse lejos del ruido y cada vez más cerca de la vida que realmente quiere.